Mis lecturas del año 2023 (2/2)
(Viene de este post).
41. “Como nosotros”, de Marisa Mañana. Conjunto de relatos cuyo hilo común podría ser el deseo que sienten sus protagonistas y que se materializa como algo que casi puede olerse, palparse e incluso masticarse. La autora parece querer que el lector se replantee los prejuicios con los que partimos en temas como el deseo o la aceptación de nuestra propia sexualidad. Desconcertante.
42. “Los libros de Terramar II: Las tumbas de Atuan”, de Úrsula K. Le Guin. En esta segunda entrega la protagonista es la joven Tenar, sacerdotisa de Atuan, que, a pesar de su poder, está obligada a vivir recluida en una fortaleza en el desierto. Todo cambia cuando Ged trata de robar uno de los tesoros que se encuentra en el interior de la misma, y será en sus conversaciones con él que descubra que hay vida fuera de esas paredes. Una obra pionera en literatura fantástica por tener una heroína por protagonista.
43. “Manazaru: una historia de amor”, de Hiromi Kawakami. Relectura de la obra para el Club de lectura de literatura japonesa. Manazaru es el lugar donde Kei acude en busca de respuestas tras la desaparición de su marido, del cual no se encontró el cuerpo por lo que se trata de una historia sin cerrar, que impide a la protagonista seguir con su vida. Entre recuerdos y conversaciones con una presencia femenina que se le aparece de vez en cuando avanzamos en la psique de Kei, en busca de un sentido para su existencia. Una lectura profunda, aunque no de mis preferidas de la autora.
44. “La intuición de la isla: los días de José Saramago en Lanzarote”, de Pilar del Río. Homenaje de la autora a los años que Saramago pasó en Lanzarote. Allí el autor encontró un paisaje a su medida, y en «A casa» un espacio donde crear, recibir visitas de sus innumerables amigos y habitar como un verdadero hogar. Un ensayo que nos muestra la importancia de esa figura en la sombra que ayuda a la creación del escritor y el amor que sentía Pilar por José. Muy recomendable.
45. “Memorial drive: recuerdos de una hija”, de Natasha Trethewey. Ensayo dedicado a la madre de la autora, que murió asesinada por su marido a los 40 años. Tras divorciarse del padre de Natasha, ambas se irán a Atlanta en busca de una vida mejor para ella, hija de un matrimonio interracial, pero lo que encontrará es un maltratador como pareja del que no podrá escapar ni aún acudiendo a la Comisión para mujeres maltratadas.
46. “Se tiene que morir mucha gente”, de Victoria Martín. Novela escrita en clave de humor sobre una chica que quiere ser guionista (y que bien podría ser la propia autora) cabreada con el mundo porque, aunque trabaja en un programa de comedia, lo único que hace es llevarle el desayuno a su jefe. Su vida se complica cuando una amiga del colegio muy pija que está a punto de ser madre se planta en su casa, que comparte con una tercera amiga, porque tiene dudas sobre su matrimonio. Toda una oda al miedo a crecer y a afrontar responsabilidades que no me convenció.
47. “En la boca del lobo”, de Elvira Lindo. Julieta se encuentra en un momento difícil de transición entre la infancia y la vida adulta, en el que tiene problemas en el colegio y con su madre. Su escapada al pueblo familiar le servirá como vía de escape ideal para sentir el cariño de las vecinas y encontrarse con viejas historias que le explicarán el comportamiento de su madre (y a los lectores el suyo). Una historia repleta de luces y sombras.
48. “Y del cielo cayeron tres manzanas”, de Nariné Abgarián. Novela ambientada en Maran, una pequeña población armenia en la que solo habitan unos pocos ancianos, puesto que en el pasado sufrieron una larga sequía y el genocidio en la Iª Guerra Mundial. A través de Anatolia y Vasili, dos ancianos de vidas difíciles que se encontrarán en la última etapa de sus vidas, conoceremos la dura pero mágica historia del lugar. En su conjunto las historias de Maran conforman una estupenda saga familiar que merece la pena ser leída.
