Mis lecturas del año 2023 (2/2)
(Viene de este post).
41. “Como nosotros”, de Marisa Mañana. Conjunto de relatos cuyo hilo común podría ser el deseo que sienten sus protagonistas y que se materializa como algo que casi puede olerse, palparse e incluso masticarse. La autora parece querer que el lector se replantee los prejuicios con los que partimos en temas como el deseo o la aceptación de nuestra propia sexualidad. Desconcertante.
42. “Los libros de Terramar II: Las tumbas de Atuan”, de Úrsula K. Le Guin. En esta segunda entrega la protagonista es la joven Tenar, sacerdotisa de Atuan, que, a pesar de su poder, está obligada a vivir recluida en una fortaleza en el desierto. Todo cambia cuando Ged trata de robar uno de los tesoros que se encuentra en el interior de la misma, y será en sus conversaciones con él que descubra que hay vida fuera de esas paredes. Una obra pionera en literatura fantástica por tener una heroína por protagonista.

43. “Manazaru: una historia de amor”, de Hiromi Kawakami. Relectura de la obra para el Club de lectura de literatura japonesa. Manazaru es el lugar donde Kei acude en busca de respuestas tras la desaparición de su marido, del cual no se encontró el cuerpo por lo que se trata de una historia sin cerrar, que impide a la protagonista seguir con su vida. Entre recuerdos y conversaciones con una presencia femenina que se le aparece de vez en cuando avanzamos en la psique de Kei, en busca de un sentido para su existencia. Una lectura profunda, aunque no de mis preferidas de la autora.
44. “La intuición de la isla: los días de José Saramago en Lanzarote”, de Pilar del Río. Homenaje de la autora a los años que Saramago pasó en Lanzarote. Allí el autor encontró un paisaje a su medida, y en «A casa» un espacio donde crear, recibir visitas de sus innumerables amigos y habitar como un verdadero hogar. Un ensayo que nos muestra la importancia de esa figura en la sombra que ayuda a la creación del escritor y el amor que sentía Pilar por José. Muy recomendable.
45. “Memorial drive: recuerdos de una hija”, de Natasha Trethewey. Ensayo dedicado a la madre de la autora, que murió asesinada por su marido a los 40 años. Tras divorciarse del padre de Natasha, ambas se irán a Atlanta en busca de una vida mejor para ella, hija de un matrimonio interracial, pero lo que encontrará es un maltratador como pareja del que no podrá escapar ni aún acudiendo a la Comisión para mujeres maltratadas.
46. “Se tiene que morir mucha gente”, de Victoria Martín. Novela escrita en clave de humor sobre una chica que quiere ser guionista (y que bien podría ser la propia autora) cabreada con el mundo porque, aunque trabaja en un programa de comedia, lo único que hace es llevarle el desayuno a su jefe. Su vida se complica cuando una amiga del colegio muy pija que está a punto de ser madre se planta en su casa, que comparte con una tercera amiga, porque tiene dudas sobre su matrimonio. Toda una oda al miedo a crecer y a afrontar responsabilidades que no me convenció.
47. “En la boca del lobo”, de Elvira Lindo. Julieta se encuentra en un momento difícil de transición entre la infancia y la vida adulta, en el que tiene problemas en el colegio y con su madre. Su escapada al pueblo familiar le servirá como vía de escape ideal para sentir el cariño de las vecinas y encontrarse con viejas historias que le explicarán el comportamiento de su madre (y a los lectores el suyo). Una historia repleta de luces y sombras.
48. “Y del cielo cayeron tres manzanas”, de Nariné Abgarián. Novela ambientada en Maran, una pequeña población armenia en la que solo habitan unos pocos ancianos, puesto que en el pasado sufrieron una larga sequía y el genocidio en la Iª Guerra Mundial. A través de Anatolia y Vasili, dos ancianos de vidas difíciles que se encontrarán en la última etapa de sus vidas, conoceremos la dura pero mágica historia del lugar. En su conjunto las historias de Maran conforman una estupenda saga familiar que merece la pena ser leída.
49. “Astoria”, de Ángela Tabuenca-Meroño. Una de las lecturas que me tocó en Masa crítica de Babelio. En ella la joven Lucía escapa de su vida junto a un novio algo posesivo en Sicilia para tratar de conocer su pasado familiar. El viaje le llevará a Astoria, población estadounidense famosa porque allí se rodó Los Goonies. Allí conocerá a Brad, el hijo de su casera, y mientras mantiene un idilio con él tratará de indagar en sí misma y en lo que quiere en su vida. Una novela entretenida, ideal para los calores veraniegos.
50. “Los reyes del Jaco”, de Vern E. Smith. Relato ficcionado basado en los artículos periodísticos escritos por el propio autor para la revista Newsweek sobre la vida en los bajos fondos de Detroit. Willis McDaniel maneja el negocio de la droga en la ciudad, pero Lennie Jack y Joe Rojo quieren desbancarle, así que dan un palo en una de sus entregas y tratan de mover por su cuenta esa droga. Pero McDaniel no descansará hasta encontrar a los culpables, y cualquier movimiento en falso de estos podría delatarles…Un thriller emocionante que recuerda mucho a la magnífica serie The Wire.
51. “Una mujer”, de Annie Ernaux. Ensayo en el que esta autora Premio Nobel reflexiona sobre la vida de su madre a raíz de su fallecimiento. Esta fue una mujer con mucho carácter, resolutiva, que tras casarse se dedicó a regentar una tienda. Como madre es una mujer posesiva, que trata a su hija como una especie de proyecto de lo que ella quiso ser pero no pudo, aunque al mismo tiempo también es distante con ella, quizás por no haber conocido otro tipo de afecto en su vida. Un texto profundo y conmovedor que es también espejo para el lector y su propia vida.
52. “Vagalume”, de Julio Llamazares. Lectura en formato audiolibro que cuenta el regreso de César a la ciudad de provincias donde empezó su carrera periodística. El motivo que le lleva allí es la muerte de Manolo Castro, el que fue su mentor además de un gran amigo, pero los acontecimientos le irán mostrando que no lo conocía tanto como creía. En su despacho su mujer y sus hijas encuentran una serie de obras sin publicar, y a través de ellas veremos cómo su historia se entrelaza con la de su padre, que escribió una serie de obras bajo el pseudónimo de Vagalume durante la dictadura. Una novela de intriga algo reiterativa para mi gusto.
53. “La larga marcha”, de Stephen King. Cien jóvenes estadounidenses de 18 años han sido seleccionados para participar en la larga marcha, un evento de fama nacional cuyo premio es poder pedir lo que desees, pero tan solo una persona puede terminar la marcha, el resto serán eliminados. A lo largo de la narración conoceremos las motivaciones de algunos de los participantes y sufriremos junto a ellos los achaques físicos y desvaríos mentales motivados por caminar durante días sin poder parar. Lo más interesante de la obra es el enfrentar a los personajes a un final que está próximo, ver cómo lo toma cada uno y las relaciones que se establecen entre ellos.
54. “Los misterios de la taberna Kamogawa”, de Hisashi Kashiwai. Nagare Kamogawa es un expolicía que monta junto a su hija Koishi un negocio particular, una pequeña taberna en Kyoto a la que tan solo acuden los que logran desentrañar un críptico anuncio en una revista culinaria. Porque lo que hace especial a este local es que es una agencia de detectives especializada en encontrar antiguas recetas de familia o platos de locales que desaparecieron hace ya años. De este modo, en cada una de las cinco historias que componen el libro, una persona visitará la taberna en busca de ese plato cuyo recuerdo ha permanecido en su memoria en el tiempo. A pesar de que la novela me pareció bastante ligera, hay en ella una descripción hermosa sobre el modo de concebir la cocina por parte de la cultura nipona.
55. “Mujeres solas”, de Takako Takahashi. Libro de relatos interrelacionados entre sí. Como se puede intuir por la historia personal de la autora, nunca quiso ceñirse al papel que socialmente se le había asignado por ser mujer, y, al igual que ella, las féminas de sus relatos no se adaptan a la realidad que les rodea. Mientras lo leía me he sorprendido sintiendo que espiaba lo que sucedía a través de una cortina, como si hiciese algo prohibido, y al final terminas entendiendo cómo se sienten sus personajes, aún estando rodeadas de gente, pero siempre solas en ese lugar donde se guarda lo que no se puede contar. Muy recomendable.
