Mis lecturas del año 2020 (2/2)
(Continuación de este post)
41. «El disputado voto del señor Cayo», de Miguel Delibes. Primera lectura del Club de lectura virtual Chiribitil. Podría decirse que es mi primer libro de Delibes, porque hace muchísimo leí El camino pero no tengo recuerdo alguno de esa lectura, y he de decir que no será el último, porque me gustó muchísimo. El libro se desarrolla prácticamente en un solo día en el que un grupo de militantes van a hacer campaña a algunos pueblos de la Castilla profunda. En uno de ellos conocen al señor Cayo, que, para su sorpresa, les dará unas cuantas lecciones que les harán reflexionar sobre qué es lo verdaderamente importante saber. Un libro que nos muestra con claridad la dicotomía vida urbana/vida rural y lo que se está perdiendo con la migración masiva a las ciudades. Muy recomendable para hacer un ejercicio de reflexión sobre a dónde vamos y de dónde venimos.
42. «Del color de la leche», de Nell Leyshon. Este libro, préstamo de Clau y recomendación de Míriam, me sorprendió mucho no tanto por lo que cuenta como por cómo lo cuenta, porque está escrito de un modo muy curioso, como si pudiera escucharse. El libro relata la historia de Mary, una niña muy sincera y directa que vive en la Inglaterra rural de 1830 y que consigue salir de la dura rutina de trabajo en el campo de su casa para trabajar como criada de la mujer del vicario. Allí aprenderá a leer y escribir (de ahí viene también la curiosa forma del relato que comentaba antes), pero también descubrirá que no es oro todo lo que reluce. No cuento nada más, solo recomiendo que lo leáis porque es un libro que engancha, ¡muy recomendable!
43. «Al menos tienes trabajo», de Naiara Puertas. Ensayo sobre la situación laboral en España que leímos en el Club de lectura virtual de Fe de Erratas. Fue una lectura muy interesante, de la que sacamos muchas conclusiones (y la mayoría, todo sea dicho, describen un modelo laboral y vital que no nos convence) y que nos hizo replantearnos el modo en el que entendemos el trabajo, cómo está concebido en nuestra sociedad y lo que se espera de nosotros como ciudadanos, antes, durante y después de nuestra edad laboral. Vamos, que pone sobre la mesa cosas que hacen pupa y que realmente no nos gustan de cómo está montado todo este tinglado pero que no hacemos nada por cambiar. En cuanto a la parte negativa, algunos capítulos son más densos que otros, por lo que a ratos es una lectura cansada, y además nos faltó que llegara a alguna conclusión a la que poder agarrarnos en vistas a un futuro.
44. «El invitado», de Elizabeth Day. Libro Bookish del mes de julio, de tipo ligero como las lecturas que suelen gustar en esta época. Quizás fuese por esto (que no me suelen gustar las lecturas ligeras) o quizás porque el argumento no me convenció, pero es posible que haya sido una de las peores lecturas del año. Se trata de una novela de intriga, en la que se nos presenta a un personaje estirado y pijales pero forzado, como si todo fuera una coraza creada para poder sobrevivir en el mundo de ricachones en el que se mueve puesto que su mejor amigo es un potentado que quiere aparentar normalidad pero vive en un castillo. Vamos, que ningún personaje es que me cayese bien (Lucy, la novia del protagonista, es la más pasable, pero es difícil salvarse de la pira en esta situación). Pues resulta que Ben Fitzmaurice (el del casoplón) celebra su 40 cumpleaños e invita al protagonista y su novia, pero su relación ya no es lo que era en el College (como se nos dará a conocer en los múltiples saltos temporales del libro), y entonces sucede algo en la fiesta que hace que se presencie la policía y haya una serie de interrogatorios. No hay que ser Miss Marple para imaginar el desenlace, pero vamos, que os ahorráis la lectura viendo cualquier película policíaca de alta alcurnia.
