La vieja bicicleta
Atrás quedaron aquellos días en que el viento circundaba la bicicleta roja mientras descendía a toda velocidad por la cuesta de la piscina, las tardes en que descansó sobre la hierba mientras su dueño jugaba al fútbol con amigos, las noches cálidas de verano en que, del manillar, circulaba suavemente sintiendo el salitre en el aire.
Ahora la bicicleta vieja descansa frente a la puerta de la tienda de antigüedades, como todas aquellas cosas que han perdido su función vital pero que, con el tiempo, han adquirido un aura melancólica que atrae al paseante y lo invita a sumergirse en el recuerdo de un pasado que sabe a eterno.