Mis lecturas del año 2018 (2/2)
(Continuación de este post)
25. «Los besos en el pan», de Almudena Grandes. Novela coral protagonizada por «gente normal» ambientada en época de crisis, en la que, a través de historias pequeñas se habla de temas como la inmigración, la burbuja inmobiliaria, estafas bancarias, etc. Como todos los libros de Almudena Grandes se lee con facilidad, pero creo que me ha gustado menos que otros suyos que he leído anteriormente. En cualquier caso, es un libro entretenido.
26. «Teoría King Kong», de Virgine Despentes. Uno de los ensayos feministas de los que más se ha hablado este año tras su publicación en España. En él la autora trata una gran variedad de temas (la maternidad, la pornografía o la prostitución por ejemplo) de un modo directo, sin tapujos ni medias tintas, detallando cual es su opinión sobre cada tema y explicando porqué el feminismo como arma revolucionaria ha venido para quedarse. Sin duda es una perspectiva interesante y se deja leer con facilidad, pero como sucede con este tipo de libros (me pasó también con «Cómo se hace una chica» de Caitlin Moran), puedes estar más o menos de acuerdo con lo que propugna y, si no lo estás, acabar cogiéndole un poco de tirria. Pero sin duda da que pensar al lector.
27. «Ven», de Janne Teller. Como me había gustado tanto «Nada» me animé a leer otro libro de la autora, pero, como suele pasar, no tuvo el mismo impacto sobre mí. El libro cuenta la historia de un autor a punto de publicar un libro en el que relata las mismas vejaciones que sufrió una amiga suya hace años en un país africano, y si bien no llega a nombrar a dicha amiga, está claro que el relato es de no ficción y ella teme que acabe conociéndose la verdad. Partiendo de ello, el libro plantea un dilema ético sobre si publicar o no dicha historia, hasta donde es necesario contar, donde está el límite de lo público y lo privado. Un debate interesante, aunque el relato es menos entretenido que el de «Nada», quizás por ser un monólogo.
28. «L’abito di piume», de Banana Yoshimoto. Tercera lectura en italiano del año. Como todos los libros de la autora, trata una historia pequeña que dice mucho más de lo que se ve a simple vista. En esta ocasión la novela está protagonizada por Hotaru, una joven que regresa al pueblo para alejarse de todo lo que le recuerda a su antiguo amor, un hombre casado que la dejó inesperadamente. Allí se dedicará a ayudar a su abuela en una pequeña cafetería, y poco a poco irá descubriendo que su horizonte puede ampliarse a pesar de encontrarse en un lugar más pequeño. Una lectura entretenida y placentera, como todas las de la autora 🙂
29. «Tiempo de Hiroshima», de Suso Mourelo. Tras haber visitado la ciudad de Hiroshima me apetecía acercarme a alguna lectura actual sobre ella, y qué mejor que el ensayo de Mourelo editado por la estupenda La línea del horizonte. Su propio comienzo es una declaración de intenciones: «El nombre de Hiroshima era sinónimo de tristeza. Basta un día para romper la gramática de lo pensado.» Y esa fue precisamente la sensación que tuve al conocer la ciudad. ¿Qué queda en sus habitantes de la tragedia acaecida en 1945? La respuesta a esta pregunta y mucho más se encuentra en este delicado libro. Muy recomendable su lectura para los amantes de Japón.
30. «Las ocho montañas», de Paolo Cognetti. ¿Sabéis esos libros que parecen tocar la tecla correcta en tu interior? Pues este es uno de ellos, y por tanto se trata de una de las mejores lecturas de este 2018. Y es que habla de muchas cosas: de las relaciones entre padres e hijos, de la soledad y la amistad, el amor por la naturaleza, la superación personal, el contraste que existe entre la vida en la ciudad y en el campo, el encontrarse perdido y tratar de reencontrarse…y todo ello con una escritura que te atrapa y que te hace sentir que estás allí, en esas montañas que, impertérritas, ven pasar a tantas y tantas personas en busca de sí mismas.
31. «Pétalos y otras historias incómodas», de Guadalupe Nettel. Conjunto de relatos de una de mis escritoras fetiche desde 2016. Al igual que otras en otros libros suyos, la autora consigue generar cierta desazón en el lector a través de personajes peculiares, maniáticos, que no acaban de encajar del todo en su propia realidad. Como comentaba acerca de «Pelea de gallos» en la primera parte de este post, me parece que en muchas de las historias de autoras hispanoamericanas se deja entrever cierta violencia que lleva a sus protagonistas a no encontrar consuelo en el otro. Siempre merece la pena acercarse a los textos de Guadalupe Nettel, aunque creo que me gusta más en versión novela que en relato.
