noviembre 22

Allá en la Patagonia chilena

ihortal-1240Allá en la Patagonia chilena, en ese espacio del mundo donde no hay pueblos dispersos sino solo tres pueblos entre estepas inmensas. A unas horas en que el día está por comenzar, en uno de esos días fríos de invierno de cielo despejado, allá en la Patagonia chilena, tan solo unos pocos senderistas recorríamos en autobús la distancia entre Puerto Natales y el Parque Nacional Torres del Paine.

Y, en medio de ninguna parte, paramos cerca de este café. Un café que habrá visto nevadas que lo habrán dejado aislado, por el que habrán pasado tantos y tantos viajeros en su camino al Paine. Aquel día de finales de invierno, yo pisé ese café. Y me sorprendió encontrar un grupete de senderistas hablando en español sobre el sometimiento de los pueblos. Y la conversación, entre una australiana, un italiano y una chilena (que trabajaba en el café), la guiaba un catalán.

Yo no soy nadie, y por ello sé que mis opiniones no valen nada. Y menos cuando uno está al otro extremo del mundo, viendo algo que, posiblemente, no volverá a ver jamás. ¿Por qué no basta con sabernos afortunados por poder estar allí? ¿Por qué no es suficiente con lo increíble que es el mundo? ¿Por qué somos siempre tan egocéntricos?

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octubre 31

La chascona

ihortal-1221«Amo las cosas loca,
locamente.
Me gustan las tenazas,
las tijeras,
adoro
las tazas,
las argollas,
las soperas,
sin hablar, por supuesto,
del sombrero.

Amo
todas las cosas,
no sólo
las supremas,
sino
las
infinita—
mente
chicas,
el dedal,
las espuelas,
los platos,
los floreros.

Ay, alma mía,
hermoso
es el planeta,
lleno
de pipas
por la mano
conducidas
en el humo,
de llaves,
de saleros,
en fin,
todo
lo que se hizo
por la mano del hombre, toda cosa;
las curvas del zapato,
el tejido,
el nuevo nacimiento
del oro
sin la sangre,
los anteojos,
los clavos,
las escobas,
los relojes, las brújulas,
las monedas, la suave
suavidad de las sillas.

Ay cuántas
cosas
puras
ha construido
el hombre:
de lana,
de madera,
de cristal,
de cordeles,
mesas
maravillosas,
navíos, escaleras.

Amo
todas
las cosas,
un porque sean
ardientes
o fragantes,
sino porque
no sé,
porque
este océano es el tuyo,
es el mío:
los botones,
las ruedas,
los pequeños
tesoros
olvidados,
los abanicos en
cuyos plumajes
desvaneció el amor
sus azahares,
las copas, los cuchillos,
las tijeras,
todo tiene
en el mango, en el contorno,
la huella
de unos dedos,
de una remota mano
perdida
en lo más olvidado del olvido.

Yo voy por casas,
calles,
ascensores,
tocando cosas,
divisando objetos
que en secreto ambiciono:
uno porque repica,
otro porque
es tan suave
como la suavidad de una cadera,
otro por su color de agua profunda,
otro por su espesor de terciopelo.

Oh río
irrevocable
de las cosas,
no se dirá
que sólo
amé
los peces,
o las plantas de selva y de pradera,
que no sólo
amé
lo que salta, sube, sobrevive, suspira.
No es verdad:
muchas cosas
me lo dijeron todo.
No sólo me tocaron
o las tocó mi mano,
sino que acompañaron
de tal modo
mi existencia
que conmigo existieron
y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida
y morirán conmigo media muerte.»


Oda a las cosas. Pablo Neruda


Como autor podrá gustar más o menos, pero hay que reconocer que supo cómo vivir…