Mis lecturas del año 2023 (1/2)
Vuelvo a la carga con mis post de lecturas anual, aunque este año no conseguí publicar los libros del primer semestre en verano, así que ahora llego con todo el listado de a una…pero dividido en dos partes y con reseñas algo más reducidas, no se me agobien, jeje.
1. «El perro de Terracota», de Andrea Camilleri. Segunda obra de la saga del detective Montalbano que escuché en formato audiolibro durante un viaje navideño. La obra destila cierto humor siciliano a pesar de tener que ver con la omnipresente mafia local, pero el tufillo a rancio por el papel de las mujeres de la obra hizo que no terminase de gustarme.
2. «Cuadernos de Hiroshima», de Kenzaburo Oé. Recopilatorio de artículos escritos por el autor tras su visita a Hiroshima en los años 1963 y 1965. Mediante testimonios de médicos y afectados por la bomba atómica, Oé habla sobre el impacto físico y anímico que tuvo sobre la población de la ciudad, además de poner el foco en las escasas ayudas que recibieron los afectados. Una lectura difícil pero necesaria.
3. «La parábola del sembrador», de Octavia Butler. Distopía en la que el agua se ha convertido en bien escaso por el cambio climático y las comunidades se han aislado atendiendo a sus recursos económicos. Las drogas y la carestía provocan un crecimiento exponencial de la violencia que obliga a la gente a migrar en busca de lugares mejores. Muy recomendable.
4. «Hozuki, la librería de Mitsuko», de Aki Shimazaki. Relectura para mi Club de literatura japonesa, esta historia de una mujer que regenta una librería de lance mientras cuida a su hijo sordomudo por el día y que por las noches trabaja como chica de compañía volvió a engancharme. Por suerte Nórdica ha decidido sacar el resto de volúmenes de esta pentalogía (véase en posteriores reseñas).
5. «El sonido de la H», de Magela Baudoin. Rememoración de las andanzas adolescentes de una mujer boliviana a raíz de la muerte de su amiga trans Rafaela. Un retrato bastante fiel de la adolescencia en la que se empieza a formar la personalidad adulta pero nadie tiene en cuenta tu opinión por tu edad.
6. «Quienes se marchan de Omelas», de Úrsula K. Le Guin. Relato ganador del premio Hugo ambientado en Omelas, un lugar utópico donde todo es bello y la gente vive en paz, pero, para que todo el mundo pueda vivir feliz, un solo niño tiene que sufrir por todos los demás. Los ciudadanos son conscientes de esto y se sienten afortunados, pero, ¿hasta qué punto puedes obviar el dolor del otro para poder vivir feliz? Una lectura breve pero de raíces profundas.
7. «El gato que amaba los libros», de Sosuke Natsukawa. Un joven hikikomori se tiene que hacer cargo de la librería de su abuelo tras la muerte de este. Un gato visitará la tienda y propondrá cuatro retos al protagonista para probar su amor por la lectura. Un libro ¿bonito?, así sin más.
8. «Un mundo helado», de Naomi Novik. Al igual que sucedía en «Un cuento oscuro», en esta novela de fantasía también hay algo que todo el pueblo teme, en este caso son los staryk, una raza de seres de frío capaces de sumir al mundo en un invierno permanente. El libro tiene dos protagonistas femeninas, Miryem, que será retada por el rey staryk para convertir la plata en oro, e Irina, hija de una staryk que se ve obligada a casarse con un zar que desea tener acceso al mundo de hielo. ¡Una novela muy entretenida!
9. «La presa», de Kenzaburo Oé. Durante la IIª Guerra Mundial, los habitantes de una aldea muy pobre esperan que algún avión se estrelle cerca para poder buscar cualquier cosa aprovechable entre sus restos. En una ocasión se encuentran con un hombre de color que ha sobrevivido, al que hacen su presa con el fin de obtener alguna recompensa del gobierno. Como está narrado por un niño, el lector pasará por las mismas fases que él: del miedo a la curiosidad y posteriormente a la admiración y tristeza. Muy interesante.