49. “Astoria”, de Ángela Tabuenca-Meroño. Una de las lecturas que me tocó en Masa crítica de Babelio. En ella la joven Lucía escapa de su vida junto a un novio algo posesivo en Sicilia para tratar de conocer su pasado familiar. El viaje le llevará a Astoria, población estadounidense famosa porque allí se rodó Los Goonies. Allí conocerá a Brad, el hijo de su casera, y mientras mantiene un idilio con él tratará de indagar en sí misma y en lo que quiere en su vida. Una novela entretenida, ideal para los calores veraniegos.
50. “Los reyes del Jaco”, de Vern E. Smith. Relato ficcionado basado en los artículos periodísticos escritos por el propio autor para la revista Newsweek sobre la vida en los bajos fondos de Detroit. Willis McDaniel maneja el negocio de la droga en la ciudad, pero Lennie Jack y Joe Rojo quieren desbancarle, así que dan un palo en una de sus entregas y tratan de mover por su cuenta esa droga. Pero McDaniel no descansará hasta encontrar a los culpables, y cualquier movimiento en falso de estos podría delatarles…Un thriller emocionante que recuerda mucho a la magnífica serie The Wire.
51. “Una mujer”, de Annie Ernaux. Ensayo en el que esta autora Premio Nobel reflexiona sobre la vida de su madre a raíz de su fallecimiento. Esta fue una mujer con mucho carácter, resolutiva, que tras casarse se dedicó a regentar una tienda. Como madre es una mujer posesiva, que trata a su hija como una especie de proyecto de lo que ella quiso ser pero no pudo, aunque al mismo tiempo también es distante con ella, quizás por no haber conocido otro tipo de afecto en su vida. Un texto profundo y conmovedor que es también espejo para el lector y su propia vida.
52. “Vagalume”, de Julio Llamazares. Lectura en formato audiolibro que cuenta el regreso de César a la ciudad de provincias donde empezó su carrera periodística. El motivo que le lleva allí es la muerte de Manolo Castro, el que fue su mentor además de un gran amigo, pero los acontecimientos le irán mostrando que no lo conocía tanto como creía. En su despacho su mujer y sus hijas encuentran una serie de obras sin publicar, y a través de ellas veremos cómo su historia se entrelaza con la de su padre, que escribió una serie de obras bajo el pseudónimo de Vagalume durante la dictadura. Una novela de intriga algo reiterativa para mi gusto.
53. “La larga marcha”, de Stephen King. Cien jóvenes estadounidenses de 18 años han sido seleccionados para participar en la larga marcha, un evento de fama nacional cuyo premio es poder pedir lo que desees, pero tan solo una persona puede terminar la marcha, el resto serán eliminados. A lo largo de la narración conoceremos las motivaciones de algunos de los participantes y sufriremos junto a ellos los achaques físicos y desvaríos mentales motivados por caminar durante días sin poder parar. Lo más interesante de la obra es el enfrentar a los personajes a un final que está próximo, ver cómo lo toma cada uno y las relaciones que se establecen entre ellos.
54. “Los misterios de la taberna Kamogawa”, de Hisashi Kashiwai. Nagare Kamogawa es un expolicía que monta junto a su hija Koishi un negocio particular, una pequeña taberna en Kyoto a la que tan solo acuden los que logran desentrañar un críptico anuncio en una revista culinaria. Porque lo que hace especial a este local es que es una agencia de detectives especializada en encontrar antiguas recetas de familia o platos de locales que desaparecieron hace ya años. De este modo, en cada una de las cinco historias que componen el libro, una persona visitará la taberna en busca de ese plato cuyo recuerdo ha permanecido en su memoria en el tiempo. A pesar de que la novela me pareció bastante ligera, hay en ella una descripción hermosa sobre el modo de concebir la cocina por parte de la cultura nipona.