56. “Gotas de Sicilia”, de Andrea Camilleri. Ensayo que recopila siete textos del autor que tienen como telón de fondo su tierra natal, Sicilia, y que se mueven en el terreno del recuerdo del autor, si bien algunas situaciones parece imposible que se hubieran dado en la realidad. Pero es que la realidad de Sicilia es muy peculiar, lo mismo que los personajes y vivencias incluidas en el libro. La mafia, como no podría ser de otro modo, es protagonista en varios de los relatos, pero curiosamente, a pesar de que su influencia es negativa, el modo de narrar los hechos de Camilleri consigue arrancarte una sonrisa por lo esperpéntico y particular. ¡Qué bueno encontrarse con perlas literarias como esta de vez en cuando!
57. “La casa de las bellas durmientes”, de Yasunari Kawabata. La casa que da título al libro es un negocio al que los ancianos van a dormir junto a jóvenes que han sido drogadas para que no se despierten y los hombres puedan disfrutar de yacer junto a un cuerpo que todavía no ha sufrido el paso de los años y les evoque recuerdos de épocas pasadas. Eguchi, protagonista de la obra, se descubrirá recordando a lo largo de las noches que pasa allí a otras mujeres y sintiendo cierto enganche al poder que supone estar junto a alguien al que se podría matar o forzar sin que pudiera poner ningún impedimento. Sus diatribas mentales van desde la fragilidad del ser humano hasta la necesidad de contacto con el otro o la belleza de la juventud, pasando por la percepción de la virginidad de las chicas o la nostalgia de lo que no puede volver. Un texto que produce rechazo pero, al mismo tiempo, nos habla de un tema complicado por considerarse políticamente incorrecto.
58. “Matar a un ruiseñor”, de Harper Lee. Libro ganador del premio Pulitzer en el año 1961. Lo que empieza siendo una historia de niños que pasan los veranos ideando juegos e imaginando cosas sobre Boo Ridley, el hombre que está encerrado en su casa y al que no han visto nunca, termina siendo una historia sobre la realidad racial que se vivía en la época en Estados Unidos. Porque Atticus Finch es el único que defiende “los derechos de los negros” en general, y más concretamente el caso de Tom Robinson, al que acusan de haber pegado y violado a Mayella Ewell, una mujer blanca. Lo que hace muy especial a la obra es que está narrada por Scout, hija del famoso abogado, y debido a esto la perspectiva que tenemos de los hechos es más inocente y exenta de los prejuicios de los mayores. Si bien a día de hoy no se trata de un libro sorprendente, se trata de una buena narración, que resulta entretenida y que consigue que te encariñes con sus personajes y la población donde está ambientada.
59. “Donde no hago pie”, de Belén López Peiró. En su obra anterior, “Por qué volvías cada verano”, la autora habla del abuso que sufrió durante años por parte de su tío policía, y en este libro, que puede considerarse continuación de aquel, desarrolla el proceso de denuncia posterior años después. La obra te hace reflexionar sobre el difícil papel de la víctima, que no solo tiene que vivir con el peso de lo que le ha sucedido sino que también tendrá que enfrentarse a ese hecho continuamente si denuncia, puesto que tendrá que explicar sus motivaciones y dedicar todo su tiempo y esfuerzo al duro proceso judicial.
60. “Cha cha chá”, de Bego Antón y Sabina Urraca. Para realizar su trabajo fotográfico “Everybody loves to ChaChaCha”, Bego Antón viajó por los Estados Unidos en el año 2015 en busca de personas que practicasen freestyle, “una performance coreografiada en la que un perro y un humano se mueven al son de la música”. A este conjunto de fotos le acompaña un texto de Sabina Urraca que encaja perfectamente con ese estilo old fashion y la soledad que se intuye en las imágenes; la historia que cuenta es la de una hija que regresa a ver a su madre, con la que no tiene prácticamente relación y, a pesar de que la hija quisiera cambiar la situación, cada vez que comparten espacios dominan los silencios incómodos. Un artefacto precioso con el que Comisura vuelve a demostrar que la hibridación de artes puede generar algo bello, nuevo y consistente.
61. “En el manicomio”, de Nellie Bly. En el año 1887 el editor del The New York World propone a Nellie Bly infiltrarse en un manicomio para mujeres de la ciudad con el fin de realizar un reportaje de investigación que sacase a la luz los malos tratos recibidos por las internas. Fingiendo gestos y actitudes de una persona que pudiera ser calificada como demente, Bly consiguió que la calificaran como “indudablemente loca”. Una vez en el centro pudo constatar el maltrato al que eran sometidas las internas y, su reportaje resultante sirvió para que abriesen expediente al manicomio y se le dedicasen más fondos. Un trabajo periodístico muy interesante.
62. “Una mujer y la guerra”, de Sakaguchi Ango. Lectura para el Club de literatura japonesa que complementamos con el cómic basado en el libro que lleva el mismo nombre y que es obra de Yoko Kondo. Este volumen recopila cinco relatos, entre los que se encuentran los que dan título al libro y que dan voz al hombre (autor sin éxito) y a la mujer (prostituta) de la pareja. Cuentan el improbable matrimonio de ambos que se da debido a la excepcional situación de guerra en que viven, en la que consiguen ser casi felices a pesar de que ella se aburre fácilmente y él no consigue darle placer. Una lectura para reflexionar sobre las situaciones de guerra y cómo afectan a las personas que las viven.
63. “La guerra no tiene rostro de mujer”, de Svetlana Alexiévich. La autora, Premio Nobel de Literatura en 2015, cuenta al inicio de este ensayo cuál es su método de trabajo, consistente en buscar documentación y contactar con las personas que vivieron determinados momentos históricos, en este caso la IIª Guerra Mundial. Para crear esta obra entrevistó a muchísimas mujeres que participaron activamente en la guerra, ya fuera como parte del equipo sanitario, de transmisiones, partisano o primera línea de batalla. Por aquel entonces, estas supervivientes tenían entre 16 y 20 años, y el amor por la Nación que les había sido inculcado al igual que a los hombres y su determinación fueron los detonantes de su decisión de participar. Sus declaraciones ponen los pelos de punta, hay en su relato una verdad (quizás más humana) que yo no había visto hasta ahora en los relatos bélicos, más centrados en la potencia armamentística, la valentía o el resultado. No puedo describir el impacto que ha tenido en mí esta lectura, creo sinceramente que todos deberíamos leer lo que nos transmite Alexiévich en su obra. Indispensable.
64. “Ustedes brillan en lo oscuro”, de Liliana Colanzi. Conjunto de relatos cuya característica en común podría ser la mezcla de circunstancias que parecen reales con toques fantásticos o de ciencia ficción, generando una especie de mundos distópicos. Sus historias hablan sobre lo efímero del ser humano frente a la permanencia de lo natural, la preocupación por los accidentes nucleares o tóxicos y cómo los sufren más los más pobres, o también el modo de aprovecharse de los que menos tienen. Un compendio interesante, aunque no llegó a calarme.
65. “Heaven”, de Mieko Kawakami. Novela sobre el acoso escolar protagonizada por un chico de 14 años que sufre bullying por parte de sus compañeros de clase. Los profesores hacen que no lo ven y su madre no llega a darse cuenta porque se trata de un maltrato no visible. El protagonista encontrará un rayo de esperanza en otra compañera a la que también acosan, consiguiendo generar cierta ilusión en el protagonista por los momentos que comparten juntos, pero cuando sus compañeros casi le rompen la nariz para después confesarle que no trate de buscar un sentido al maltrato porque no lo hay, toda su existencia se desmoronará. Una problema complejo y una lectura muy dura.
66. “La casa de las sombras”, de Adam Nevill. Lectura conjunta por Halloween que me sirvió para adentrarme en el género de terror, no muy habitual en mí. Catherine es una tasadora de antigüedades a la que le encargan tasar las obras de un reputado taxidermista. Dichas obras no pueden salir de Red House, la mansión de estilo gótico en la que aún vive la sobrina del taxidermista, una vieja antipática que pone todo su empeño en conseguir que Catherine se aloje allí mientras se encarga de tasarlo todo. Durante su estancia, la obra del taxidermista se irá entremezclando con sus recuerdos hasta llegar al clímax donde todo estalla. Una lectura muy apropiada para la época, aunque algo rebuscada en cuanto a saltos temporales.
67. “No te veré morir”, de Antonio Muñoz Molina. El primer capítulo de esta obra es una especie de experimento, puesto que narra la confesión de Gabriel Aristu, un hombre arrepentido por un amor perdido, toda de seguido, sin puntos para parar la lectura. Después la narración nos presenta la visión de otro personaje, a través del cual sabremos quién es Gabriel (ahora sí con sus puntos y comas). Las casualidad hará que este personaje sirva de enlace entre Aristu y aquel amor de juventud. Una lectura fascinante y triste a partes iguales por la soledad terrible en la que habitan sus personajes.