10. «En la Patagonia», de Bruce Chatwin. Lectura de preparación para el viaje a Argentina en la que el autor nos cuenta su viaje de Buenos Aires a Ushuaia intercalando historias reales de algunos exploradores o bandidos con otras ficticias. A pesar de que me gusta mucho la literatura de viajes, esta lectura me resultó muy densa.
11. «Atlas de la España imaginaria», de Julio Llamazares. Compendio de textos dedicado a lugares que son famosos en la cultura popular, ya sea con un sentido real (como por ejemplo Babia) o imaginario, como es el caso de la ínsula Barataria, lugar del que Sancho Panza fue nombrado Gobernador en El Quijote. Las fotografías de Navia hacen de contrapunto perfecto a lo que nos está contando Llamazares. Una lectura bonita.
12. «La hija única», de Guadalupe Nettel. Otra lectura que hago en formato audiolibro y que a través de tres historias nos presenta distintos tipos de maternidad, ya sea la que se espera durante el embarazo, la complicada por lidiar con la enfermedad de un hijo o la no deseada. Cabe destacar los lazos de amistad que unen a las protagonistas de la obra y que les ofrece al mismo tiempo una red de salvación.
13. «La gula», de Asako Yuzuki. Otra lectura para el Club de literatura japonesa. Protagonizada por una periodista que ha de entrevistar a una mujer acusada de seducir, robar y matar a tres hombres, la novela nos muestra cómo funciona la capacidad de persuasión de una persona. La acusada consigue llevarse a su terreno (que es la comida) a la periodista, provocando un cambio físico y anímico en ella. Una lectura entretenida y que da mucha hambre, jeje.
14. «Ella dijo destruye», de Nadia Bulikin. Los trece relatos que componen este volumen tienen en común la presencia de lo sobrenatural, de entidades o seres que se encuentran a nuestro alrededor y quizás no podamos ver pero sí sentir, y su influjo es lo que provoca una angustia atenazante en sus protagonistas, que viven acongojados y sometidos por una sociedad llena de prejuicios y miserias. Interesante, pero recomendable para leer con calma.
15. «El libro del verano», de Tove Jansson. Sin ser un libro de relatos, se estructura en capítulos de cuatro o cinco páginas, narrando en cada uno alguna vivencia que contrapone los puntos de vista de sus dos protagonistas: una abuela y su nieta. Me ha parecido un libro tierno y muy real, creo que la autora consigue dar vida a ambos personajes con sus personalidades imperfectas y también logra construir en la imaginación del lector una isla en la que todo es susceptible de ser descubierto.
16. “La canción de Aquiles”, de Madeline Miller. Como me gustó mucho «Circe», me apetecía descubrir la historia de este héroe a través de esta autora. El narrador es Patroclo, amigo y amante de Aquiles, y nos cuenta sus andanzas desde su entrenamiento en Ftía hasta la famosa guerra de Troya. Una lectura entretenida y épica a partes iguales 🙂
17. «Los enemigos: O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad”, de Kiko Amat. También seguida en formato audiolibro, se trata de un ensayo sobre la figura del enemigo en clave de humor, quiénes son, porqué les odiamos y cómo podemos aprovechar su antagonismo a nuestro favor. Se mueve entre las anécdotas de gente odiable y la disección del alma humana más profunda, un libro curioso.
18. «Azami, el club de Mitsuko», de Aki Shimazaki. Como comentaba en la cuarta reseña, este año se han publicado más libros de esta pentalogía. En este el protagonista es Mitsuo, quien fue compañero de clase y primer amor de Mitsuko y se reencuentra con ella mientras trabaja en un club de alterne, volviendo a enamorarse a pesar de ser él un hombre casado. Al igual que la anterior, me enganchó y la leí en un suspiro.
19. “Cacería de niños”, de Taeko Kono. Conjunto de relatos de una autora aún inédita en España (este libro es de edición argentina). Todos ellos están protagonizados por mujeres que odian en cierto modo su rol femenino, y quizás por ello la situación da un giro de 360 grados y son ellas las que deciden maltratar a otras mujeres y las que buscan que las infrinjan daño físico. Unas ideas bastante avanzadas para estar escrito en los años 60, la verdad.