55. “Mujeres solas”, de Takako Takahashi. Libro de relatos interrelacionados entre sí. Como se puede intuir por la historia personal de la autora, nunca quiso ceñirse al papel que socialmente se le había asignado por ser mujer, y, al igual que ella, las féminas de sus relatos no se adaptan a la realidad que les rodea. Mientras lo leía me he sorprendido sintiendo que espiaba lo que sucedía a través de una cortina, como si hiciese algo prohibido, y al final terminas entendiendo cómo se sienten sus personajes, aún estando rodeadas de gente, pero siempre solas en ese lugar donde se guarda lo que no se puede contar. Muy recomendable.
56. “Gotas de Sicilia”, de Andrea Camilleri. Ensayo que recopila siete textos del autor que tienen como telón de fondo su tierra natal, Sicilia, y que se mueven en el terreno del recuerdo del autor, si bien algunas situaciones parece imposible que se hubieran dado en la realidad. Pero es que la realidad de Sicilia es muy peculiar, lo mismo que los personajes y vivencias incluidas en el libro. La mafia, como no podría ser de otro modo, es protagonista en varios de los relatos, pero curiosamente, a pesar de que su influencia es negativa, el modo de narrar los hechos de Camilleri consigue arrancarte una sonrisa por lo esperpéntico y particular. ¡Qué bueno encontrarse con perlas literarias como esta de vez en cuando!
57. “La casa de las bellas durmientes”, de Yasunari Kawabata. La casa que da título al libro es un negocio al que los ancianos van a dormir junto a jóvenes que han sido drogadas para que no se despierten y los hombres puedan disfrutar de yacer junto a un cuerpo que todavía no ha sufrido el paso de los años y les evoque recuerdos de épocas pasadas. Eguchi, protagonista de la obra, se descubrirá recordando a lo largo de las noches que pasa allí a otras mujeres y sintiendo cierto enganche al poder que supone estar junto a alguien al que se podría matar o forzar sin que pudiera poner ningún impedimento. Sus diatribas mentales van desde la fragilidad del ser humano hasta la necesidad de contacto con el otro o la belleza de la juventud, pasando por la percepción de la virginidad de las chicas o la nostalgia de lo que no puede volver. Un texto que produce rechazo pero, al mismo tiempo, nos habla de un tema complicado por considerarse políticamente incorrecto.
58. “Matar a un ruiseñor”, de Harper Lee. Libro ganador del premio Pulitzer en el año 1961. Lo que empieza siendo una historia de niños que pasan los veranos ideando juegos e imaginando cosas sobre Boo Ridley, el hombre que está encerrado en su casa y al que no han visto nunca, termina siendo una historia sobre la realidad racial que se vivía en la época en Estados Unidos. Porque Atticus Finch es el único que defiende “los derechos de los negros” en general, y más concretamente el caso de Tom Robinson, al que acusan de haber pegado y violado a Mayella Ewell, una mujer blanca. Lo que hace muy especial a la obra es que está narrada por Scout, hija del famoso abogado, y debido a esto la perspectiva que tenemos de los hechos es más inocente y exenta de los prejuicios de los mayores. Si bien a día de hoy no se trata de un libro sorprendente, se trata de una buena narración, que resulta entretenida y que consigue que te encariñes con sus personajes y la población donde está ambientada.
59. “Donde no hago pie”, de Belén López Peiró. En su obra anterior, “Por qué volvías cada verano”, la autora habla del abuso que sufrió durante años por parte de su tío policía, y en este libro, que puede considerarse continuación de aquel, desarrolla el proceso de denuncia posterior años después. La obra te hace reflexionar sobre el difícil papel de la víctima, que no solo tiene que vivir con el peso de lo que le ha sucedido sino que también tendrá que enfrentarse a ese hecho continuamente si denuncia, puesto que tendrá que explicar sus motivaciones y dedicar todo su tiempo y esfuerzo al duro proceso judicial.
60. “Cha cha chá”, de Bego Antón y Sabina Urraca. Para realizar su trabajo fotográfico “Everybody loves to ChaChaCha”, Bego Antón viajó por los Estados Unidos en el año 2015 en busca de personas que practicasen freestyle, “una performance coreografiada en la que un perro y un humano se mueven al son de la música”. A este conjunto de fotos le acompaña un texto de Sabina Urraca que encaja perfectamente con ese estilo old fashion y la soledad que se intuye en las imágenes; la historia que cuenta es la de una hija que regresa a ver a su madre, con la que no tiene prácticamente relación y, a pesar de que la hija quisiera cambiar la situación, cada vez que comparten espacios dominan los silencios incómodos. Un artefacto precioso con el que Comisura vuelve a demostrar que la hibridación de artes puede generar algo bello, nuevo y consistente.
