Por muchas procesiones que vea, no puedo evitar sentime impactada por su estética y solemnidad; parece que uno se vuelva pequeñito frente a la presencia nazarena, el tamaño de las imágenes y el esfuerzo de los que las cargan.
En Cívica (Guadalajara) hay una casa tallada en la piedra, con sus habitaciones, terrazas, ¡e incluso su bar! Todo abandonado ya, eso sí, pero aún curioso para el observador que la mira desde fuera, para el visitante que se adentra en sus entrañas.