68. “Nueva York es una ventana sin cortinas”, de Paolo Cognetti. Tras haber leído otras novelas del autor, me animé con este ensayo sobre la ciudad de Nueva York en la que vivió durante largas temporadas. A través de sus ojos conocemos distintos barrios y porqué son importantes para él, nos pone en antecedentes históricos y los conecta con las vidas y obras de escritores. Un libro interesante para preparar un viaje a la Gran Manzana, ya sea física o mentalmente.

69. «Cuentos de Terramar III: La costa más lejana”, de Úrsula K. Le Guin. Tercer libro de la saga en el que nos encontramos de nuevo con Ged el Archimago, aunque el narrador es Arren, un joven príncipe que acude en su ayuda porque al sur del mundo los magos están olvidando el verdadero nombre de las cosas. Juntos emprenderán una aventura para descubrir lo que está pasando que será una especie de descenso a los infiernos por todo lo que ven y experimentan. Una obra que nos habla de la complejidad del mundo que creó Le Guin y que engancha como buena novela de aventuras y fantasía que es.
70. “Oculto sendero”, de Elena Fortún. Biografía novelada de la propia autora que, mediante el personaje de María Luisa, se nos presenta desde bien pequeña como una niña diferente, que no se entretiene igual que el resto de niñas y que tiene una capacidad de observación y una sensibilidad mucho mayor. El momento en que vive no permite esa libertad a las mujeres, y aunque terminará casándose y siendo madre, su constante búsqueda de autodeterminación la llevará a ganarse la vida como pintora y separarse de su marido, además de descubrir su sexualidad. Me gustó mucho el estilo de Elena Fortún y su historia me pareció interesantísima.
71. “Mi madre”, de Yasushi Inoue. Esta novela desarrolla desde un punto de vista personal los últimos años de la madre del autor y cómo la demencia cambió su modo de ser y actuar. Desde el principio sorprende la entereza con la que sus hijos asumen su responsabilidad en el cuidado de su madre, a pesar de las reticencias de ella, y cómo van viviendo el deterioro que sufre en el tiempo. Un bonito homenaje a su madre, además de un retrato preciso sobre la demencia que sufren muchos mayores.
72. “Nagori: La nostalgia por la estación que termina”, de Ryoko Sekiguchi. Ensayo que parte del concepto japonés de nagori o la nostalgia de algo que termina, ya sea una estación, una relación, una vida. El libro habla sobre todo del plano gastronómico, por lo que el concepto de estacionalidad tiene todo el sentido, pero también reflexiona sobre lo que implica para nosotros esa estacionalidad. Ser conscientes de que la vida es un ciclo nos acerca un poco más a la aceptación de que la vida es finita, que tiene un principio y un fin, y aunque las estaciones en sí vuelvan anualmente, a lo largo de nuestra vida pasaremos por distintos estadios hasta convertirnos en otra cosa. Una lectura perfecta para pararse a pensar y observar.

73. “Mandíbula”, de Mónica Ojeda. Novela dentro de la corriente de autores latinoamericanas en las que la violencia y el terror psicológico son protagonistas. Está escrita desde el punto de vista de Miss Clara, una profesora obsesionada con su madre a la que secuestra una de sus alumnas, y el de Fernanda, una estudiante amante de las historias creepypasta que se dedica a hacer rituales turbios con su grupo de amigas y que termina siendo secuestrada por Miss Clara. Muy interesante sobre todo por lo bien que refleja esa etapa previa a la madurez en la que los límites entre el bien y el mal son mucho más difusos.
74. “Alguien voló sobre el nido del cuco”, de Ken Kesey. Para escribir esta novela el autor se basó en su propia experiencia en un hospital psiquiátrico y, para más inri, dice haberla escrito bajo los efectos del LSD. La historia cuenta la revolución que supone la entrada de un delincuente de poca monta en un manicomio, puesto que hace ver a los internos que están siendo maltratados por el personal y pone a prueba a enfermeras y médicos con su actitud. Un libro bastante irreverente que reflexiona sobre el aislamiento social al que se somete a la gente «incómoda».
75. “Suisen, el gato de Goro”, de Aki Shimazaki. Tercer libro de la pentalogía «La sombra del cardo». El protagonista en esta ocasión es Goro, antiguo compañero de clase de Mitsuko y Mitsuo, los personajes principales de los libros anteriores. Goro cree que ha alcanzado el éxito en la vida por ostentar una posición de poder en la empresa familiar, tener una familia y también varias amantes, pero todo lo que había construido se derrumba como un castillo de naipes, descubriendo que realmente detrás de esa cortina no tiene nada. De lectura sencilla, pero me gustó menos que los anteriores.
76. “La conjura de los suicidas”, de Petros Márkaris. Nueva entrega del detective Kostas Jaritos, en esta ocasión ambientada en plena pandemia de covid. Aún estando en confinamiento surge un movimiento de ancianos que se quitan la vida dejando una carta en la que alientan a la gente a reclamar la apertura de negocios para evitar el empobrecimiento. Al mismo tiempo surgirá otro movimiento de negacionistas del covid que atentarán contra científicos y médicos para causar el caos, de modo que Jaritos tendrá que discernir entre ambos grupos y encontrar a los verdaderos culpables.
77. “Cuentos de Terramar IV: Tehanu”, de Úrsula K. Le Guin. En esta nueva entrega Ged el Archimago, ahora sin poderes, se reencuentra con Tenar, que tras haber huido de Atuan decidió casarse y tener familia. Al quedarse viuda recogió a Therru, una pequeña que ha sufrido abusos y que oculta en su interior un gran poder. Los tres juntos tendrán que enfrentarse a un mal que les acecha, y en el proceso descubrirán cosas de sí mismos que no sabían. De nuevo fue una lectura entretenida y muy disfrutable.

En cuanto a las «lecturas gráficas» de este segundo trimestre del año, al igual que en el primero ha habido muchas y algunas muy reseñables. Entre las mejores, sin duda alguna, está “El abismo del olvido”, de Paco Roca y Rodrigo Terrasa, poniendo el foco sobre una etapa muy oscura de nuestra Historia reciente. Otra obra nacional que ha dejado huella en mí ha sido “La alegre vida del triste perro Cornelius”, de Marc Torices, que es una de esas historias que consigue sacarte de quicio porque estás viendo en todo momento que el protagonista la está liando de lo lindo y no hace nada para evitarlo. Otro cómic que ha quedado finalista en varios premios este año ha sido “Ronson”, de César Sebastián, una especie de documento/homenaje a las infancias de mediados del siglo pasado. También he leído “Las casitas de hojalata”, de Josemi Benítez, que habla de los inmigrantes que llegaron a Bilbao en los años 50 en busca de un futuro mejor, mientras que “Boomers”, de Bartolomé Seguí, retrata el futuro de los que nacieron en décadas posteriores y ahora están a las puertas de la tercera edad. La nueva entrega de Tito, «Soledad: el objetivo», continúa con los sucesos de ambientación rural, “Goya Saturnalia”, de Manuel Gutiérrez y Manuel Romero relata el proceso hacia la locura en que derivó el famoso artista por culpa de su sordera, y “Manual de autodefensa” de Luci Gutiérrez representa en satíricas viñetas muchas de las formas en que nos relacionamos actualmente. Por último en cuanto a tebeo nacional se refiere, leí por fin “La tercera ley de Newton” de Javier Marquina y Víctor Solana, un cómic de acción que bien podría ser yanki, “Warburg & Bleach” de Jorge Carrión y Javier Olivares, que cuenta de forma curiosa las historias de dos personas que revolucionaron la cultura, «Natasha» de Almandoz y Trueba, sobre cómo puede afectar el uso que hacemos de las redes sociales a la vida de una persona, y “Todas las personas que fui” de Alfonso Casas, un cómic autobiográfico muy necesario sobre la salud mental.

