agosto 14

Los misterios de París

ihortal-1183

Érase que se era

un obrero cojo

al que se le había asignado

la tarea de emplazar

los balcones

en el lado izquierdo

de la fachada

de un bello edificio parisino.

 

Trabaja que trabaja,

(que si pica por aqui,

enyesa por allá,

que si enjuágate el sudor,

lija un poco de acá,

y pinta por acullá),

cuando al bajar del andamio,

henchido por el orgullo

del que sabe del suyo

un trabajo bien hecho,

alza la vista y exclama

 

«¡La leche!»,

tras haberse percatado,

ya a toro pasado,

de que debió haber usado

el famoso inclinómetro.