61. “En el manicomio”, de Nellie Bly. En el año 1887 el editor del The New York World propone a Nellie Bly infiltrarse en un manicomio para mujeres de la ciudad con el fin de realizar un reportaje de investigación que sacase a la luz los malos tratos recibidos por las internas. Fingiendo gestos y actitudes de una persona que pudiera ser calificada como demente, Bly consiguió que la calificaran como “indudablemente loca”. Una vez en el centro pudo constatar el maltrato al que eran sometidas las internas y, su reportaje resultante sirvió para que abriesen expediente al manicomio y se le dedicasen más fondos. Un trabajo periodístico muy interesante.
62. “Una mujer y la guerra”, de Sakaguchi Ango. Lectura para el Club de literatura japonesa que complementamos con el cómic basado en el libro que lleva el mismo nombre y que es obra de Yoko Kondo. Este volumen recopila cinco relatos, entre los que se encuentran los que dan título al libro y que dan voz al hombre (autor sin éxito) y a la mujer (prostituta) de la pareja. Cuentan el improbable matrimonio de ambos que se da debido a la excepcional situación de guerra en que viven, en la que consiguen ser casi felices a pesar de que ella se aburre fácilmente y él no consigue darle placer. Una lectura para reflexionar sobre las situaciones de guerra y cómo afectan a las personas que las viven.
63. “La guerra no tiene rostro de mujer”, de Svetlana Alexiévich. La autora, Premio Nobel de Literatura en 2015, cuenta al inicio de este ensayo cuál es su método de trabajo, consistente en buscar documentación y contactar con las personas que vivieron determinados momentos históricos, en este caso la IIª Guerra Mundial. Para crear esta obra entrevistó a muchísimas mujeres que participaron activamente en la guerra, ya fuera como parte del equipo sanitario, de transmisiones, partisano o primera línea de batalla. Por aquel entonces, estas supervivientes tenían entre 16 y 20 años, y el amor por la Nación que les había sido inculcado al igual que a los hombres y su determinación fueron los detonantes de su decisión de participar. Sus declaraciones ponen los pelos de punta, hay en su relato una verdad (quizás más humana) que yo no había visto hasta ahora en los relatos bélicos, más centrados en la potencia armamentística, la valentía o el resultado. No puedo describir el impacto que ha tenido en mí esta lectura, creo sinceramente que todos deberíamos leer lo que nos transmite Alexiévich en su obra. Indispensable.
64. “Ustedes brillan en lo oscuro”, de Liliana Colanzi. Conjunto de relatos cuya característica en común podría ser la mezcla de circunstancias que parecen reales con toques fantásticos o de ciencia ficción, generando una especie de mundos distópicos. Sus historias hablan sobre lo efímero del ser humano frente a la permanencia de lo natural, la preocupación por los accidentes nucleares o tóxicos y cómo los sufren más los más pobres, o también el modo de aprovecharse de los que menos tienen. Un compendio interesante, aunque no llegó a calarme.
65. “Heaven”, de Mieko Kawakami. Novela sobre el acoso escolar protagonizada por un chico de 14 años que sufre bullying por parte de sus compañeros de clase. Los profesores hacen que no lo ven y su madre no llega a darse cuenta porque se trata de un maltrato no visible. El protagonista encontrará un rayo de esperanza en otra compañera a la que también acosan, consiguiendo generar cierta ilusión en el protagonista por los momentos que comparten juntos, pero cuando sus compañeros casi le rompen la nariz para después confesarle que no trate de buscar un sentido al maltrato porque no lo hay, toda su existencia se desmoronará. Una problema complejo y una lectura muy dura.
