Primeras conclusiones
Termina la tercera semana de curso y, a una por finalizar el mes, me veo con fuerza como para sacar algunas conclusiones al respecto de mis vivencias en este tiempo (no digo yo que no me equivoque en algunas de mis apreciaciones):
– Es más difícil de lo que puede parecer convivir a diario con gente a la que sacas 7-9 años, sobre todo en la veintena. Si nunca he sido la reina de la fiesta en mis años mozos, ahora que ya tengo unos pocos años más menos aún…y no solo eso; no se está en la misma etapa de la vida, no se quieren las mismas cosas, y no se da la misma importancia al hecho de poder disfrutar de esta oportunidad. La clave: paciencia (mucha), y no perder en ningún momento de vista el motivo por el que uno hace esto.
– Confirmado: hay mucho cerdo suelto. Cosas como menaje de cocina en el fregadero durante una semana (hasta que no quedaban más ollas que poder usar), la cuchilla quitapelos en medio de la ducha a diario o el descubrimiento de cientos de cosas «perdidas» debajo de cama ajena lo demuestran.
– Confirmado también lo poco respetuosas que son algunas personas. No se puede llegar un jueves a las 3:30 de la mañana, hablando a voces y con la música a tope, a preparar la cena a tres tíos que acabas de conocer. Y romper un plato de paso, por si quedaba alguien dormido. Y que la fiesta dure hasta las 5 de la mañana. (Solo espero que se cargue en su karma el odio eterno que ardió en mi interior durante esa hora y media)
– Es difícil hablar un idioma que estás aprendiendo cuando te relacionas con gente que está en diferentes niveles de aprendizaje, y cuando, de verdad que sí, el idioma que manda es el inglés. Debido a esto me he dado cuenta de que, muchas veces, voy pensando en inglés. Y por eso, cuando me bloqueo en una tienda, digo «sorry» en vez de «scusi», o «Good morning» al llegar a clase en vez de «Buongiorno», cuando está claro que los italianos me entenderían mejor si hablase en castellano.
– Los italianos no se parecen tanto a los españoles como pensaba. Sí que compartimos el amor por la comida y la bebida (lo que se conoce como «la buena vida»), pero no somos tan desastres en lo que se refiere a la puntualidad (personas o transportes) o la conducción (aunque parezca increíble). Tampoco tenemos tanto latin lover suelto, pero sí que son muy de hacer fiestas. Lo que me ha gustado comprobar es que mucha de su smorfia o gesticulación también se usa en España 🙂
– Como nos ha dicho un profesor, «cuando se viaja no sólo se conoce gente, también lugares, y esos lugares también nos dan la bienvenida y nos despiden». La Toscana en este sentido es un lugar excelente, que enamora nada más verlo. Ciudades como Siena, Florencia o Lucca, pueblos como Pienza o Montepulcciano, son realmente especiales. La bienvenida, por tanto, ha sido buena. Para la despedida aún me quedan 10 días…