enero 24

A lo Miyazaki

Hayao Miyazaki es capaz de ver mucho más allá de cada casa, árbol o persona, imaginando mundos increíbles en los que todo es posible, desde bosques habitados por espíritus hasta motas de polvo alborotando en el desván, o padres que se convierten en cerdos (por poner algunos ejemplos).

Emulando al maestro, «en aquel paraje inhóspito, encubierta por la tierra, las raíces, la hierba y las hojas que descansaban sobre ella, nos topamos con una embarcación a la espera de la crecida del río tras el deshielo. Tan sólo dejaba a la vista un pedazo de la proa y parte de los mástiles que debían sujetar sus velas, por lo que resultaba sencillo que pasara desapercibida. Pero los corzos sabían que, en primavera, temblaría el suelo bajo ellos por la puesta en marcha de los motores, seguida por el estallido del barco al flotar de nuevo sobre las tan esperadas aguas del río.»

 

Gracias Jesús por hacer volar mi imaginación…

enero 9

El milagro de la luz

En alguna ocasión me han preguntado si, con lo que llueve en Asturias, no echo de menos el sol. Es cierto que el cielo aquí suele estar cubierto de nubes y hay mucha menos luz que en otros lugares de la Península; pero las nubes me gustan, y quitando los días en que el cielo es difuso (ni las nubes tienen forma, y todo se vuelve color gris), viviendo aquí no hay motivo para echar de menos la luz (como pasa en otros países, véase Inglaterra, que, por lo que me han dicho, da poca tregua a sus habitantes en lo que a lluvia y cielos oscuros se refiere).

Este año está siendo un poco atípico puesto que ha hecho «bueno» (esto va según pareceres) hasta hace bien poco, y la lluvia no acompaña tan a menudo como en el 2010. Pero ya sí se nota que estamos en invierno, con la bajada de temperaturas, el desnudo de los árboles y, sobre todo, la luz. Las nubes cubren casi a diario el sol, parcial o totalmente, lo que nos deja días de semipenumbra en los que, muy a mi pesar, hay que utilizar la luz eléctrica aún siendo de día.

El caso es que, es en días como estos, en los que «el milagro de la luz» es aún mayor, convirtiendo este paraíso natural en una increíble postal digna de ser admirada. Tras una mañana de tormenta, las nubes se abren y dan paso a un sol que calienta, aunque el cielo mantenga sus nubes grises a la espera. Es en ese rato que el día «abre» que cambia el color de los paisajes, pasando los prados del verde oscuro al intenso, e iluminando los haces de luz que se escapan entre las ramas de los árboles cada una de las gotas que hace equilibrios en ellas.

Y, como por arte de magia, uno siente que el cuerpo va cogiendo temperatura, que los cabellos brillan (como en los anuncios de Pantene 😉 ) y las caras se iluminan. El estado de letargo en que parecen sumirse los cuerpos en invierno deja paso a la sangre y la vida, que llega a nosotros, igual que a la naturaleza, tras habernos cubierto de agua.

Sí, definitivamente aquí hay menos luz que en otros lugares, pero cuando el sol hace acto de presencia es capaz de despertar la vida.

enero 4

1Q84

«Me guste o no, ahora me encuentro en «1Q84″. El año 1984 que yo conocía ya no existe. Esto es 1Q84. El aire ha cambiado, el paisaje ha cambiado. Me tengo que adaptar rápidamente a la forma de ser de este mundo con signo de interrogación. Igual que un animal liberado en un nuevo bosque. Para protegerme y sobrevivir, tengo que comprender sin dilación las reglas del lugar y amoldarme a ellas.»

«1Q84» Haruki Murakami