66. “La casa de las sombras”, de Adam Nevill. Lectura conjunta por Halloween que me sirvió para adentrarme en el género de terror, no muy habitual en mí. Catherine es una tasadora de antigüedades a la que le encargan tasar las obras de un reputado taxidermista. Dichas obras no pueden salir de Red House, la mansión de estilo gótico en la que aún vive la sobrina del taxidermista, una vieja antipática que pone todo su empeño en conseguir que Catherine se aloje allí mientras se encarga de tasarlo todo. Durante su estancia, la obra del taxidermista se irá entremezclando con sus recuerdos hasta llegar al clímax donde todo estalla. Una lectura muy apropiada para la época, aunque algo rebuscada en cuanto a saltos temporales.
67. “No te veré morir”, de Antonio Muñoz Molina. El primer capítulo de esta obra es una especie de experimento, puesto que narra la confesión de Gabriel Aristu, un hombre arrepentido por un amor perdido, toda de seguido, sin puntos para parar la lectura. Después la narración nos presenta la visión de otro personaje, a través del cual sabremos quién es Gabriel (ahora sí con sus puntos y comas). Las casualidad hará que este personaje sirva de enlace entre Aristu y aquel amor de juventud. Una lectura fascinante y triste a partes iguales por la soledad terrible en la que habitan sus personajes.
68. “Nueva York es una ventana sin cortinas”, de Paolo Cognetti. Tras haber leído otras novelas del autor, me animé con este ensayo sobre la ciudad de Nueva York en la que vivió durante largas temporadas. A través de sus ojos conocemos distintos barrios y porqué son importantes para él, nos pone en antecedentes históricos y los conecta con las vidas y obras de escritores. Un libro interesante para preparar un viaje a la Gran Manzana, ya sea física o mentalmente.
69. «Cuentos de Terramar III: La costa más lejana”, de Úrsula K. Le Guin. Tercer libro de la saga en el que nos encontramos de nuevo con Ged el Archimago, aunque el narrador es Arren, un joven príncipe que acude en su ayuda porque al sur del mundo los magos están olvidando el verdadero nombre de las cosas. Juntos emprenderán una aventura para descubrir lo que está pasando que será una especie de descenso a los infiernos por todo lo que ven y experimentan. Una obra que nos habla de la complejidad del mundo que creó Le Guin y que engancha como buena novela de aventuras y fantasía que es.
70. “Oculto sendero”, de Elena Fortún. Biografía novelada de la propia autora que, mediante el personaje de María Luisa, se nos presenta desde bien pequeña como una niña diferente, que no se entretiene igual que el resto de niñas y que tiene una capacidad de observación y una sensibilidad mucho mayor. El momento en que vive no permite esa libertad a las mujeres, y aunque terminará casándose y siendo madre, su constante búsqueda de autodeterminación la llevará a ganarse la vida como pintora y separarse de su marido, además de descubrir su sexualidad. Me gustó mucho el estilo de Elena Fortún y su historia me pareció interesantísima.
71. “Mi madre”, de Yasushi Inoue. Esta novela desarrolla desde un punto de vista personal los últimos años de la madre del autor y cómo la demencia cambió su modo de ser y actuar. Desde el principio sorprende la entereza con la que sus hijos asumen su responsabilidad en el cuidado de su madre, a pesar de las reticencias de ella, y cómo van viviendo el deterioro que sufre en el tiempo. Un bonito homenaje a su madre, además de un retrato preciso sobre la demencia que sufren muchos mayores.
72. “Nagori: La nostalgia por la estación que termina”, de Ryoko Sekiguchi. Ensayo que parte del concepto japonés de nagori o la nostalgia de algo que termina, ya sea una estación, una relación, una vida. El libro habla sobre todo del plano gastronómico, por lo que el concepto de estacionalidad tiene todo el sentido, pero también reflexiona sobre lo que implica para nosotros esa estacionalidad. Ser conscientes de que la vida es un ciclo nos acerca un poco más a la aceptación de que la vida es finita, que tiene un principio y un fin, y aunque las estaciones en sí vuelvan anualmente, a lo largo de nuestra vida pasaremos por distintos estadios hasta convertirnos en otra cosa. Una lectura perfecta para pararse a pensar y observar.