En cómic internacional volvieron a caer dos obras del genial Tom Gauld, en esta ocasión haciendo una reinterpretación del mito de «Goliat» y contando la historia del los últimos habitantes de la luna en «Un policía en la luna». Matt Madden me sorprendió con su “99 ejercicios de estilo”, contando de 99 formas diferentes la misma anécdota. Volví a mi querido tándem (Ed Brubaker y Sean Phillips) con el primer volumen de «Incógnito», que es una historia de superhéroes que no me convenció demasiado, y “Mis héroes siempre han sido yonquis” que sí que me pareció a la altura de otras de sus obras. Otro de los autores a los que vuelvo periódicamente son Jeff Lemire, que en esta ocasión me sorprendió con “Essex County”, un entrelazado de historias familiares muy potente, Bill Watterson, que en “Calvin y Hobbes para principiantes” recopila más estupendas tiras cómicas protagonizadas por estos dos personajes y Liniers, cuyas últimas tiras cómicas por fin volvieron a recopilar en “Macanudo: bienvenidos al otro lado”. “Unboxing Pandora”, de Fabio Pía Mancini me sorprendió gratamente con su reinterpretación del mito griego, “Escucha, hermosa Márcia” de Marcello Quintanilha me gustó por estar ambientado en Brasil y contar una historia muy real y diferente a lo que leo habitualmente, y en “In.” Will McPhail crea algo maravilloso de un modo muy sintético. También me gustó leer “Los combates cotidianos” de Manu Larcenet, la vida de un joven fotógrafo con ansiedad y su relación con el mundo. Leí por fin la archiconocida “From hell” de Allan Moore y Eddie Campbell, sobre la historia de Jack el Destripador, y conocí el personaje de “La Visión” y su familia gracias a Tom King, Gabriel Hernández Walta y Jordie Bellaire.
Por otra parte continué con las series de “Nightwing» (grapas 21 a 25) de Tom Taylor y Bruno Redondo, que sigue pareciéndome una maravilla; “Las tortugas ninja» (vol. 11 y 12) de Kevin Eastman, que empiezan un nuevo arco argumental tras la derrota del clan del Pie (¡ah! Y protagonizada por estos personajes también leí «Batman/Tortugas ninja» de James Tynion IV y Freddie E. Williams II, un más que curioso crossover); «Saga» (vol. 3) de Brian K. Vaughan y Fiona Staples (¡menudo serión intergaláctico!); «Mumin» (vol. 2) de Tove Jansson, en el que se recopilan más historias de estos curiosos personajes suecos; “Hay algo matando niños» (vol. 3 y 4), de James Tynion IV, Werther Dell’Edera y Miquel Muerto, tomos en los que conocemos la historia de cómo Erica Slaughter empezó a cazar monstruos; “Monstress» (vol. 6 y 7), de Marjorie Liu y Sana Takeda, que ya se acercan al final de esta maravillosamente dibujada historia; y cerré la serie de “Ojo de halcón: Río Bravo» (vol. 3), de Matt Fraction, David Aja y Annie Wu, con un tercer tomo muy a la altura del resto.
Por último y no por ello menos importante, en lo referente a series niponas continué con «Asadora» (vol. 6 y 7), la nueva obra del genialísimo Naoki Urasawa protagonizada por una joven piloto de aeronaves que debe evitar el ataque de un monstruo durante las Olimpiadas. En “Rastros de sangre» (vol. 14 y 15) de Shuzo Oshimi nuestro protagonista ya es adulto y como tal le toca enfrentarse con su pasado al reencontrarse con su madre. Por su parte, los pequeños huérfanos de “The promised neverland» (vol. 6-10) de Kaiu Shirai y Posuka Demizu siguen avanzando para conseguir huir de ese mundo en el que son comida para demonios. La historia de “Kowloon» (vol. 4 a 6) de Jun Mayuzuki se está volviendo cada vez más enrevesada y distópica, género en el que también se mueve la serie de “Alice in borderland» de Haro Aso cuyos dos primeros volúmenes leí a finales de año. Y hablando de este tipo de series, cerré por fin “Dragon Head» de Minetaro Mochizuki con su quinto volumen. Mientras, “El incidente Darwin» (vol. 4 y 5) de Shun Umezawa sigue avanzando en la trama de la organización terrorista pro defensa animal que quiere al humancé protagonista en sus filas.
Otras obras más tiernas que continúo son “Ranking of kings» (vol. 3-6) de Sosuke Toka, en la que seguimos las aventuras de Bojji y Kage; “Ocean Endroll» (vol 1-3) de John Tarachine sobre una señora que a sus sesenta años decide que quiere estudiar dirección de cine; “Insomniacs after school» de Makoto Ojiro que en los vol. del 7 al 12 avanza mucho la relación entre los dos personajes protagonistas; “El pequeño Baku” de Masumura Jushichi, una serie en dos volúmenes en la que, a través de un pequeño alienígena conoceremos los problemas a los que se enfrentan los inmigrantes en Japón; la estupenda “Hirayasumi» (vol. 3 y 4) de Keigo Shinzo, que parece no contar nada pero al mismo tiempo te llega bien hondo; en “El chico y el perro” Seishu Hase y Takashi Murakami cuentan el periplo de un perro tras un terremoto en busca de su antiguo dueño; y la esperadísima “El viaje de Shuna”, una de las primeras obras de Hayao Miyazaki y en la que empieza a explorar muchos de los temas de los que hablará en obras posteriores.

En cuanto a series deportivas, los vol. 11 y 12 de “Capitán Tsubasa» de Yoichi Takahashi nos plantan casi en la final del torneo de fútbol, a la que llegan de nuevo el Nankatsu y el Meiwa. Las Warabi, el equipo femenino de “Farewell, my dear Kramer» de Naoshi Arakawa, también están participando en el torneo de su región en los vol. 4 y 5. El spokon que cogí con muchísimas ganas ha sido “Hajime no Ippo» de Joji Morikawa, cuyos tres primeros números ya cayeron y presentan al joven Ippo como la gran promesa del boxeo nipón. Por último desbloqueé recuerdos de infancia con la serie “Attacker you! Dos fuera de serie”, de Jun Makimura y Shizuo, cuyo anime se emitió en los 80 bajo el nombre de Juana y Sergio.
Para cerrar, en esta última etapa del año he empezado con lecturas de terror como “El chico de los ojos de gato” (vol. 1) de Kazuo Umezz o “Black Paradox” de Junji Ito, género en el que seguiré haciendo mis pinitos aunque sobre todo el segundo autor me parezca bastante desagradable. Y protagonizado por Drácula pero en una versión suya más cómica y haciendo de padre leí “Don Drácula”, de Osamu Tezuka. Cabe resaltar que “Tokyo revengers» (vol. 11 a 13) de Ken Wakui está a puntito de terminar, y además de este mismo autor se editó otra miniserie en dos volúmenes llamada “Dessert eagle”, también con protagonista macarra pero algo más adulta y sin viajes en el tiempo, jeje.
El año que viene más y mejor 🙂
3. «La parábola del sembrador», de Octavia Butler. Distopía en la que el agua se ha convertido en bien escaso por el cambio climático y las comunidades se han aislado atendiendo a sus recursos económicos. Las drogas y la carestía provocan un crecimiento exponencial de la violencia que obliga a la gente a migrar en busca de lugares mejores. Muy recomendable.
9. «La presa», de Kenzaburo Oé. Durante la IIª Guerra Mundial, los habitantes de una aldea muy pobre esperan que algún avión se estrelle cerca para poder buscar cualquier cosa aprovechable entre sus restos. En una ocasión se encuentran con un hombre de color que ha sobrevivido, al que hacen su presa con el fin de obtener alguna recompensa del gobierno. Como está narrado por un niño, el lector pasará por las mismas fases que él: del miedo a la curiosidad y posteriormente a la admiración y tristeza. Muy interesante.
13. «La gula», de Asako Yuzuki. Otra lectura para el Club de literatura japonesa. Protagonizada por una periodista que ha de entrevistar a una mujer acusada de seducir, robar y matar a tres hombres, la novela nos muestra cómo funciona la capacidad de persuasión de una persona. La acusada consigue llevarse a su terreno (que es la comida) a la periodista, provocando un cambio físico y anímico en ella. Una lectura entretenida y que da mucha hambre, jeje.
20. “De tres a cinco minutos”, de Reyes Navas Montalvo. Desde el comienzo sabemos que Hugo, el hijo de la protagonista, se cayó a la piscina y pasó de tres a cinco minutos sin que le llegase oxígeno al cerebro, lo cual le dejó en estado vegetativo. En la novela se narra el antes y el después del accidente y habla de relaciones tóxicas, del duelo y de la fragilidad de la vida. Sin duda, una de las mejores lecturas del año.
35. “Los libros de Terramar I: Un mago de Terramar”, de Úrsula K. Le Guin. Primero de los libros de la saga ambientada en Terramar. En él se nos presenta a Gavilán, un joven con habilidad innata para la magia que quedará malherido tras el ataque de una sombra liberada tras un hechizo. Tras recuperarse tratará de mejorar como hechicero para poder enfrentarse a esa sombra que le persigue. ¡Una novela de fantasía muy disfrutable!





