Pendiente
Punta Arenas
Desde Punta Arenas se puede ver Tierra de fuego, allá al fondo, cruzando el estrecho de Magallanes.
Es gracioso volver a escuchar esos nombres que no oías desde que estudiabas en el colegio, y más aún haber estado allí.
Mientras los barcos transitan por el estrecho, cientos de cormoranes descansan en una pasarela de madera ya vieja y abandonada.
La estampa emana esa sensación de que cualquier tiempo pasado fue siempre mejor…
Allá en la Patagonia chilena
Allá en la Patagonia chilena, en ese espacio del mundo donde no hay pueblos dispersos sino solo tres pueblos entre estepas inmensas. A unas horas en que el día está por comenzar, en uno de esos días fríos de invierno de cielo despejado, allá en la Patagonia chilena, tan solo unos pocos senderistas recorríamos en autobús la distancia entre Puerto Natales y el Parque Nacional Torres del Paine.
Y, en medio de ninguna parte, paramos cerca de este café. Un café que habrá visto nevadas que lo habrán dejado aislado, por el que habrán pasado tantos y tantos viajeros en su camino al Paine. Aquel día de finales de invierno, yo pisé ese café. Y me sorprendió encontrar un grupete de senderistas hablando en español sobre el sometimiento de los pueblos. Y la conversación, entre una australiana, un italiano y una chilena (que trabajaba en el café), la guiaba un catalán.
Yo no soy nadie, y por ello sé que mis opiniones no valen nada. Y menos cuando uno está al otro extremo del mundo, viendo algo que, posiblemente, no volverá a ver jamás. ¿Por qué no basta con sabernos afortunados por poder estar allí? ¿Por qué no es suficiente con lo increíble que es el mundo? ¿Por qué somos siempre tan egocéntricos?
Chile de color
Me aplico el dicho de «nunca es tarde si la dicha es buena», puesto que ha pasado bastante tiempo desde mi última actualización, pero no ha sido por falta de ganas, sino por exceso de trabajo acumulado. Si bien no actualizaré tanto como me gustaría, quiero ir compartiendo poco a poco, entre otras muchas, las fotos de mi último viaje.
Chile es tan grande que en él caben muchísimas cosas, pero así a bote pronto me quedo con una de ellas: el color. Porque, a pesar del gris invierno que trataba de inundarlo todo, el color estaba siempre en todas partes, ya fuera gastado o brillante, en graffitis o en la naturaleza, tras la niebla o a pleno sol.
Espero poder compartir ese color chileno que respira al otro extremo del mundo a través de mis fotos, pero, como suele decirse, nunca será lo mismo que verlo de primera mano. Y puedo decir que el viaje merece verdaderamente la pena.