73. “Mandíbula”, de Mónica Ojeda. Novela dentro de la corriente de autores latinoamericanas en las que la violencia y el terror psicológico son protagonistas. Está escrita desde el punto de vista de Miss Clara, una profesora obsesionada con su madre a la que secuestra una de sus alumnas, y el de Fernanda, una estudiante amante de las historias creepypasta que se dedica a hacer rituales turbios con su grupo de amigas y que termina siendo secuestrada por Miss Clara. Muy interesante sobre todo por lo bien que refleja esa etapa previa a la madurez en la que los límites entre el bien y el mal son mucho más difusos.
74. “Alguien voló sobre el nido del cuco”, de Ken Kesey. Para escribir esta novela el autor se basó en su propia experiencia en un hospital psiquiátrico y, para más inri, dice haberla escrito bajo los efectos del LSD. La historia cuenta la revolución que supone la entrada de un delincuente de poca monta en un manicomio, puesto que hace ver a los internos que están siendo maltratados por el personal y pone a prueba a enfermeras y médicos con su actitud. Un libro bastante irreverente que reflexiona sobre el aislamiento social al que se somete a la gente «incómoda».
75. “Suisen, el gato de Goro”, de Aki Shimazaki. Tercer libro de la pentalogía «La sombra del cardo». El protagonista en esta ocasión es Goro, antiguo compañero de clase de Mitsuko y Mitsuo, los personajes principales de los libros anteriores. Goro cree que ha alcanzado el éxito en la vida por ostentar una posición de poder en la empresa familiar, tener una familia y también varias amantes, pero todo lo que había construido se derrumba como un castillo de naipes, descubriendo que realmente detrás de esa cortina no tiene nada. De lectura sencilla, pero me gustó menos que los anteriores.
76. “La conjura de los suicidas”, de Petros Márkaris. Nueva entrega del detective Kostas Jaritos, en esta ocasión ambientada en plena pandemia de covid. Aún estando en confinamiento surge un movimiento de ancianos que se quitan la vida dejando una carta en la que alientan a la gente a reclamar la apertura de negocios para evitar el empobrecimiento. Al mismo tiempo surgirá otro movimiento de negacionistas del covid que atentarán contra científicos y médicos para causar el caos, de modo que Jaritos tendrá que discernir entre ambos grupos y encontrar a los verdaderos culpables.
77. “Cuentos de Terramar IV: Tehanu”, de Úrsula K. Le Guin. En esta nueva entrega Ged el Archimago, ahora sin poderes, se reencuentra con Tenar, que tras haber huido de Atuan decidió casarse y tener familia. Al quedarse viuda recogió a Therru, una pequeña que ha sufrido abusos y que oculta en su interior un gran poder. Los tres juntos tendrán que enfrentarse a un mal que les acecha, y en el proceso descubrirán cosas de sí mismos que no sabían. De nuevo fue una lectura entretenida y muy disfrutable.
En cuanto a las «lecturas gráficas» de este segundo trimestre del año, al igual que en el primero ha habido muchas y algunas muy reseñables. Entre las mejores, sin duda alguna, está “El abismo del olvido”, de Paco Roca y Rodrigo Terrasa, poniendo el foco sobre una etapa muy oscura de nuestra Historia reciente. Otra obra nacional que ha dejado huella en mí ha sido “La alegre vida del triste perro Cornelius”, de Marc Torices, que es una de esas historias que consigue sacarte de quicio porque estás viendo en todo momento que el protagonista la está liando de lo lindo y no hace nada para evitarlo. Otro cómic que ha quedado finalista en varios premios este año ha sido “Ronson”, de César Sebastián, una especie de documento/homenaje a las infancias de mediados del siglo pasado. También he leído “Las casitas de hojalata”, de Josemi Benítez, que habla de los inmigrantes que llegaron a Bilbao en los años 50 en busca de un futuro mejor, mientras que “Boomers”, de Bartolomé Seguí, retrata el futuro de los que nacieron en décadas posteriores y ahora están a las puertas de la tercera edad. La nueva entrega de Tito, «Soledad: el objetivo», continúa con los sucesos de ambientación rural, “Goya Saturnalia”, de Manuel Gutiérrez y Manuel Romero relata el proceso hacia la locura en que derivó el famoso artista por culpa de su sordera, y “Manual de autodefensa” de Luci Gutiérrez representa en satíricas viñetas muchas de las formas en que nos relacionamos actualmente. Por último en cuanto a tebeo nacional se refiere, leí por fin “La tercera ley de Newton” de Javier Marquina y Víctor Solana, un cómic de acción que bien podría ser yanki, “Warburg & Bleach” de Jorge Carrión y Javier Olivares, que cuenta de forma curiosa las historias de dos personas que revolucionaron la cultura, «Natasha» de Almandoz y Trueba, sobre cómo puede afectar el uso que hacemos de las redes sociales a la vida de una persona, y “Todas las personas que fui” de Alfonso Casas, un cómic autobiográfico muy necesario sobre la salud mental.
