agosto 11

El Museo Carl Milles

En mis viajes suelen encontrarse como visitas predilectas las casas-museo de artistas, porque, por lo general, tienen un encanto especial. Eso de poder entrar al lugar donde el artista trabajó y vivió tiene un punto de invasión de la intimidad que te convierte en un voyeur superficial, un cotilla del arte, sensación que se complementa con el íntimo trabajo que suelen contener algunas de estas casas (fotos y retratos de familia, con esas miradas de reconocimiento no destinadas a ti, que nunca compartiste su espacio-tiempo).

En Estocolmo tuve la suerte de visitar el Millesgarden, vivienda y estudio del escultor Carl Milles (que, por cierto, fue alumno de Auguste Rodin en París, cuya casa-museo también visité – y de la cual espero subir las fotos algún día -), muy recomendable. Está en un emplazamiento magnífico, a la orilla de la isla Lidingö, en un barrio residencial compuesto principalmente por chalets. El conjunto no es de gran tamaño, pero el jardín es bastante amplio, y caminar por él te evade sin casi darte cuenta del ajetreo de la ciudad. Las esculturas de bronce se mimetizan con el paisaje, las fuentes lo alargan, y la casa descansa como dándose poca importancia ante la inemnsidad del paisaje sueco, infinito en su planicie. Dentro, el taller y otras estancias rutinarias para Milles, silenciosas, íntimas.

En definitiva, un lugar donde las esculturas se encuentran a sus anchas siendo acariciadas por el viento.

marzo 23

«Impresionismo y aire libre»

Han pasado algunas semanas desde que Sonia López Baena me recomendara encarecidamLos colores del atardecerente visitar la exposición «Impresionismo y aire libre», del Museo Thyssen-Bornemisza, puesto que, en sus propias (quizás aproximadas 😉 ) palabras, «es como ver tus fotos».

Hoy por fin he podido ir, y, efectivamente, me ha impresionado lo mucho que beben mis fotos de lo que muestra la exposición (por supuesto, desde el punto de vista de una humilde aficionada). Cielos repletos de nubes, el poder la luz, senderos repletos de claroscuros, casas en medio de ninguna parte, riscos y valles, etc., y, en general, la sensación contemplativa del que observa algo que abarca mucho más de lo que puede decir una representación (o imagen) de la misma.

Así que aquí queda mi recomendación (aunque sea a hacer la visita virtual incluida en la página), y mi deseo de seguir aprendiendo de maestros como los incluidos en esta exposición.

«Yo oía también la voz de los árboles, […] las sorpresas de sus movimientos, la variedad de sus formas y hasta la singularidad con que se ven atraídos por la luz me reveló de repente el lenguaje de los bosques.»

Theodore Rousseau