Encuentros en el parque
Roma
«Verás entre meadas y meadas,
más meadas de todas las larguras:
unas de perros, otras son de curas
y otra quizá de monjas disfrazadas.
Las verás lentas o precipitadas,
tristes o alegres, dulces, blandas, duras,
meadas de las noches más oscuras
o las más luminosas madrugadas.
Piedras felices, que quien no las mea,
si es que no tiene retención de orina,
si es que no ha muerto es que ya está expirando.
Mean las fuentes… Por la luz humea
una ardiente meada cristalina…
y alzo la pata… Pues me estoy meando.»
«Se prohíbe hacer aguas»,
en «Roma, peligro para caminantes»,
de Rafael Alberti
Pero, a pesar de su ruido,
su olor a pis,
su ausencia de espacio vital para cada individuo,
su rechazo al turista,
su abandono…
terminas por mirarla a la inversa,
por admirarla tal y como es
en su caos y dejadez,
y te das cuenta de que lo que sientes por ella
no es otra cosa que Amor.
(Sí, ahora que ya no estoy allí lo puedo decir)