En cómic internacional volvieron a caer dos obras del genial Tom Gauld, en esta ocasión haciendo una reinterpretación del mito de «Goliat» y contando la historia del los últimos habitantes de la luna en «Un policía en la luna». Matt Madden me sorprendió con su “99 ejercicios de estilo”, contando de 99 formas diferentes la misma anécdota. Volví a mi querido tándem (Ed Brubaker y Sean Phillips) con el primer volumen de «Incógnito», que es una historia de superhéroes que no me convenció demasiado, y “Mis héroes siempre han sido yonquis” que sí que me pareció a la altura de otras de sus obras. Otro de los autores a los que vuelvo periódicamente son Jeff Lemire, que en esta ocasión me sorprendió con “Essex County”, un entrelazado de historias familiares muy potente, Bill Watterson, que en “Calvin y Hobbes para principiantes” recopila más estupendas tiras cómicas protagonizadas por estos dos personajes y Liniers, cuyas últimas tiras cómicas por fin volvieron a recopilar en “Macanudo: bienvenidos al otro lado”. “Unboxing Pandora”, de Fabio Pía Mancini me sorprendió gratamente con su reinterpretación del mito griego, “Escucha, hermosa Márcia” de Marcello Quintanilha me gustó por estar ambientado en Brasil y contar una historia muy real y diferente a lo que leo habitualmente, y en “In.” Will McPhail crea algo maravilloso de un modo muy sintético. También me gustó leer “Los combates cotidianos” de Manu Larcenet, la vida de un joven fotógrafo con ansiedad y su relación con el mundo. Leí por fin la archiconocida “From hell” de Allan Moore y Eddie Campbell, sobre la historia de Jack el Destripador, y conocí el personaje de “La Visión” y su familia gracias a Tom King, Gabriel Hernández Walta y Jordie Bellaire.
Por otra parte continué con las series de “Nightwing» (grapas 21 a 25) de Tom Taylor y Bruno Redondo, que sigue pareciéndome una maravilla; “Las tortugas ninja» (vol. 11 y 12) de Kevin Eastman, que empiezan un nuevo arco argumental tras la derrota del clan del Pie (¡ah! Y protagonizada por estos personajes también leí «Batman/Tortugas ninja» de James Tynion IV y Freddie E. Williams II, un más que curioso crossover); «Saga» (vol. 3) de Brian K. Vaughan y Fiona Staples (¡menudo serión intergaláctico!); «Mumin» (vol. 2) de Tove Jansson, en el que se recopilan más historias de estos curiosos personajes suecos; “Hay algo matando niños» (vol. 3 y 4), de James Tynion IV, Werther Dell’Edera y Miquel Muerto, tomos en los que conocemos la historia de cómo Erica Slaughter empezó a cazar monstruos; “Monstress» (vol. 6 y 7), de Marjorie Liu y Sana Takeda, que ya se acercan al final de esta maravillosamente dibujada historia; y cerré la serie de “Ojo de halcón: Río Bravo» (vol. 3), de Matt Fraction, David Aja y Annie Wu, con un tercer tomo muy a la altura del resto.