40. “Cometierra”, de Dolores Reyes. Cometierra es como llama la gente a la protagonista de esta historia, una niña aficionada a comer tierra. Pronto descubrirá que si la tierra que come es del último lugar donde se vio a una persona que esté muerta es capaz de visualizar cómo fue su muerte, y es así como descubre que su madre fue asesinada por su padre. Rápidamente se extiende el rumor del poder que tiene y empiezan a dejar en su puerta botellas de tierra con algunos regalos para que ella averigüe dónde están multitud de mujeres desaparecidas, pero ella no quiere hacer frente a estos encargos porque se le hace muy duro tener esa especie de visiones cargadas de violencia. Si bien al comienzo la lectura me resultó algo difícil por la jerga, una vez me habitué lo leí prácticamente del tirón. Dolores Reyes ha querido retratar unas circunstancias omnipresentes en su entorno, de hecho dedica el libro a dos mujeres que fueron enterradas cerca de la escuela donde trabaja. Un libro necesario para poner el foco sobre una situación terrible (¡gracias por la recomendación, Miriam! :-D).
43. “Rewind”, de Juan Tallón. Nos encontramos en en un piso de estudiantes en Lyon, habitado por un grupo de lo más variopinto al que conoceremos a través de los ojos de Paul, estudiante de Bellas Artes francés. Todos ellos tienen en común esa característica ilusión y ganas de experimentar la vida típica de la etapa universitaria o comienzo de la veintena. Su vida parece perfecta hasta que se produce una explosión en su edificio, quedando como único superviviente Paul. Tras estas primeras páginas en las que todo parecía encajar, el puzle se desarma y no hay modo de volver a juntar las piezas. ¿Y de qué modo se puede continuar una historia que parece totalmente destrozada? Pues, muy inteligentemente, Tallón decide utilizar otras voces para reconstruir los hechos, ya sean posteriores a la explosión o relativas a las vidas de alguno de los estudiantes. La historia me ha tenido totalmente enganchada, creo que está muy bien narrada, y lo único que no me ha convencido, quizás por innecesario, es la explicación del origen de la explosión. Porque el punto fuerte del libro es esa capacidad que tiene de hacerte sentir una pequeña parte del dolor de sus protagonistas, no te hace falta saber el porqué.
45. “Cuando la oscuridad nos ama”, de Elizabeth Engstrom. Este libro se compone de dos historias cuyo punto de unión podríamos decir que es el terror psicológico. No es miedo per se, sino más bien una amenaza latente de algo oscuro, una especie de desgraciada consecución de los acontecimientos que da la sensación de que en cualquier momento va a pasar algo malo. En la primera historia la protagonista es una mujer recientemente casada que termina encerrada bajo tierra pero consigue sobrevivir durante años con su hijo, hasta que decide que es momento de que conozca a su padre y las maravillas del mundo exterior. La segunda historia entrelaza dos relatos: el de un matrimonio en el que la esposa descubre que tiene poderes curativos y su marido no para de decir que serán castigados por ello (como parece que sucede cuando por fin son padres), y el de su hija Martha, que nació sin nariz y a la que muchos llaman retrasada, contado desde que mueren sus padres. Ambas historias me han sorprendido gratamente porque están muy bien escritas y consiguen generar en el lector una sensación de tensión latente que hace que no puedas parar de leer. ¡Todo un descubrimiento de autora, libro y editorial!
50. “Tengo miedo torero”, de Pedro Lemebel. Lectura recomendada por Sonia de la cual solo sabía que estaba ambientada en Chile en los años 80. Podríamos decir que es una novela política, puesto que nos ambienta en un país que está viviendo un estado policial represivo en el que intentan alzarse voces contrarias al régimen, ya sea mediante manifestaciones pacíficas de familiares de los desaparecidos (que acaban siendo disueltas a golpes) o mediante la rebelión en la sombra de aquellos como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez que buscan acabar por la fuerza con el dictador. Pero esta situación en realidad sirve de trasfondo al leit motiv de la obra, que es la historia de amor entre La Loca del Frente, un gay travestido, y Carlos, el joven rebelde que está organizando el atentado. A través de los ojos de La Loca del Frente vivimos una realidad paralela a la situación política, la de un enamorado que imagina una bonita historia aunque se sabe utilizado, puesto que es su casa la que usan como almacén y centro de reuniones. Lo que más me ha gustado de esta novela es su estilo, el modo que tiene Lemebel de contar una realidad complicada desde una lírica preciosista; porque la película que se monta el protagonista en su cabeza hace de vía de escape también para el lector, que aún intuyendo que todo va a estallar de un momento a otro, vive obnubilado compartiendo el enamoramiento de La Loca del Frente.
55. “El leopardo de las nieves o la promesa de lo invisible”, de Vincent Munier. Este ensayo está compuesto por los apuntes que Vincent Munier tomó durante las cinco expediciones que realizó al Tíbet para dedicarse a la fotografía de naturaleza y un epílogo que incluye textos de sus acompañantes en cada uno de los viajes. Sus notas no son exhaustivas, relatan momentos puntuales de sus excursiones, pero transmiten a la perfección la belleza y la dureza de la meseta tibetana, uno de los pocos lugares prácticamente inaccesibles que quedan en el mundo. Estamos hablando de que su día a día consiste en estar apostado en el mismo sitio sin moverse durante horas hasta que aparezca algún animal al que fotografiar, y esto lo hace a temperaturas de unos 30 grados bajo cero. Aún así, al leer sus impresiones y ver sus fotos, es casi imposible no querer estar allí con él, viviendo ese instante en el que su mirada se cruza con la de un animal salvaje, ya sea un zorro, un yak o un leopardo de las nieves. Porque aunque a día de hoy podemos ver imágenes de casi cualquier cosa, vivir ese encuentro con lo salvaje continúa siendo algo único. Y justamente esto supone un dilema para el propio Munier, que no puede evitar seguir haciendo estos reportajes fotográficos aún sabiendo que su publicación supondrá que muchas personas quieran también visitar esos lugares, perturbando el poco espacio de naturaleza salvaje que aún queda en el planeta.
60. “Panaderos”, de Nicolás Meneses. Segundo libro de Barbarie Editora, protagonizado por William Fuentes, un joven chileno que termina siendo panadero, igual que lo era su padre hasta que tuvo un accidente de trabajo que le dejó manco. William fue testigo del accidente de su padre siendo pequeño, lo que influirá en su trabajo en la panadería del supermercado, puesto que pondrá especial énfasis en la prevención de riesgos y no cesará en el empeño de que sus compañeros pongan más cuidado en lo que hacen. En casa su elección profesional también acarreará consecuencias, a su madre no le hace ninguna gracia que pueda sufrir el mismo destino que su marido y su padre no hace comentarios al respecto porque hace años que vive desconectado de la realidad. Pero la situación económica familiar es tan precaria que no les queda otra alternativa que aceptarlo. A pesar de todo ello, William disfruta de su día a día con los compañeros de trabajo, aprovechando su tiempo libre para jugar a la consola o compartiendo algunos (aunque escasos) momentos familiares. La suya es la vida de un joven cualquiera, pero con su relato nos acerca a una realidad diferente a la nuestra, con la que empatizamos y, al mismo tiempo, aprendemos sobre el trabajo en general y el oficio de panadero en particular. Una lectura muy recomendable.
63. “Artes subversivas para cultivar jardines”, de Teresa Moure. Regalo de mi amiga Claudia, no tenía referentes previos antes de empezar a leerlo. Al estilo de obras como “Cien años de soledad”, esta novela de Teresa Moure nos introduce en la historia de una familia peculiar. El Leandro Balseiro originario, tras recibir un duro golpe al ser acusado de desfalco, decide alejarse del mundanal ruido y dedicarse a crear una especie de jardín de Babilonia en su casa. Su locura acabó en tragedia, dejando a su hija Clara huérfana, y es ella junto a su hijo (también Leandro Balseiro) quienes años más tarde llevarán a cabo una intervención artística que cambiará sus vidas y las de otras personas de su alrededor. Junto a ellos participarán en la intervención un pianista que quedó amnésico tras un accidente y decidió quedarse a vivir allí, su hija, que llegará posteriormente buscando algún tipo de venganza, y la amante de Leandro Balseiro, que también es mujer de uno de sus profesores. La historia de esta troupe tan peculiar es narrada conjuntamente por todos ellos, a modo de diario posterior escrito como prueba para un juicio. Esto hace que contemos con distintas perspectivas, componiendo entre todas una realidad poliédrica que varía según la cara por la que se mire. Sin duda se trata de una lectura sorprendente y entretenida.