32. «Las chicas de campo», de Edna O’Brien. Otro libro de mi querida Errata Naturae, pero en esta ocasión de una serie distinta a la habitual, «El pasaje de los panoramas«. Lo elegí como primer acercamiento a la autora, de la que había leído muy buenas críticas. Se trata de una novela ambientada en la Irlanda rural de los años 50, en la que una se relatan las vivencias de una niña tras perder a su madre, sus años de estudiante, etc. Es un relato íntimo, en el que puedes verte reflejado por distintas actitudes típicas de la adolescencia a pesar de haber vivido en otra época y circunstancias totalmente distintas, lo cual tiene mucho mérito, y se deja leer con bastante facilidad, así que es posible que busque algún otro libro de la autora.
33. «¿Dónde vamos a bailar esta noche», de Javier Aznar. Compilación de textos cortos en estilo «crónicas de vida» del más conocido como El Guardián en su blog «Manual del buen vividor» de la revista Elle. Son textos simpáticos, que se leen con soltura (se nota la agilidad del estilo digital al que está acostumbrado el autor) y que apelan mucho a lo generacional, por lo que si eres de los 80 te vas a ver reflejado en muchos de sus referentes (como es mi caso), lo cual siempre te gusta por eso de formar parte de algo. Recomendaría leerlo también de a pocos, como otros libros de relatos, para poder saborealos uno a uno, sin llegar a cansarse, porque lo que suele pasarme a mí es que los engullo de seguido y termino por cansarme.
34. «Mujeres», de Andrea Camilleri. En este libro de relatos cada historia lleva el nombre de una mujer, y todas ellas están en él porque forman parte de algún modo de la propia vida del autor, ya sea como referente literario, como parte de su vida real o dando lugar al imaginario popular. Una lectura para hacer «de a pocos», tratando de disfrutar de cada una de esas historias como entes individuales, igual que ha hecho el propio autor.
35. «El proyecto esposa», de Graeme Simsion. Novela en clave de humor sobre un profesor de genética con el síndrome de asperger que, a sus 39 años, decide que ha llegado el momento de encontrar esposa. Para evitar perder tiempo (que lleva calculado al minuto) con citas infructuosas, decide crear un cuestionario cuyas respuestas le llevarán a encontrar a la mujer perfecta, pero, como no podía ser de otro modo, una chica que representa todo lo opuesto a lo que busca le llevará a darse cuenta de su error. Vamos, que la historia es lo más típico y tópico que puedas echarte en cara, pero es la típica lectura que agradeces en verano por lo liviano. Además, me trajo recuerdos de Wilt, uno de esos personajes que dejan huella, jeje.
36. «Storia di chi fugge e di chi resta», de Elena Ferrante. Tercer libro de la tetralogía de la Ferrante y cuarta lectura en italiano del año. En esta ocasión vivimos las andanzas de Lila y Elena durante su treintena, cómo se enfrentan a los éxitos y desilusiones mientras el clima político y laboral de trasfondo es cada vez más complicado. Parece que ambas están cada vez más lejos, pero siguen manteniendo ese hilo común del destino que no deja que se separen nunca a pesar de sus distintas circunstancias. Quizás este sea el libro que menos me ha gustado de los tres que llevo, pero aún así estoy deseando leer el desenlace de la historia.
37. «Mi familia y otros animales», de Gerald Durrell. Uno de mis libros de infancia preferidos que decidí retomar tras ver la serie de televisión que han hecho sobre esta serie de libros. Si bien me sigue pareciendo una historia divertida, indispensable para todos los que somos amantes de los animales, he de decir que me costó mucho más leerlo que la primera vez que lo hice. El lenguaje me pareció algo rebuscado y no conseguí engancharme del todo. Parece que, a veces, es mejor quedarse en el recuerdo que tienes de algo…jeje.
38. «Cara de pan», de Sara Mesa. Tras escuchar la entrevista que hicieron en El cuentahílos a la autora no pude evitar querer comprar el libro nada más salir, por esa actitud que tenemos los humanos de tener prejuicios sobre todo aquello que se sale de lo habitual, como es el caso de esta historia que habla de la amistad entre una niña que no quiere ir al instituto y por eso se escapa todos los días al parque, donde se hace amiga de un señor que es bastante extraño y sabe mucho de pájaros. El libro habla de eso, del conflicto interior de la protagonista por hacer algo que está mal pero que aún así le sienta bien porque se siente a gusto con él. Una lectura interesante, aunque al terminarla me pareció que faltaba algo, no sé bien qué.
39. «Cicatriz», de Sara Mesa. Casi a la vez que compré el libro anterior fui a la biblioteca y cogí este otro de la misma autora porque me pareció interesante el argumento, además de ser más o menos contemporáneo. En él se nos relata la historia de Sonia y Knut, dos personas que se conocen a través de un hilo de internet y que terminarán por llevar una relación obsesiva más allá del medio digital. Ella parece sentirse atraída por la atención que él le presta, pero a la vez quisiera alejarse porque es demasiado exhaustivo, parece no tener nadie más en el mundo que ella. El libro no me encantó, pero sí que me pareció interesante porque expresa muy bien la dependencia que producen las relaciones en general y que consigue trasladarse al ámbito digital.
