marzo 5

Deshielo a mediodía

El aire matinal repartió sus cartas con sellos incandescentes.

La nieve iluminó y todos los pesares se alivianaron: un kilo pesaba

apenas setecientos gramos. Deshielo a media mañana

El sol estaba alto sobre el hielo, volando por el lugar, caliente y frío

a la vez.

 

El viento avanzó lentamente como si empujase un cochecillo de niño

frente a sí.

Las familias salieron, vieron cielo abierto por primera vez

en mucho tiempo.

Estábamos en el primer capítulo de un relato muy intenso.

El resplandor del sol se adhería a todos los gorros de piel,

como el polen a los abejorros,

y el resplandor del sol se adhirió al nombre INVIERNO

y se quedó allí hasta que el invierno hubo pasado.

Una naturaleza muerta de troncos, en el lago, me puso pensativo.

Les pregunté:

“¿Me acompañan hasta mi niñez?” Respondieron: “Sí”.

Desde la espesura se escuchó un murmullo de palabras

en un nuevo idioma:

las vocales eran cielo azul y las consonantes eran ramas negras

y hablaban

muy lentamente sobre la nieve.

Pero la tienda de saldos, haciendo reverencias con su

estruendo de faldas,

hizo que el silencio de la tierra creciese en intensidad.

Sombras de luz

«Deshielo a mediodía» Tomas Tranströmer

octubre 5

Con el arroyo

«En conversaciones con contemporáneos yo vi oí tras sus

rostros

la corriente

que corría y corría y llevaba consigo a voluntarios e involuntarios.

 

Y el ser con ojos pegados

que quiere ir hacia el medio del chorro, contra la corriente,

se arroja hacia delante sin temblar

en furiosa hambre de sencillez.

Donde más fuerte es la corriente,

como allí donde el arroyo se angosta y va hacia el otro lado

del chorro – lugar donde hice un alto

luego de un viaje a través de bosques secos

 

una noche de junio: el transistor da lo último

de la sección extraordinaria: Kosygin, Eban.

Algunos pocos pensamientos me taladran, desesperadamente.

Algunos pocos hombres están lejos del pueblo.

 

Y bajo el puente colgante pasan las masas de agua

 

estrellándose. Aquí llega la madera. Algunos troncos

señalan hacia el frente como torpedos. Otros se tuercen

totalmente, giran torpemente y van hacia destinos nulos

y algunos olfatean las costas del arroyo,

se meten entre piedras y resaca, se clavan

y se dan la vuelta como manos unidas,

 

inmóviles en el estruendo…

 

Vi oí desde el puente colgante

en una nube de mosquitos,

junto con algunos muchachos. Sus bicicletas

enterradas en el verde – solo los cláxones

sobresalían.»

Deshielo a mediodía. Tomas Tranströmer