Quién pudiera tener, allá donde estuviera, una ventana que diera al mar, para poder ver su azul cristalino, escuchar su rumor y respirar el aroma que tienen las vacaciones.
Caminando por una calle cualquiera, uno fácilmente puede sentirse observado, pero no serán muchas las veces que los ojos con los que te topes sean los de un gato que toma el sol junto a una ventana.