Muerte en Venezia
Con el arroyo
«En conversaciones con contemporáneos yo vi oí tras sus
rostros
la corriente
que corría y corría y llevaba consigo a voluntarios e involuntarios.
Y el ser con ojos pegados
que quiere ir hacia el medio del chorro, contra la corriente,
se arroja hacia delante sin temblar
en furiosa hambre de sencillez.
Donde más fuerte es la corriente,
como allí donde el arroyo se angosta y va hacia el otro lado
del chorro – lugar donde hice un alto
luego de un viaje a través de bosques secos
una noche de junio: el transistor da lo último
de la sección extraordinaria: Kosygin, Eban.
Algunos pocos pensamientos me taladran, desesperadamente.
Algunos pocos hombres están lejos del pueblo.
Y bajo el puente colgante pasan las masas de agua
estrellándose. Aquí llega la madera. Algunos troncos
señalan hacia el frente como torpedos. Otros se tuercen
totalmente, giran torpemente y van hacia destinos nulos
y algunos olfatean las costas del arroyo,
se meten entre piedras y resaca, se clavan
y se dan la vuelta como manos unidas,
inmóviles en el estruendo…
Vi oí desde el puente colgante
en una nube de mosquitos,
junto con algunos muchachos. Sus bicicletas
enterradas en el verde – solo los cláxones
sobresalían.»
Deshielo a mediodía. Tomas Tranströmer
A lo Miyazaki
Hayao Miyazaki es capaz de ver mucho más allá de cada casa, árbol o persona, imaginando mundos increíbles en los que todo es posible, desde bosques habitados por espíritus hasta motas de polvo alborotando en el desván, o padres que se convierten en cerdos (por poner algunos ejemplos).
Emulando al maestro, «en aquel paraje inhóspito, encubierta por la tierra, las raíces, la hierba y las hojas que descansaban sobre ella, nos topamos con una embarcación a la espera de la crecida del río tras el deshielo. Tan sólo dejaba a la vista un pedazo de la proa y parte de los mástiles que debían sujetar sus velas, por lo que resultaba sencillo que pasara desapercibida. Pero los corzos sabían que, en primavera, temblaría el suelo bajo ellos por la puesta en marcha de los motores, seguida por el estallido del barco al flotar de nuevo sobre las tan esperadas aguas del río.»
Gracias Jesús por hacer volar mi imaginación…