40. «Walden», de Henry David Thoreau. Por fin me atreví con este clásico de la novela sobre naturaleza (editado, como no, por Errata Naturae) de tipo autobiográfico en el que Thoreau narra su experiencia viviendo junto al lago Walden a mediados del siglo XIX, en una cabaña construida por él mismo. En realidad la idea en sí misma es más aventurera que su modo de vivirla, porque sí, comía lo que le daba el huerto y lo que pescaba, pero no dejó de tener contacto con amigos y excursionistas que pasaban por la zona, por lo que no fue un aislamiento total. Aún así la experiencia le da para reflexionar sobre el hombre y la naturaleza, criticar ciertas actitudes y modos de vida que se adoptan cuando se vive en sociedad y plantear su hipótesis de vida que es «Todo lo bueno es libre y salvaje». El libro es algo tedioso cuando se empeña en listar todo lo que le ha hecho falta para construir la cabaña por ejemplo, pero es una lectura necesaria para entender mucho de lo que se ha escrito después en cuanto a literatura sobre naturaleza.
41. «La muerte y la primavera», de Mercé Rodoreda. Un libro que me leí un poco porque estaba ahí y porque recordaba con cariño «La plaza del diamante» que tuve que leerme en el instituto. No sé si sería por falta de ganas o por la complejidad del texto en sí, pero me costó horrores terminarlo. Supuestamente se trata de un texto alegórico que, a través de las vivencias de un joven en un pueblo de extrañas costumbres y el clima turbio que reina entre sus habitantes, quiere hablar sobre la opresión de la dictadura. No sé, a mí no me llegó, lamentablemente.
42. «Los gatos de Fortuna», de Anne Duperey. Uno de los libros que me regalaron por mi cumpleaños que trata sobre las experiencias de la propia autora con los gatos, desde su infancia, cuando vivió con muchos animales (entre ellos gatos) hasta sus veinte, cuando volvió a tener gato porque la eligió como dueña, y posteriormente los que tuvo de adulta y la relación que estos tenían también con sus hijos. La verdad que es un libro bonito en el que nos podemos ver reflejados por algunas cuestiones los amantes de los gatos, además de aprender algunas cosas que quizás no supiéramos sobre ellos.
43. «La quinta estación», de N. K. Jemisin. Otro de los préstamos de Miriam, en esta ocasión una novela fantástica ganadora del premio Hugo en 2016. Es la primera de la Trilogía de la tierra fragmentada, ambientada en un continente muy inestable debido a la multitud de seísmos que se producen. Los orogenes, humanos con capacidad para sesapinar, pueden prevenir y mitigar dichos movimiento de tierra, pero aún así son tratados de un modo despectivo, quizás por desconocimiento, quizás por miedo. La novela presenta tres líneas argumentales protagonizadas por tres mujeres orogenes que viven distintas circunstancias y que, por ahora, no han llegado a juntarse. La historia promete, la verdad, me apetece continuar con ella 🙂
44. «La vida del pastor», de James Rebanks. Buceando en tus librerías de referencia a veces puedes encontrar libros que llaman tu atención pero a los que de otro modo quizás no te hubieras acercado (cosa que hay que agradecer a la selección de libros del librero), y este es uno de esos casos. En él el autor narra su propia vida como pastor en Reino Unido en el distrito de los Lagos, donde actualmente acuden muchos turistas por la belleza del lugar, pero que lleva siendo el lugar de trabajo de su familia desde hace muchas generaciones. Y de eso trata el libro, de explicar en qué consiste su oficio, de hacer entender a la gente que aquello es algo más que un lugar bonito, y de porqué las ovejas que por allí pululan son esas y no otras. Una lectura fundamental por recuperar un oficio tradicional y hacernos llegar a los urbanitas su dureza y su belleza.
45. «Fang fang», de Paloma Robles. Regalo de Sonia, esta es una lectura que debería ser de obligada lectura para muchos, puesto que trata de la dureza de ser inmigrante, la vida a la que se enfrentan los que vienen, la dificultad de hacerse un sitio, aprender el idioma, mantener un negocio, etc. La autora, cuya historia profesional la vincula irremediablemente con China, nos cuenta la historia de una familia china que vino a Madrid en los 80/90 esperando encontrar una vida mejor aquí, pero las circunstancias no siempre son las que esperas antes de emprender esa aventura. Y es que este libro hace ver al lector que hay cosas que son universales, y que en realidad no estamos tan lejos de nuestros vecinos aunque vengan de otro país.
