octubre 24

Verde musgo

Por fin llegó la lluvia, y con ella una luz distinta, y una nueva gama de colores en la naturaleza por apreciar. Siempre me han gustado las distintas tonalidades que adquiere el verde según de qué planta provenga, cómo le incide la luz o sobre qué superficie está. El musgo de este tronco, por ejemplo, al estar iluminado por el sol adquiere un verde luminoso y resplandeciente, que parece eliminar cualquier resto de la humedad que normalmente les caracteriza.

 

Cuando veo musgo recuerdo aquellos días próximos a las Navidades en que iba con mi padre a recogerlo para utilizarlo en el belén, y la sensación de cogerlo por debajo, como si se tratase de una pieza indivisible, e ir desprendiéndolo poco a poco, sintiendo su humedad en la palma de la mano…

octubre 18

Las madreñas

 

Las madreñas son uno de los muchos símbolos de Asturias. Su función es servir de aislante de la humedad y el barro para el trabajo en el campo, pero es sorprendente la forma en que se mimetizan con el entorno, como si, de antemano, estuvieran hechas para encajar aquí.

octubre 13

Lomografia II

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Como ya dije en este post, revelar las fotos de una cámara Lomográfica es siempre una aventura. Pues bien, ya tengo los resultados de mi última incursiva con una de estas cámaras, la Lubitel 166B.  De todo un carrete solamente salieron 4 fotos (lo cual puede entenderse como todo un logro o un desastre total, pero casi prefiero quedarme con la primera opción 😉 ). Podrían estar mejor, desde luego, pero la cuestión es que ya sé que la cámara funciona y que tengo que limpiar el objetivo (esas manchas-gota no quedan demasiado bien).

Eso sí, sólo por esta foto ha merecido la pena 🙂 ¡Habrá que seguir probando!

octubre 6

Hogar, dulce hogar

 

A veces, cuando era pequeña, me gustaba alejarme del resguardo del hogar familiar. Corría entonces ladera abajo, hasta caer rendida entre los hierbajos. Allí tumbada, con el corazón latiendo a toda velocidad y un ligero pálpito en la cabeza, escuchaba mi propia respiración mientras miraba el cielo.

Poco a poco iba recuperando el aliento, y, a medida que lo hacía, dejaba de escucharme a mí misma, dando paso a los sonidos que se producían a mi alrededor. No solía tardar mucho en oír algún ruido de indefinida procedencia que conseguía ponerme los pelos de punta, provocando que me incorporase a toda velocidad, como si tuviera un resorte, y volviera la cabeza atrás. Y, más allá de la ladera de matojos, la encontraba a ella, esperando mi regreso, deseando acogerme de nuevo en sus cálidas estancias.