20. “De tres a cinco minutos”, de Reyes Navas Montalvo. Desde el comienzo sabemos que Hugo, el hijo de la protagonista, se cayó a la piscina y pasó de tres a cinco minutos sin que le llegase oxígeno al cerebro, lo cual le dejó en estado vegetativo. En la novela se narra el antes y el después del accidente y habla de relaciones tóxicas, del duelo y de la fragilidad de la vida. Sin duda, una de las mejores lecturas del año.
21. “La disciplina de Penélope”, de Gianrico Carofiglio. No sabemos muy bien qué fue lo que pasó, pero Penélope tuvo que dejar su carrera como fiscal en Milán y actualmente trabaja como detective privado. El caso que acepta en la novela es el de una mujer supuestamente asesinada por su marido, pero es este el que la contrata para que salga a la luz la verdad. Una novela negra al uso.
22. “Hermanos de alma”, de David Diop. Ambientado en la Iª Guerra Mundial, nos cuenta la historia de dos amigos senegaleses enviados a combatir en el bando francés. Uno de ellos es herido de muerte y el otro busca venganza convertido en una sombra nocturna, dando miedo hasta su propio bando, que termina por ingresarle en un psiquiátrico. Una lectura realista y potente sobre el sinsentido de la guerra.
23. “Cuál es tu tormento”, de Sigrid Nunez. Ensayo sobre el acompañamiento de la autora a una amiga durante su proceso de enfermedad y muerte. En la obra caben reflexiones sobre la amistad, el tiempo que se termina, la comprensión, el dolor y la enfermedad, etc. Una lectura difícil pero muy bien contada.
24. “La colina de Watership”, de Richard Adams. Novela de aventuras protagonizada por unos conejos que deciden escapar de su madriguera debido a la premonición que tiene uno de ellos sobre algo malo que iba a suceder allí. Durante el camino se toparán con sociedades muy diferentes a la suya, además de muchos peligros. Una lectura simpática y original, además de bien documentada en lo que se refiere a hábitos conejiles.
25. “Nada se opone a la noche”, de Delphine de Vigan. Obra en la que la autora cuenta la historia de su madre desde fuera, poniéndola en el centro a ella y no a sí misma. Desde una infancia caótica y solitaria, en la que conoció pronto la muerte y los abusos, hasta su posterior huida hacia delante y locura que le llevó a suicidarse, la autora quiere entender a su madre por encima del dolor que pudo sentir por su forma de ser con respecto a ella. Un librazo.
26. “Diario austral: Crónica de un viaje a la Argentina”, de Antonio Rivero Taravillo. En este ensayo el autor nos relata su viaje a Argentina, visitando lugares como Buenos Aires, Iguazú, Salta o Ushuaia. Con un estilo ligero, como si compartiese reflexiones que se le van pasando por la cabeza a cada momento, Taravillo también transmite con sus palabras cierto relajo vacacional, el del deambular del viajero que se deja llevar y observa todo a cada paso. Da gusto seguir sus pasos y meterse en su propio viaje.
27. “Mi esposa y yo compramos un rancho”, de Matt y Harrison Query. Una pareja decide cambiar radicalmente de vida y se compran un rancho en Idaho donde viven relativamente felices hasta que sus vecinos les dicen que en ese valle habita un espíritu al que hay que rendir pleitesía llevando a cabo distintos rituales en cada estación. Una novela de terror entretenida, con un miedo latente al que tendrán que enfrentarse si quieren seguir viviendo allí.
28. “La policía de la memoria”, de Yoko Ogawa. Distopía sobre una isla controlada por la policía de la memoria en la que todo va desapareciendo progresivamente: los barcos, los pájaros, las flores o las fotografías. Las personas que no olvidan son perseguidas, y entre ellos se incluye el editor de la protagonista, al que refugiará en su casa. Poco a poco este le irá descubriendo todo lo que han querido que olvidasen. Todo un alegato a favor de la memoria y la importancia de los objeto que conforman nuestro entorno.
