Caminando por Oporto, en el tránsito entre la ciudad alta y la ciudad baja, descubrimos laberintos de calles repletos de escaleras que me hacen recordar los juegos espaciales de Escher. Recovecos entre casas con paredes desconchadas, en los que aún te puedes encontrar lavaderos comunales rodeados de tendales, espacios en los que los pasos del caminante perturban el silencio reinante.
A cinco kilómetros al sur de Braga, dominando una colina con vistas a la ciudad, se encuentra el santuário do Bom Jesus do Monte, un lugar que merece la pena visitar si se está por la zona. La iglesia o santuario en sí misma no tiene un gran encanto, pero el conjunto tiene algo especial, como si llevara años abandonado pero, a la vez, se mantuviera cuidado. En buena medida, su encanto le viene de la gran escalinata de entrada, que simboliza un ascenso hacia Dios.
Dicha escalinata está dividida en varios tramos, pero tiene fundamentalmente dos partes. La primera es la conocida como «escalinata de los Cinco Sentidos» debido a que, al final de cada tramo que se supera, se encuentra una fuente dedicada a cada uno de los sentidos (Oído, Vista, Olfato, Tacto y Gusto). El segundo tramo está dedicado a las Tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad).
Así que, si tenéis oportunidad, la visita es 100% recomendable 😉
Los edificios sagrados, por regla general, suelen tener rincones cargados de significado, que dan sentido pleno al mismo adjetivo «sacro». Es indiscutible que los arquitectos de dichas construcciones sabían lo que hacían, porque aún hoy se mantiene ese aire de misterio y espiritualidad, que inspira a la vez respeto y grandeza.