70. “Zeitoun”, de Dave Eggers. A raíz de ver “Treme”, la serie de David Simon, estuve buscando lecturas ambientadas en la Nueva Orleans post Katrina y di con esta biografía escrita por un periodista que fue a recabar testimonios después de la catástrofe. Zeitoun trabaja como contratista en la ciudad y ha de supervisar varias obras, por lo que decide no marcharse junto a su mujer y sus cuatro hijos. La previsión fue empeorando, pero a pesar de todo lo malo no fue el propio huracán, sino que la estructura del dique falló y la ciudad quedó inundada casi por completo. Pasado el Katrina, Zeitoun desempolva una canoa que compró hace años decidido a ayudar a animales y personas en los días posteriores a la inundación. Pero con el paso de los días la situación va cambiando, la ciudad se llena de fuerzas militares y Zeitoun, que es de origen sirio, se verá preso sin posibilidad de explicar quién es ni llamar a su mujer para informarla. Así que el libro da un giro importante, y lo que de entrada parecía un libro sobre un superviviente que se convierte en héroe se transforma en el testimonio de una víctima de la injusticia y el sinsentido de las fuerzas armadas estadounidenses. Un libro muy recomendable, que también se enriquece al conocer la historia personal del clan Zeitoun y la familia que construye Abdulrahman en Nueva Orleans.
72. “Kamikaze girls”, de Novela Takemoto. En la pasada edición del
75.
Este año no he conseguido superar la cifra de lecturas de libros del año pasado, que fueron 82, pero también hay que tener en cuenta que he leído muchísimos más cómics, y de algún lado tenía que salir el tiempo, jeje. En cuanto a novela gráfica, este semestre he continuado con el segundo volumen de «Reckless» de Brubaker y Phillips (me sigue flipando la maestría en el noir de este tándem), he empezado “Gotham central», también de Ed Brubaker pero con Greg Rucka y Michael Lark a los lápices (y me está encantando conocer el universo Batman desde la perspectiva de los detectives), he leído los tres primeros volúmenes de “Scalped”, de Jason Aaron y R. M. Guéra (otro noir, pero este mezclado con el western y aún más violento) y me he adentrado en el universo de “Zero”, de Ales Kot [et al.], una serie en 4 volúmenes protagonizada por un espía que decide cortar los hilos con La Agencia, lo que le acarreará muchos problemas). Además sigo avanzando en una de las mejores series que he leído en los últimos años, “The nice house on the lake«, de James Tynion IV, Álvaro Martínez Bueno y Jordi Bellaire, una especie de juego psicológico al que un tipo curioso somete a sus amigos al crearles un espacio aislado donde vivir mientras el resto del mundo desaparece.
En el ámbito superheróico, además de la antes mencionada Gotham Central he leído el tercer álbum de «Imbatible» de Pascal Jousselin (aunque se trata de un superhéroe diferente a lo habitual, es mucho más original y creativo), me animé con el recopilatorio dedicado a “Catwoman. Especial 80 aniversario”, de varios autores (algunas historias son mejores que otras, pero en general es un buen integral para conocer a Gatúbela jeje), conocí el personaje de “Elektra: asesina”, de Frank Miller y Bill Sienkiewicz (una obra muy potente, aunque surrealista y de difícil comprensión) y también a “Ojo de Halcón» con los dos primeros volúmenes de la serie de Fraction, Aja [et al.] (si bien el superhéroe no es la repanocha, la historia es muy entretenida y está muy bien realizada); disfruté con “Doctor Extraño: El juramento”, de Brian K. Vaughan y Marcos Martín (aunque cada vez me reafirme más en que Strange es un creído), avancé en las obras del murciélago con “Batman: ¿Qué le sucedió al cruzado de la capa?” Neil Gaiman, Andy Kubert (interesante análisis de la relación de cada uno de los secundarios de la serie en el día de su funeral) y “Nightwing: el nuevo orden”, de Kyle Higgins, Trevor McCarthy (aunque en este caso el protagonista de esta distopía es el ex Chico maravilla). Y por último quería destacar una de las series que más me ha flipado de este año, “La cosa del pantano» de Alan Moore [et al.], de la que devoré los seis volúmenes en pocos meses; una historia muy humana y con trasfondo ecologista que me dejó alucinada 🙂
En cuanto a las series manga que estoy leyendo actualmente, tenemos “Tokyo revengers” de Ken Wakui, sobre el mundo de las bandas de delincuentes juveniles en Tokio, los spokon “Joe del mañana» de Asao Takamori y Tetsuya Chiba, un clásico sobre boxeo que por fin ha sido editado en España, y “Farewell, my dear Cramer” de Naoshi Arakawa, ambientado en el mundo del fútbol femenino. También estoy leyendo “El incidente Darwin», en el que Shun Umezawa nos plantea dilemas éticos como la mezcla interespecies o el veganismo, “Kowloon. Generic Romance» de Jun Mayuzuki que nos sitúa en la ciudad china de Kowloon donde sucede algo extraño a nivel temporal, “Dragon Head» de Minetaro Mochizuki con sus vivencias post apocalípticas protagonizadas por unos estudiantes de instituto y “New normal» de Aihara Akito, ambientada en un Japón pandémico en el ver una boca es prácticamente tabú porque los más jóvenes no conocen la vida sin mascarillas. También me ha sorprendido “Dinosan: Dinosaurs Sanctuary», de Itaru Kinoshita y Shin-Ichi Fujiwara, por la presentación de una especie de zoológico que nos enseña cómo eran los dinosaurios basándose en la biología y la paleontología, y me ha gustado viajar a la Florencia del s. XVI de la mano de “Arte” de Kei Ohkubo, que nos cuenta la historia de una joven que quiere ser pintora. Terminé el romance lésbico en tres volúmenes ambientado en la noche tecno tokiota de “After hours”, de Yuhta Nishio, y espero con ansia cada nuevo número de “Asadora», la nueva serie de Naoki Urasawa protagonizada por una chica piloto que se tiene que enfrentar a un monstruo marino.
2. “Fukushima. Vivir el desastre”, de Takashi Sasaki. Otro préstamo de la biblioteca de Fundación Japón, pero este lo elegí porque me interesaba el tema, sobre todo tras leer un artículo que salió en la revista The passenger: Japón y haber visto la película “El teléfono del viento”. Este volumen incluye los posts que el profesor Sasaki fue publicando en su blog durante los meses posteriores al terremoto que ocasionó el accidente nuclear de Fukushima. Sus escritos relatan su día a día y reflexiones sobre la gestión de la situación por parte del Gobierno; del terror y desconcierto inicial, el autor irá evolucionando hacia una crítica sobre cómo se han establecido las áreas de peligro y lo que esto supone (cierre de comercios y servicios públicos, traslado de habitantes cuyas casas se han visto afectadas a refugios, etc). Me ha gustado conocer la opinión disconforme sobre cómo se hicieron las cosas (parece que no hay tantas voces que contradigan lo que se hace oficialmente allí), aunque a ratos se hace demasiado reiterativo, pero el profesor Sasaki, un viejo grumpy en toda regla, me ha caído bien. Una lectura recomendable para los interesados en el desastre de Fukushima.
5. “Piranesi”, de Susanna Clarke. Préstamo de mi hermano Joaquín, decidí proponerlo como lectura para Fe de erratas. El protagonista de esta novela, llamémosle Piranesi, vive en lo que podría ser un palacio, lleno de salas y estas, a su vez, repletas de esculturas. Es un espacio que parece dividirse en tres alturas: la inferior es de las mareas, la intermedia es la terrenal y la superior de los cielos. Desde que recuerda, Piranesi se ha dedicado a recorrer y descubrir todas esas salas, buscando en ellas alimento y compañía animal. Tan solo se encuentra ocasionalmente con el Otro, una persona dedicada a la búsqueda de los saberes de los antiguos, que parece poco adaptada a ese entorno pero aún así cuenta con herramientas que él no posee. Pero la tranquilidad de Piranesi se verá truncada debido a la aparición del Profeta y el descubrimiento de unos diarios que no recuerda haber escrito. ¿Quién es Piranesi y qué hace en ese lugar? Aunque las primeras páginas del libro me parecieron algo arduas de leer, no tardé mucho en entrar en la historia y no querer parar de leer. Una historia que parece sencilla pero teje una red de eventos que te atrapan, además de contar con un protagonista excepcional. Muy recomendable como lectura para evadirse y soñar otros mundos y posibilidades.
