Esta fue la segunda vez que he podido visitar el Perito Moreno y volvería una y mil veces más, porque es uno de esos lugares que siempre impresiona y se queda grabado en tu retina. Ya de entrada sorprende por su tamaño, pero saber que es el más pequeño de los glaciares del Parque Nacional en el que se encuentra te deja aún más patidifuso. La naturaleza puede ser alucinante.
El segundo día en El Chaltén hicimos otra ruta que nos resultó menos sorprendente por comparación (es lo malo de comparar cualquier cosa con el Fitz Roy, que sale perdiendo, jeje), pero que en realidad también tenía paisajes chulísimos.
Si bien al principio la ruta tenía bastante desnivel, la mayor parte de la misma fue bastante llana, rodeados de vegetación baja y algunos árboles y yendo mucho rato cerca del río de agua glaciar.
Ya al llegar a la laguna sorprende el paisaje por su amplitud. Al fondo de la laguna puede observarse el glaciar, que progresivamente iba soltando trozos de hielo.
Lo mires por donde lo mires, el Fitz Roy nos dejó posiblemente las estampas más bellas de todo el viaje. Una suerte haber podido caminar cerca de él, sentirlo omnipresente dominando el paisaje, y disfrutar de un precioso día de otoño en las proximidades de El Chaltén.
Ha costado un tiempo conseguirlo, ¡pero ayer por fin logramos hacer la cuerda larga! Como única pega puedo decir que hubo bastante viento, pero que no hiciese mucho calor ayudó a que fuese más liviana, y los paisajes desde arriba merecen la pena. Casi 21 kilómetros con subes y bajas constantes, así que hoy estoy un poco para el arrastre, jeje.
Sería ya hace unos 12 años que fuimos por primera vez a la Reserva Natural Integral de Muniellos. Allí pudimos hacer una ruta bastante exigente (en una época en la que no estábamos ni de cerca tan supuestamente bien preparados como ahora) que nos enamoró, sobre todo porque ofrecía la posibilidad de estar prácticamente solos en un entorno natural incomparable.
Por eso mismo quisimos volver a recorrer el lugar, y por fin estas Navidades tuvimos la oportunidad. Aunque no pudimos hacer la misma ruta que entonces (por temas de horario), volvió a encantarnos su robledal en invierno. Eso sí, ¡qué cantidad de agua! La mayor parte del camino estaba anegado, y de hecho no pudimos llegar a las lagunas porque era casi imposible cruzar un río inesperado.
Aún así su naturaleza volvió a enamorarnos, así que sin duda regresaremos. A ver si, para la próxima, en otra época del año 🙂