29. “Capitanes intrépidos”, de Rudyard Kipling. Novela de aventuras juvenil protagonizada por el hijo malcriado de un multimillonario que se caerá del crucero en el que viaja y terminará siendo parte de la tripulación de un pesquero, lo cual le cambiará su modo de ver la vida, haciéndole madurar y convirtiéndole en mejor persona. Una novela blanca con moralina como las que se estilaban por aquella época.
30. “Los pazos de Ulloa”, de Emilia Pardo Bazán. Esta novela nos sitúa en una Galicia rural, concretamente en los pazos pertenecientes al Marqués de Ulloa. El protagonista es un sacerdote cándido al que envían al lugar para sustituir al antiguo cura en las labores de administración y cristianización, encontrándose allí con individuos moralmente reprobables y sexualizados. Un ejemplo de novela de estilo naturalista que deja entrever cierta crítica al uso y abuso del poder.
31. “El faro del fin del mundo”, de Julio Verne. Novela de aventuras ambientada en el faro que se encuentra en una isla entre el Atlántico y el Pacífico. Los vigilantes del faro son atacados por unos piratas, que rompen en el faro para poder saquear los barcos que naufraguen en la zona. El único de los fareros supervivientes tratará de hacer que fracasen en sus planes y que sean capturados por la Armada. Una historia entretenida y muy apropiada, puesto que en el viaje a Argentina pude ver el faro en el que supuestamente se basó el autor.
32. “La casa junto al mar”, de Mary Sarton. En esta novela la autora nos cuenta su traslado de New Hampshire, una ciudad más transitada, a una casa cerca del mar en la costa de Maine. En su nueva soledad escogida, Sarton disfrutará observando el paso de las estaciones mientras trabaja, pero también hace partícipe al lector de sus reflexiones sobre sus vecinos y amigos, el trabajo como escritora y las dificultades que acarrea vivir sola a determinada edad. Disfruté mucho de la prosa de la autora.
33. “Volver a dónde”, de Antonio Muñoz Molina. Ensayo en el que el autor cuenta cómo vivió la pandemia del covid-19, cuáles fueron sus sensaciones y reflexiones, lugares del recuerdo en los que encontró refugio, opiniones acerca de las decisiones políticas y el cómo fue volver poco a poco a la realidad en una ciudad herida. Me recordó esa pequeña esperanza que sentimos pensando que algo podría cambiar tras el encierro, lástima que tan solo se quedase en un sueño algo amargo.
34. “El precio del honor”, de Andrea Camilleri. Pequeños escritos del autor relacionados con la mafia que parten de la idea de componenda como un pacto no escrito entre caballeros, una forma de acuerdo unilateral claramente ilegal que puede haberse utilizado a modo de bula papal en Sicilia. Recomendable para los interesados en esta temática.
35. “Los libros de Terramar I: Un mago de Terramar”, de Úrsula K. Le Guin. Primero de los libros de la saga ambientada en Terramar. En él se nos presenta a Gavilán, un joven con habilidad innata para la magia que quedará malherido tras el ataque de una sombra liberada tras un hechizo. Tras recuperarse tratará de mejorar como hechicero para poder enfrentarse a esa sombra que le persigue. ¡Una novela de fantasía muy disfrutable!
36. “Vozdevieja”, de Elisa Victoria. Historia del verano de una niña de nueve años que vive en Sevilla en los 90. Sin contar nada especial, vivimos su realidad, que no es especialmente bonita (su madre está enferma y es posible que el curso próximo ella tenga que estar interna en un colegio religioso), pero que gracias a su punto de vista infantil se moverá entre lo ingenioso y lo tierno, entre lo cándido y lo mordaz. Una lectura nostálgica.
37. “Gozo”, de Azahara Alonso. En este ensayo su autora nos cuenta el año que pasó en la isla de Gozo (Malta) sin otro fin que el de aprender inglés, pudiendo reflexionar sobre algo que tenemos tan interiorizado hoy día que ya ni vemos como un problema: la necesidad de ser siempre productivos. Una de mis lecturas preferidas del año por lo que transmite y el poso que deja.