8. “La vida contada por un sapiens a un neandertal”, de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga. Este libro es un ensayo dividido en capítulos, uno por cada encuentro que han tenido desde que se conocieron Millás y Arsuaga. Su relación empieza con el fin de escribir este libro, poniendo Arsuaga su conocimiento sobre nuestros antecesores y Millás haciendo las veces de transcriptor o, en cierto modo, traductor de lo que le enseña el antropólogo, incluyendo sus propias reflexiones al respecto. Desde cómo influye el cambio de alimentación en los cambios de la fisionomía, pasando por el arte rupestre, el tamaño del cerebro o la domesticación del ser humano, el libro sirve como presentación básica, apta para cualquier tipo de lector, a los estudios sobre la evolución humana, además de sernos de gran ayuda para entendernos un poco más. En definitiva, se trata de un ensayo ameno y simpático, en el que logramos empatizar con el punto de vista neandertal de Millás y deslumbrarnos junto a él con la sapiencia de Arsuaga.
15. “Fátima”, de Hugo Álvarez Gómez. Segunda obra de la Colección “Teatro” del autor (pero que no es la segunda que escribió si seguimos el orden temporal). Esta es una de mis obras preferidas, en su día tuve la suerte de ver el montaje y me pareció que estaba genial, con unas actuaciones estupendas de El dilema teatro y un guion brutal. La obra comienza con el personaje de la hermana Claridad contando el milagro del que fue testigo en un programa de televisión. Cuando era pequeña vivía junto a sus primos y otros niños en una zona muy pobre, donde tenían que trabajar picando piedra o vendiendo flores para sobrevivir. Un día una pareja de italianos se interesa por sus primos y muestra intenciones de adoptarlos, pero casualmente, antes de que se vayan, Tima (así se llamaba la hermana Claridad antes de ser monja) tiene una visión, y en ella Él les pide que se queden y sacrifiquen sus vidas por su obra como ejemplo de virtud. En ese momento los tres niños dedican su existencia a predicar la obra del Señor, hasta el día en que le son confesados tres acontecimientos…De vuelta al plató, la presentadora pondrá en duda toda la historia de la hermana Claridad, puesto que cuenta con documentos que demuestran ciertas incongruencias en la historia. Pero, ¿hay algo de realidad en este supuesto milagro o es tan solo la historia de una niña que no quería quedarse sola? La lectura de Fátima me ha resultado muy amena y atrayente, incluso habiendo visto la obra (me acordaba de ciertas cosas) no podía parar de leer porque quería saber cómo iba a evolucionar la historia. ¡Muy recomendable!
20. “En la casa de los sueños”, de Carmen María Machado. Otra lectura recomendada por Miriam, que suele acertar con sus propuestas (como ha sido el caso). En este libro, a modo testimonial, la autora nos cuenta la relación tóxica que mantuvo con su primera novia. Como si fuera un cuento clásico, el principio no podría ser más idílico, inundado por un profundo enamoramiento que ciega esos primeros indicios de que algo no está bien. Hay incluso una casa de los sueños, una pequeña cabaña de estructura circular en la que imaginarán un futuro juntas, pero que terminará siendo un escenario de pesadilla. Como si de su propio Barbazul se tratara, aquella novia no deja de apilar cadáveres (metafóricos) a su alrededor, pero la escritora no sabe cómo escapar de aquello, pues el miedo ha inundado todo su ser. Además de la potencia del relato en sí, lo que hace muy especial a este libro es que parezca un género híbrido, entre ficción y ensayo, incluyendo referencias a otros textos o canciones sobre el maltrato, y también reflexiones sobre las relaciones de abuso en parejas queer, para muchos inimaginables. De hecho la autora habla en cierto momento de cómo se resta importancia a lo que siente, por el hecho de ser mujer y porque su historia no puede ser verdad, o puede ser que tan solo esté exagerando, ya que aceptarlo supondría que en las relaciones lésbicas se reproducen situaciones similares a las de las parejas heterosexuales. Además del propio título, hay otras tantas referencias a cuentos clásicos y múltiples notas al pie que redirigen a un índice de motivos y elementos existentes en los cuentos, encontrándose muchas de las vivencias de la autora dentro de ese listado. En resumen, hacía tiempo que no me enganchaba tanto a una lectura, así que no puedo hacer otra cosa que recomendarlo…bueno, y buscar más obras de la autora que leer, claro 🙂
22. “La mujer de arena”, de Kobo Abe. Como “Idéntico al ser humano” me pareció muy interesante, me apeteció probar con otra de las obras del autor. El libro comienza con una desaparición, la del protagonista, un hombre de mediana edad cuya afición son los insectos, y por ese motivo viaja a una zona de playa de Japón, en cuyas dunas cree que encontrará un tipo de escarabajo. Cuando llega a ese lugar no encuentra lo que busca, solo un clima asfixiante y muchísima arena. Al perder el autobús de vuelta tiene que quedarse allí a pasar la noche, y los aldeanos le llevan a casa de una mujer viuda para que le aloje. En ese momento empieza la pesadilla. El protagonista se da cuenta de que aquella gente vive sometida a la arena, que se cuela por cualquier resquicio dentro de las casas, y es por ello que tienen que quitar cubos y cubos de arena cada noche. A la mañana siguiente el protagonista descubrirá que la escalera por la que había accedido a aquella casa ya no está, y las dunas le impiden escapar de aquella prisión de arena y la mujer que habita en ella. El estado de ánimo del protagonista pasará de la rebeldía a la desesperación, planificará diversas estrategias para intentar escapar de allí, hasta llegar a un punto en el que su rutina se convierta en normalidad. La lectura ha sido de lo más atrayente, no podía parar de leer porque quería saber cómo iba a evolucionar la historia, y, al mismo tiempo, sentía un agobio creciente por la situación, incluso hasta el punto de llegar a sentir en mi boca la omnipresente arena. Muy recomendable.
26. “Herbario & antología botánica”, de Emily Dickinson. Libro regalo de Claudia, que suele sorprenderme con sus presentes literarios ☺️ Además me hizo especial gracia porque Sonia y Olga me regalaron el año pasado una reproducción de una de las páginas de este herbario. Esta preciosa edición recopila una selección de poemas de la autora, traducidos y en su versión original, y además incluye la impresión en alta calidad de varias páginas del herbario de la autora, con sus anotaciones manuscritas y todo, una auténtica pasada. Las poesías incluidas describen el paso de las estaciones, la floración, el trabajo de los insectos, las emociones que transmiten determinadas plantas, etc., y en su mayoría son muy sensoriales, te parece poder oler o sentir lo mismo que sintió Dickinson en el momento de escribirlos. Si bien no soy una experta en poesía, he disfrutado mucho con esta recopilación, porque además la he leído en la primavera, que es la estación perfecta para percibir todos los cambios que describe la autora en sus poemas.
29. “Un sonido atronador”, de Ray Bradbury. Relato corto que nos sitúa en el año 2055, en el que existen empresas como Time Safari que se encargan de organizar viajes al pasado para cazar animales ya extintos, como el mismísimo Tyrannosaurus Rex. El sistema es muy estricto: los viajeros en el tiempo no pueden salirse del Camino, una plataforma creada por la empresa que trata de no modificar el entorno, y tan solo podrán matar a los animales que los guías les indiquen, y que están previamente marcados con pintura roja. Cualquier cambio podría provocar modificaciones a futuro de esa y muchas otras especies, ya sean plantas o animales. El protagonista es un poco el típico listillo que pone en duda todo lo que les cuenta el guía. Su chulería le dura hasta que ve al Rex, y el impacto es tal que se ve incapaz de disparar su arma. Este incidente será determinante, puesto que la impresión le hace salirse del Camino y el resto de viajeros están a punto de morir por su culpa. Y, de vuelta al 2055, se darán cuenta de que su viaje ha provocado cambios…Bradbury consigue con este relato adelantarse a las investigaciones de su tiempo (¡lo escribió en 1951!) y plantear cuestiones de gran relevancia incluso a día de hoy, por lo que me parece una lectura más que recomendable.