46. «Moscas», de Agustín Pery. Publicitado en «El cuentahílos», esta mini novela negra nos sitúa en una isla de Mallorca inundada de corrupción y podredumbre humana (como esa a la que acuden las moscas…). Nuestro protagonista, un policía nacional rudo y «muy hombre» busca destapar quién está detrás del asesinato de un periodista que estaba sacando a la luz parte de la trama política local. Es curioso como, a pesar de estar muy lejos de lo que narra la historia, puedes sentir que es algo bien tangible, quizás sea porque es tipo relato periodístico. Lo único que no me ha convencido es rollo duro del protagonista y otros personajes, en plan «cojo todo lo que quiero porque me pertenece», aunque supongo que también va sobre eso la historia, pero a mi me ha hecho sentirme ajena.
47. «Las cosas que perdimos en el fuego», de Mariana Enríquez. Otra de las recomendaciones de Miriam, también se trata de un libro de relatos de autora latinoamericana, y, como los anteriores, presenta una realidad mágica a la par que turbia, mezclando historias de terror (la especialidad de esta autora) del estilo casa encantada, espíritus, etc. con una sociedad y unos individuos turbios, que han aprendido a vivir en un entorno hostil y se muestran totalmente ajenos al resto de personas con las que «conviven» (por decirlo de algún modo). Muy recomendable para quienes gusten de vivir en la desazón de una sociedad malvada.
*«Te odio como nunca quise a nadie», de Luis Ramiro. Poemario que añado en plan bonus track para que luego no digan las malas lenguas que todo lo que leo son libros cortos para aumentar el cómputo total 😛 Lo cierto es que no sabía nada de este cantautor, y estando en una mediateca de Alcobendas llamó poderosamente mi atención el título y me decidí a cogerlo. Y la verdad es que se lee en un pis pas, porque sus poesías son breves, frescas y actuales, no cuesta nada acercarse a ellas y puedes reconocerte en muchas de las sensaciones y situaciones que componen sus versos. Muy recomendable para darse un respiro de otro tipo de lecturas más arduas.
Además he leído, como no, mucha novela gráfica, alguna que otra especialmente buena. Empecé con «Ásterix en Italia» de Goscinny y Uderzo (pse), seguí con «Piruetas» de Tillie Walden (todo un descubrimiento de mi vecino que me encantó), varias cosas del grandísimo Liniers (el número 12 de «Macanudo», «El globo rojo en la lluvia» y «Buenas noches, planeta»), dos obras de Paco Roca («La encrucijada», una interesante mezcla de dibujo y música, y «El tesoro del cisne negro», realizado junto a Guillermo Corral, que me ha fascinado, quizás por ser de tipo aventuras, quizás por la importancia que le da a los archivos y la Historia que hay alojada en ellos) y «Bordados» de Marjane Satrapi (también estupenda).
Me encantaron «El club del divorcio» e «Historia de una geisha» de Kazuo Kimura (autor que he descubierto este año), y volví a disfrutar del genial Naoki Urasawa con su «Billy bat» (en serio, ¿dónde fabrica sus ideas este tío? Porque yo quiero ir ahí, jeje). Me reí con las andanzas de Arale en la famosa serie de Akira Toriyama «El doctor Slump» y sonreí con las aventuras de la perrita «Ciruela» de Emma Chichester Clark. Con «Croqueta y empanadilla» de Ana Oncina me divertí algo menos, quizás no es mi tipo de cómic, aunque «Domando gatos» de Sarah’s Scribbles me pareció bastante más divertido y también son historias del día a día. «La mujer rebelde. La historia de Margaret Sanger» en particular y esta serie de historias de mujeres de Peter Bagge en general me han parecido muy interesantes por saber entretener al lector a la vez que le enseñan. También leí «La mujer de al lado» de Yoshihoru Tsuge (me gustó algo menos que «El hombre sin talento»), «Belleza» de Kerascoët y Hubert (solo verlo ya merece la pena por la calidad de su dibujo), «Silent voice» de Yoshitoki Oima (que leí a raíz de la peli y me gustó igual o más), «Nieve en los bolsillos» de Kim (esta vez relato autobiográfico, muy interesante también), «Fellini en Roma» de Tyto Alba (una relación que merece la pena conocer) y, como sorpresa de fin de fiesta, «¿Dónde estás?» de Bea Enríquez (ganadora del Premio Internacional de Novela Gráfica FNAC-Salamandra Graphic 2018), un conjunto de anécdotas autobiográficas de la autora que me hicieron sentir bastante identificada por su modo de ver las cosas.
En definitiva, el 2018 ha sido otro buen año para la lectura, ¡no espero menos del 2019!
Seguirte el ritmo es complicado, ¿eh? Felicidades por todas las lecturas y a seguir así (o más)