Mafalda
Escultura de Mafalda en el Campo San Francisco (Oviedo).
Homenaje a Quino, Premio Príncipe de Asturias en 2014.
Escultura de Mafalda en el Campo San Francisco (Oviedo).
Homenaje a Quino, Premio Príncipe de Asturias en 2014.
Cuando se publique esto, yo estaré en este particular remanso de paz,
disfrutando de unas merecidas vacaciones en las que
alimentaré cuerpo (con deliciosos manjares y aire puro)
y mente (recreando mi vista en maravillosos paisajes).
Será un descanso breve, pero seguro que intenso 🙂
P.D. Con esta fotografía gané el primer premio del ¿VIII? Concurso de Fotografía del Centro asturiano en Tres Cantos, Aires de Asturias.
Nada ni nadie te prepara para uno de los momentos más difíciles de la vida. Hay veces que la despedida es por un «para mejor», pero que sea así tampoco implica que se haga más llevadera. Así, sólo queda el consuelo del reencuentro…
«No se ponga triste ante una despedida. Una despedida es necesaria para volver a reencontrarse. Y un reencuentro, después de un momento o después de toda una vida, es algo inevitable si somos amigos de verdad.» (Anónimo)
Hasta ahora no nos habíamos atrevido con la ruta más famosa del Principado, en parte porque, tal y como sospechábamos, estaría hasta arriba de gente, pero sobre todo porque, en su totalidad, tiene 24 kilómetros de ida y otros 24 de vuelta. Una opción era quedar con alguien a mitad de camino para intercambiarse las llaves del coche, otra dormir en un extremo y hacer la vuelta al día siguiente…pero, finalmente, optamos por hacer la mitad del camino, desde Poncebos (donde también está el funicular de Bulnes) hasta Caín, ya en León, y vuelta. En total 24 kilómetros.
Personalmente, y aunque había visto algunas fotos, no me la imaginaba así. De la ruta del desfiladero de las Xanas dicen que es un Cares en miniatura; nada que ver. La altura de las montañas y la profundidad del barranco, además de la extensión, hacen de la ruta del Cares un panorama inigualable, que, aunque a día de hoy sea una auténtica romería, merece la pena ver.
Sin olvidarme, claro está, de las cabras, que vagaban a sus anchas por sus dominios 🙂