31. “La celda de Próspero. Recuerdos de la isla de Corfú”, de Lawrence Durrell. En este libro Larry recopila las anotaciones y reflexiones que hace sobre la isla, sus habitantes y sus tradiciones, tomadas entre los años 1937 y 1938, año en el que tuvo que huir a Alejandría por la caída de Grecia en la IIª Guerra Mundial. Irá a Corfú con su mujer a reunirse con su familia, lugar donde encontrarán un clima más propicio para la vida que el de la Inglaterra que les vio crecer. Y la verdad es que son unos bon vivant de manual: que si vida disoluta de levantarse tarde y pasar las horas al lado del mar comiendo delicias griegas, que si fiestas con los amigos y picnics nocturnos, que si ahora me apetece dedicarme un rato a escribir…Si bien esperaba encontrarme con un libro algo diferente, más parecido a lo que relataba su hermano en sus libros (me refiero a Gerald Durrell, con la serie de “Mi familia y otros animales”), me ha confirmado la opinión que tenía de Lawrence, y es que es un poco pedante y marisabidillo. Lo cual en realidad podría ser el aire de los viajeros pudientes de aquellos años, pero a día de hoy chirría un poco (sobre todo pensando que lo empezó a escribir teniendo 25 años). Eso sí, como he estado recientemente en la isla me ha gustado conocer las referencias a determinados sitios o hechos, y sí que me han parecido muy apropiadas muchas de sus apreciaciones sobre la belleza natural y arquitectónica de la isla.
Si nos movemos a España, este año he descubierto varios autores. De Ana Oncina leí “Just friends”, una historia de amor con estilo manga que me sorprendió; “La isla” de Mayte Alvarado es algo más conceptual, pero preciosa visualmente. Teresa Valero me sorprendió con su historia policíaca “Contrapaso: Los hijos de los otros”, un volumen a la altura de lo que están publicando otros autores europeos actualmente. Lo mismo me pasó con “Carta blanca” de Jordi Lafebre (una historia romántica en la que nos adentramos de adelante hacia atrás) y “El Buscón de las Indias” de Alain Ayroles y Juanjo Guarnido (una aventura ambientada en el Siglo de Oro que casi parece una película). “Todo bajo el sol” de Ana Penyas te teletransporta a un lugar cualquiera de la costa levantina acosado por el urbanismo turístico, mientras que “Carne de cañón”, de Aroha Travé te traslada a cualquier barrio kinki en el que abundan las chonis. Mientras, “Maganta” de Lola Lorente nos recuerda esa etapa de la vida en la que todo el mundo parece juzgarte por no madurar ni saber hacia dónde quieres llevar tu vida. Un problema que no parece que tuviesen en «Soledad. La última alegría» de Tito, más orientado al tema de la España vaciada pero durante la dictadura. En “Encuentros cercanos” Anabel Colazo nos hace dudar de la existencia de entidades extraterrestres, cosa que en “Grito nocturno” de Borja González no hacen porque ya han tenido experiencias sobrenaturales. En “¡Universo!” Albert Monteys nos ambienta directamente en un futuro a todo color en algún planeta del universo, y en “Hoops” de Genie Espinosa sus protagonistas son capaces de viajar a otra realidad alternativa para finalmente darse cuenta de que lo importante es aceptar al otro tal y como es y apoyar siempre a tus amigas. Sin embargo, la protagonista de “Un mundo hostil” de Gakian y Núria Just parece estar sola frente a la dictadura de la imagen en su búsqueda de trabajo como modelo (que finalmente le llevará a ser scort), no como los padres de “Santa Familia” de Eider Rodríguez y Julen Ribas, que no dejan a su hija tomar sus propias decisiones.
Cambiando de género, nacionalidad y estilo, este año también pude leer varias obras de Jeff Lemire, como «Royal city» (3 vol.), que me encantó, o «Un tipo duro», que me pareció algo más típica. También repetí universo Sandman con «Death. The time of your life», de Neil Gaiman, Chris Bach y Mark Bukingham, “Muerte: El alto coste de la vida”, de Neil Gaiman, Chris Bachalo, Mark Bukingham y Dave McKean y “The Sandman: Los cazadores de sueños”, de Neil Gaiman y Yoshitaka Amano, todas ellas complementarias a la obra madre y muy recomendables. Hice doblete con Julia Wertz y sus experiencias en Nueva York, más personales en «Whisky & Nueva York» y más de vida en la ciudad o arquitectónicas en “Barrios, bloques y basura” (este último es una pasada). También seguí la trayectoria de Daniel Clowes con sus obras “El Rayo Mortal”, “Paciencia” y “David Boring”, siempre con su toque personal, pero a mi modo de ver más acertado y original en los dos primeros casos. Me parece que Adrian Tomine intentaba ser un poco Clowes en «Shortcomings”, pero para mí se quedó en un intento pedante. Por su parte, Seth nos cuenta en “La vida es buena si no te rindes” parte de su historia, aunque no me pareció demasiado interesante (¡lo siento!). Todo lo contrario a lo que me pasó con “Rusty Brown” de Chris Ware, al que hay que reconocer el trabajazo, muy original en cuanto a composición y presentación (a pesar de que el volumen fuese incómodo de leer por el formato…). Otra obra que me pareció muy original es “Aquí” de Richard McGuire, que nos lleva de viaje por la historia del mundo encuadrándonos tan solo en una habitación. También me sorprendió gratamente el integral de “Los Picapiedra”, de Mark Russell y Steve Pugh, puesto que pensaba que me iba a encontrar con las historias de Hanna-Barbera pero en realidad se trataba de una crítica al capitalismo desde la perspectiva de los personajes de entonces.
Me adentré en universo de vampiros con la trilogía “30 días de noche”, de Ben Templesmith y Steve Niles, y me gustó la idea de la noche permanente como su paraíso en la tierra. También probé con “American Vampire” por eso de que Stephen King participaba en el proyecto junto a Scott Snyder y Rafael Albuquerque, pero la historia no consiguió engancharme. Sin embargo, “Infiel” de Pornsak Pichetshote, Aaron Campbell y José Villarrubia con su edificio repleto de fantasmas racistas sí que me dio miedo, quizás en parte porque iba sin expectativas puesto que no conocía la obra. También de corte violento leí “Paletos cabrones” (4 vol.) de Jason Aaron y Jason Latour, todo un retrato de lo que puede ser la América profunda. Así entiendes cómo pudieron censurar recientemente un cómic como “Género queer: una autobiografía” de Maia Kobabe, en el que le autore explica su propio proceso de transición con el fin de ayudar a todes los que se sientan como elle. También ambientado en EE.UU., en “El asesino de Green River: una historia de detectives real” de Jeff Jensen y Jonathan Case, el autor desarrolla las investigaciones que llevó a cabo su padre a lo largo de los años para detener a un asesino en serie. Y, yendo unas cuántas décadas atrás, me encontré con la historia de “Reyes disfrazados” de James Vance y Dan Burr, ambientada en la Gran Depresión y protagonizada por un niño que se queda huérfano y tiene que buscarse la vida junto a otros vagabundos.
En cuanto a obras algo más variopintas, «The last of us: Sueños americanos” de Neil Druckmann, Faith Erin Hicks y Rachelle Rosenberg nos ambienta en el universo del videojuego y nos hace vivir un posible encuentro entre Ellie y las Luciérnagas. Un volumen peculiar fue “En carne viva. Historias” de Koren Shadmi, con relatos cortos algo surrealistas, lo mismo que “Hair shirt” de Patrick McEown, aunque en este caso se trata de una sola historia en la que los protagonistas no consiguen superar sus miedos del pasado y afrontar su relación. Volví a Tillie Walden con su primera obra, “El final del verano”, y me pareció increíble que pudiera hacerla siendo tan joven (¡tenía solo 19 años!). “Laura Dean me ha vuelto a dejar” de Mariko Tamaki y Rosemary Valero-O’Connell me gustó menos de lo que pensaba, quizás por lo que comentaba antes de la expectativa, pero aún así el dibujo es una pasada. Probé también con otra obra de Alison Bechdel, “El secreto de la fuerza sobrehumana”, en la que la autora cuenta su experiencia personal en relación al deporte y las obsesiones, pero me pareció demasiado densa y no acabé de empatizar con ella. Y me dejó para la última en este párrafo la genialísima “Snapdragon” de Kat Leyh, una historia preciosa sobre el descubrimiento de uno mismo, la amistad y el valor de no juzgar a los demás por su apariencia. ¡Fundamental!
Hago un punto y aparte para resaltar que este año he tenido la suerte de conocer al grandísimo tándem del género noir conformado por Ed Brubaker y Sean Phillips, a cuyas obras estoy enganchadísima. De ambos he leído la serie «Criminal» (6 vol.), «Cruel summer», «Criminal: Mal momento, mal lugar”, “Gotham noir” y “Reckless” (2 vol., incompleta), todas ellas de carácter detectivesco y con una narración muy audiovisual, rápida y expresiva. 100% recomendables. En este estilo también leí “Parker: el cazador”, de Richard Stark y Darwyn Cooke, pero nada que ver con los anteriores.


