La torre que cambia de color
Siena
Comienzo nueva etapa en mi vida, un gran cambio en todos los sentidos. Siena es mi nueva ciudad de acogida, pero solo temporalmente, porque tras un mes iré a Roma.
Cambio de casa, de ciudad, de país, de hábitos, de rutina, y, sobre todo, cambio de compañía…Resulta complicado cuando se tiene una realidad más o menos estable llevar a cabo el salto, pero, como me ha dicho mucha gente, si no hubiera tomado la decisión me habría arrepentido, ¡así que aquí estoy! Con nostalgia de muchas cosas, pero tratando de vivir de acuerdo a mí misma esta nueva experiencia.
Las primeras sensaciones sobre la ciudad son muy buenas; es pequeña pero tiene mucha vida, con pequeños comercios, turismo, trasiego en las calles, etc. Sorprende especialmente lo que es su distintivo más característico, la Piazza del Campo, con la torre del Palazzo Comunale. Uau. Te deja sin aliento la primera vez que la ves, porque nunca imaginas que vaya a ser tan grande (la plaza, aunque también es válido para la torre), porque está escondida tras unos cuántos edificios, porque es cóncava, porque hay muchísima gente…¡y porque cambia de color según el momento del día!
Pero Siena también está llena de pequeñas e intrincadas calles, adornadas con banderas de múltiples colores, correspondientes a los distintos «distritos» de la ciudad, que tienen también su propio símbolo animal (caracol, rinoceronte, unicornio, lobo…). Y, entre ellas, también se encuentran callejas silenciosas, donde se respira tranquilidad y también intimidad de la gente en sus casas.
Un nuevo lugar que descubrir, un pueblo que conocer, una nueva vida a la que habituarme…