38. “Vida de un idiota y otras confesiones”, de Ryunosuke Akutagawa. Recopilatorio de relatos del maestro japonés en el género que muestran el descenso mental a los infiernos de la locura y la depresión en el propio autor. Es en el relato de Engranajes donde se ve claramente cómo el autor padece cierta manía persecutoria, escucha voces que no existen y sufre una especie de migraña que le provoca ver engranajes a través de uno de sus ojos. Todos estos trastornos derivarán finalmente en su suicidio con tan solo 35 años de edad. Una obra recomendable.
39. “El camino de Japón: de Santiago a los 88 templos de Shikoku”, de Luigi Gatti. Historia autobiográfica en la que su autor nos cuenta cómo un encuentro fortuito con una japonesa haciendo el Camino de Santiago provocó que terminase trabajando en Japón y que, posteriormente, realizase la famosa ruta de peregrinación de los 88 templos de Shikoku. Aunque su camino no es la parte central del texto, sirve a modo de referencia para las personas interesadas en hacerlo.
40. “Araña”, de Jon Bilbao. Tras haber leído “Basilisco” no podía pasar sin esta continuación de la historia del Jon de nuestro presente y la del John Dunbar del Oeste. En esta ocasión se entremezclan su infancia como hijo del supervisor de una mina, su posterior separación de Katharina siendo ya adulto y el viaje que realiza con su nueva novia por EE.UU. y el enfrentamiento de Dunbar con el indio Lengua Azul y su posterior encuentro con Lucrecia. Sin duda una lectura imprescindible para los amantes de los western.
En cuanto a los cómics leídos durante este primer semestre del año, ha vuelto a haber de todo y para todos los gustos. Empecé el año con la adaptación gráfica de la historia de «Vernon Subutex» a cargo de Luz Despentes (nunca termina de sorprenderme la jeta que tiene este tipo) y con «Oblivion song 1: La canción del olvido» de Robert Kirkman y Lorenzo de Felici, cuya premisa recuerda a «The leftovers» pero añadiendo monstruos a la ecuación, lo cual no pinta mal pero no he seguido leyéndola. Tampoco he seguido con la serie de «Los asesinatos del lunes negro, vol. 1: Ave, Dios Mammón», de Jonathan Hickman y Tomm Coker por su excesiva complejidad (a pesar de que el dibujo me gustó bastante). Me sorprendió «Ex libris: un cómic» de Matt Madden, una especie de meta historia sobre cómic y literatura. Siguiendo la estela de Monstress, decidí empezar con «The night eaters, vol 1: Lo que queda de la noche», también de Marjorie Liu y Sana Takeda, que me resultó bastante curiosa por la temática algo espiritista. Sobre temas más reales leí «El mundo sin fin», de Jean-Marc Jancovici y Christophe Blain y “Cambio de clima. Un ensayo gráfico (y autobiográfico) sobre el cambio climático”, de Philippe Squarzoni, ambos sobre lo limitado de los recursos y el futuro de la humanidad como no empecemos a cambiar. «La bomba», de Alcante, Bollee y Rodier, sobre el proyecto Manhattan (que me gustó más que la película de Oppenheimer, por cierto); y «PTSD», de Guillaume Singelin, que aunque es ficción habla sobre el trastorno de estrés post traumático que sufren muchos soldados tras haber combatido. De otro trastorno provocado por la guerra habla “La espera” de Keum Suk Gendr-Kim, en el que la autora narra las historias de separación vividas por los coreanos durante y tras la guerra que dividió el país. También “Los leones de Bagdad” de Brian K. Vaughan y Niko Henrichon cuenta una historia de guerra, la de una familia de leones que escapa del zoo tras la caída de una bomba para encontrarse con una ciudad en ruinas, y sobre conflictos permanentes como es el de Palestina e Israel trata “Túneles”, de Rutu Modan, como un alegato en pos de la comunicación y la cooperación.
