octubre 6

Hogar, dulce hogar

 

A veces, cuando era pequeña, me gustaba alejarme del resguardo del hogar familiar. Corría entonces ladera abajo, hasta caer rendida entre los hierbajos. Allí tumbada, con el corazón latiendo a toda velocidad y un ligero pálpito en la cabeza, escuchaba mi propia respiración mientras miraba el cielo.

Poco a poco iba recuperando el aliento, y, a medida que lo hacía, dejaba de escucharme a mí misma, dando paso a los sonidos que se producían a mi alrededor. No solía tardar mucho en oír algún ruido de indefinida procedencia que conseguía ponerme los pelos de punta, provocando que me incorporase a toda velocidad, como si tuviera un resorte, y volviera la cabeza atrás. Y, más allá de la ladera de matojos, la encontraba a ella, esperando mi regreso, deseando acogerme de nuevo en sus cálidas estancias.


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Publicado 06/10/2011 por ihortalen la categoríaHistorias

4 HUELLAS :

  1. De anatomia de un instante el

    Dan ganas de meterse entre los matojos y oír el alrededor…

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  2. De Enar el

    Me han encantado tus palabras… 🙂 ¿y esa casa? ¿es donde vivís? también me gusta…pero entre esos matojos yo plantaría mis verduras y hortalizas, y también podría perderme entre ellas…

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  3. De Isabel Hortal (@ihortal) el

    Qué va, ¡ojalá! Es sólo una historia que se me ocurrió a raíz de la foto…pero es extraño ver tanto matojo aquí, donde todo es verde «prao» 🙂 Yo también lo tendría más cuidado, jeje.

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