Candelario
Pueblín salmantino situado a las faldas de la (viva la originalidad) Sierra de Candelario, cuya visita, sin duda, merece la pena. Y no se trata sólo del entorno, sino también de lo bien que está conservado. Resulta todo un placer el pasear por sus calles, repletas en fines de semana y festivos, dejándose llevar por la apetencia, siguiendo el camino del agua (en otro tiempo sangre, puesto que las regaderas de sus calles servían para este fin) y encontrando a cada paso una balconada o una batipuerta sobre la que posar la mirada.
Candelario, Salamanca. 2015.
Una casa tallada en piedra
Por los callejones
Una de las cosas que más me gusta de Italia en general y de Roma en particular son sus callejones, túneles oscuros que llevan a patios vagamente iluminados, decorados con plantas y, siempre, silenciosos. Un espacio en el que introducirse para dejar atrás el ruido de las calles principales, el sol y las aglomeraciones; en definitiva: un oasis de paz en el caos.