Volví al western de la mano de Matthieu Bonhomme y su «Se busca Lucky Luke», que sigue todas las claves del género, y cerré la grandísima «Scalped» de Jason Aaron y R. M. Guera, que en cierto modo también es un western pero más violento y desolador. También terminé otra de las series que más me han gustado últimamente, “The nice house on the lake”, de James Tynion IV, Álvaro Martínez Bueno y Jordi Bellaire, aunque deja un final algo abierto a posibles continuaciones. De James Tynion IV (junto a Gavin Fullerton y Chris O’Halloran), leí también “El armario”, en el que los monstruos son más reales de lo que se piensa el padre del niño protagonista. Por su parte, «Senso» de Alfred me llevó a Italia en Ferragosto con una historia tierna a pesar de los pesares, mientras que “La cárcel del fin del mundo. Crónicas de un encierro helado” de Sánchez Kutika y Kundo Krunch me llevó al otro lado del mundo y a la temperatura opuesta para contar la historia de Ushuaia. Otra novela gráfica sobre sitios fríos que leí fue “Marek Kaminski. Cómo conquistar los polos de la Tierra…en un año”, de Agata Loth-Ignaciuk y Bartlomiej Ignaciuk, en la que se cuenta la historia de Marek Kaminski, el primer explorador en el mundo que visitó los dos polos de la Tierra en un solo año.
Más adelante me adentré en “Por el imperio”, de Merwan Chabane, Bastién Vivès y Sandra Desmazières, una curioso peplum de aventuras en tres volúmenes muy ameno y con cierto trasfondo crítico con respecto al espíritu colonizador de ciertas culturas. Seguí con una obra muy actual sobre el afán por la presencia y la fama aunque terminen siendo conceptos vacíos (“El gran vacío” de Léa Murawiec), y, para aligerar un poco el espíritu me divertí de lo lindo con “Calvin y Hobbes. Un mundo mágico”, de Bill Watterson. Después me rallé con “Como un guante de seda forjado en hierro”, ya que Daniel Clowes tiene esa capacidad surrealista estilo David Lynch que te pilla totalmente de imprevisto. Y, volviendo a la realidad, me animé con otra obra de Eleanor Davis (a la que conocí por «Tú, una bici y la carretera»), «El difícil mañana», que trata sobre la responsabilidad individual y colectiva que tenemos sobre el mundo que nos rodea. Por su parte “Palimpsesto” trata de la experiencia como niña adoptada de Lisa Wool-Rim Sjöblom, cómo se sintió desde pequeña y su permanente búsqueda de raíces.
En el mundo superheróico, este año he seguido con el «Nightwing» de Tom Taylor y Bruno Redondo, que mantiene el nivel a pesar de que algunos números cambiaron de dibujante y no fue buena idea. Leí los tres últimos tomos de «Gotham Central», de mi querido Ed Brubaker pero esta vez junto a Greg Rucka, y bueno, el problema que tiene es que hasta el cuarto tomo la serie es brutal y el quinto y sexto son bastante prescindibles. Sin embargo con “Una historia de Reckless: Destruir a todos los monstruos”, esta vez sí colaborando Ed Brubaker con Sean Phillips, se mantiene el listón tan alto como en los tomos anteriores del personaje. En esta línea podría encontrarse “Clase letal, libro 1: noise noise noise”, de Rick Remender y Wes Craig, aunque los héroes en este caso vayan a ser futuros asesinos tras su formación en la Kings Dominion. También podrían incluirse aquí los siguientes tomos de «Hay algo matando niños», de James Tynion IV, Werther Dell’Edera y Miquel Muerto porque Erica Slaugther es una auténtica heroína eliminando monstruos que se alimentan de niños. Siguiendo con protagonista femenina, leí el primer número de “Ojo de halcón: Kate Bishop. Puntos de anclaje”, de Kelly Thompson y Leonardo Romero, muy entretenido aunque menos cómico que su versión masculina. Para comedia el segundo tomo de las “Tortugas Ninja y Cazafantasmas”, de Erik Burnham y Dan Schoening, en el que ambas dimensiones vuelven a combinarse para luchar contra los malos. Menos divertida pero también protagonizada por una de las tortugas ninja es la serie “El último ronin”, de Kevin Eastman y Peter Lair, cuya última grapa leí este semestre.