Por último y no por ello menos importante, en lo referente a series niponas continué con «Asadora» (vol. 6 y 7), la nueva obra del genialísimo Naoki Urasawa protagonizada por una joven piloto de aeronaves que debe evitar el ataque de un monstruo durante las Olimpiadas. En “Rastros de sangre» (vol. 14 y 15) de Shuzo Oshimi nuestro protagonista ya es adulto y como tal le toca enfrentarse con su pasado al reencontrarse con su madre. Por su parte, los pequeños huérfanos de “The promised neverland» (vol. 6-10) de Kaiu Shirai y Posuka Demizu siguen avanzando para conseguir huir de ese mundo en el que son comida para demonios. La historia de “Kowloon» (vol. 4 a 6) de Jun Mayuzuki se está volviendo cada vez más enrevesada y distópica, género en el que también se mueve la serie de “Alice in borderland» de Haro Aso cuyos dos primeros volúmenes leí a finales de año. Y hablando de este tipo de series, cerré por fin “Dragon Head» de Minetaro Mochizuki con su quinto volumen. Mientras, “El incidente Darwin» (vol. 4 y 5) de Shun Umezawa sigue avanzando en la trama de la organización terrorista pro defensa animal que quiere al humancé protagonista en sus filas.
Otras obras más tiernas que continúo son “Ranking of kings» (vol. 3-6) de Sosuke Toka, en la que seguimos las aventuras de Bojji y Kage; “Ocean Endroll» (vol 1-3) de John Tarachine sobre una señora que a sus sesenta años decide que quiere estudiar dirección de cine; “Insomniacs after school» de Makoto Ojiro que en los vol. del 7 al 12 avanza mucho la relación entre los dos personajes protagonistas; “El pequeño Baku” de Masumura Jushichi, una serie en dos volúmenes en la que, a través de un pequeño alienígena conoceremos los problemas a los que se enfrentan los inmigrantes en Japón; la estupenda “Hirayasumi» (vol. 3 y 4) de Keigo Shinzo, que parece no contar nada pero al mismo tiempo te llega bien hondo; en “El chico y el perro” Seishu Hase y Takashi Murakami cuentan el periplo de un perro tras un terremoto en busca de su antiguo dueño; y la esperadísima “El viaje de Shuna”, una de las primeras obras de Hayao Miyazaki y en la que empieza a explorar muchos de los temas de los que hablará en obras posteriores.
En cuanto a series deportivas, los vol. 11 y 12 de “Capitán Tsubasa» de Yoichi Takahashi nos plantan casi en la final del torneo de fútbol, a la que llegan de nuevo el Nankatsu y el Meiwa. Las Warabi, el equipo femenino de “Farewell, my dear Kramer» de Naoshi Arakawa, también están participando en el torneo de su región en los vol. 4 y 5. El spokon que cogí con muchísimas ganas ha sido “Hajime no Ippo» de Joji Morikawa, cuyos tres primeros números ya cayeron y presentan al joven Ippo como la gran promesa del boxeo nipón. Por último desbloqueé recuerdos de infancia con la serie “Attacker you! Dos fuera de serie”, de Jun Makimura y Shizuo, cuyo anime se emitió en los 80 bajo el nombre de Juana y Sergio.
Para cerrar, en esta última etapa del año he empezado con lecturas de terror como “El chico de los ojos de gato” (vol. 1) de Kazuo Umezz o “Black Paradox” de Junji Ito, género en el que seguiré haciendo mis pinitos aunque sobre todo el segundo autor me parezca bastante desagradable. Y protagonizado por Drácula pero en una versión suya más cómica y haciendo de padre leí “Don Drácula”, de Osamu Tezuka. Cabe resaltar que “Tokyo revengers» (vol. 11 a 13) de Ken Wakui está a puntito de terminar, y además de este mismo autor se editó otra miniserie en dos volúmenes llamada “Dessert eagle”, también con protagonista macarra pero algo más adulta y sin viajes en el tiempo, jeje.
El año que viene más y mejor 🙂