En cuanto a los manga leídos, continué con «Tokyo revengers» de Ken Wakui (esa locura de viajes en el tiempo de un miembro de bandas juveniles japonesas que tanto éxito ha cosechado) y terminé con «Dragon head» de Minetaro Mochizuki, serie sobre una gran catástrofe que en su momento debió ser innovadora pero ahora resulta bastante manida. Gallo Nero volvió a deleitarme con «Los sentimientos de Miyoko en Asagaya» de Shin’ichi Abe, otro gekiga que faltaba por publicarse en nuestro país, y del mismo género cayó «Mundo perdido» de Yoshihiro Tatsumi, otro recopilatorio de historias del Japón más desolador. Relacionado con esto pero desde una perspectiva más positiva leí la serie de «El marido de mi hermano» de Gengoroh Tagame, que me sorprendió por su cuidadoso tratamiento de un tema complejo como es el de ser gay en Japón. En cuanto a series que colecciono, volvió «Rastros de sangre» de Shuzo Oshimi con un Sheiichi más adulto y dispuesto a alejarse de la relación tóxica que mantiene con su madre. También seguí con «Farewell, my dear Cramer», de Naoshi Arakawa, el spokon sobre fútbol femenino del momento, y, en contraposición, seguí con el clásico «Capitán Tsubasa» de Yoichi Takahashi, ahora en pleno campeonato nacional. De “Joe del mañana”, de Asao Takamori y Tetsuya Chiba, tan solo salió el cuarto volumen, parece que no está teniendo mucho éxito a pesar de ser un clásico sobre boxeo estupendo.
Cerré el primer arco argumental de «Chainsaw man» de Tatsuki Fujimoto (una auténtica locura de monstruos y sangre por todas partes) y continúe leyendo «The promised neverland» de Kaiu Shirai y Posuka Demizu, la serie protagonizada por los niños de un orfanato que se escapan antes de servir como alimento para unos monstruos. Algo más tierna es «Insomniacs after school» de Makoto Ojiro, la historia de los dos compañeros de clase que comparten noches de insomnio en el observatorio de su instituto, al igual que “Hirayasumi” de Keigo Shinzo, cuyos dos primeros volúmenes consiguen calentarte el corazón, y la magnífica «Ranking of kings» de Sosuke Toka, una historia con mucho trasfondo protagonizada por el pequeño Bojji y su amiga la sombra Kage. Sigo también con “Arte”, de Kei Ohkubo, cuyo tesón le ha llevado a convertirse en una pintora de renombre en Florencia y por ello le han requerido en Venecia. Se publicó el último número de “Menstru, tu amiga fiel” de Ken Koyama, que conciencia de forma divertida sobre la menstruación. Además me apeteció retomar una serie que leí hace tiempo, “Kare Kano. Las cosas de él y de ella” de Masami Tsuda, una historia de amor de instituto pero más madura que trata algunas aristas complejas sobre el amor y las expectativas, y me leí los primeros 9 tomos de la serie.
Por último, en lo que respecta al cómic nacional, leí «Ocultos» de Laura Pérez (una pasada estéticamente hablando), «Aquí vivió», de Isaac Rosa y Cristina Bueno (un cómic necesario sobre el tema de los desahucios) y la última ganadora del Premio Nacional del Cómic, «El pacto» de Paco Sordo, una especie de meta historia sobre el cómic protagonizada por un cara dura basado en la historia del gran Vázquez. “Mascotas, espíritus y otros prodigios del Inframundo” de Pep Brocal me resultó bastante original por su premisa de viaje dantesco y también por su dibujo. “La edad estupenda” de Raquel Gu cuenta de modo humorístico ciertas situaciones que suceden a los cuarentañeros, y siguiendo con el humor, leí “Gazpacho agridulce, una autobiografía chino-andaluza”, obra en la que Quan Zhou Wu habla sobre sus vivencias como española hija de chinos en España.