45. «El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes», de Tatiana Tibuleac. Otro de los préstamos de Clau que me encantó. El libro relata el último verano que Aleksy pasó con su madre, antes de que la enfermedad que la estaba consumiendo acabase con ella. Él es un personaje muy complicado, rebelde, agresivo, poco comunicativo, y la relación con su madre es muy dura, cargada de rencor y rabia. Pero en ese verano de cuenta atrás ambos buscaran el modo de llegar a un punto intermedio en el que poder convivir y, quizás, perdonarse mutuamente. La historia se sustenta en el carácter de ambos, no hace falta más, y me gustó porque no son personajes al uso, además de estar ambientado en un paisaje (emocional y físico) desconocido hasta ahora para mí. Merece la pena leerlo.
46. «La figlia oscura», de Elena Ferrante. Tercer libro de la trilogía Cronache del mal d’amore. En esta ocasión la protagonista es una profesora de literatura que decide pasar las vacaciones de verano ella sola (sus hijas están en Canadá con su exmarido) en un pueblo del sur de Italia. Estando en la playa coincide con una familia muy ruidosa, en la cual hay una chica joven y su hija, con las que acabará trabando una especie de amistad, aunque más bien sea un flotador al que agarrarse en un verano difícil anímicamente para ambas. Lo que más me gusta es cómo transmite la densidad del calor, el agobio, la angustia, la desazón de la protagonista que no parece estar a gusto de ningún modo. ¡Si es que la Ferrante escribe fetén! 😀
47. «Cómo ser una buena criatura», de Sy Montgomery. Regalo de Jesús, este libro cuenta en primera persona lo que han supuesto en la vida de la autora los animales que ha ido conociendo a lo largo de su historia, desde algunos tan habituales como los perros o cerdos hasta erizos o pulpos. Pero no es un libro sobre animales tal cual, sino que es un diario reflexivo sobre lo que ella ha aprendido y cómo le ayudaron en determinados momentos de su vida. Un libro delicioso (¡y estupendamente ilustrado! Además de incluir fotos de la autora con muchos de los «bichos» de los que habla) para todos aquellos que amamos a los animales y que compartimos nuestra vida con ellos.
48. «Por las carreteras», de Sylvain Prudhomme. Libro Bookish del mes de agosto, cuenta la historia de un escritor que viaja a un pueblo para escribir, y allí se encuentra con un viejo amigo con el que solía viajar en autoestop cuando eran jóvenes, pero con el que perdió el contacto unos años atrás. Si bien la historia es sencilla y transcurre sin excesiva acción, hay algo que me llamó especialmente la atención, y es ver el reflejo de un tipo de persona que no suele aparecer de adulta en la literatura o el cine, la típica persona a la que todo el mundo considera incapaz de sentar la cabeza y a la que se critica por querer ser eternamente joven. Pues bien, me pareció que este personaje del autoestopista en su edad adulta es un fiel reflejo de cómo podría evolucionar alguien con este tipo de personalidad, y eso me gustó mucho. Para pasar un rato entretenido.
49. «El Pabellón de oro», de Yukio Mishima. Llevaba desde que volví de Japón (2018) queriendo volver a leer esta obra de Mishima puesto que visité el Kinkaku-ji durante el viaje y quería ver cómo lo describía. Pues bien, he de decir que se me quedó corto en cuanto a lo que pudo sentir el protagonista hacia el templo y que le motivó a hacer lo que hizo (quiero decir que esperaba leer más sobre lo abrumado que pudo sentirse ante tanta belleza que sobre el resto de sus motivaciones), pero aún así me gustó como análisis de un tipo de personaje complejo y su historia. Eso sí, ¡tenía recuerdo de que me gustó más la primera vez que lo leí!
50. «El sonido del caracol salvaje al comer», de Elisabeth Tova Bailey. Otro súper préstamo de Clau al que le tenía ganas desde hacía tiempo. Un poco en la línea del de Sy Montgomery, este ensayo cuenta cómo un caracol ayudó a la autora durante una enfermedad que la mantuvo en cama durante meses. En este tiempo tan solitario en el que pasaba muchísimas horas sola y en el que la costaba mucho hacer cualquier otra actividad de entretenimiento como leer o ver la tele, observar al caracol y querer saber más sobre su modo de vida la mantuvo con la mente ocupada y, en cierto modo, la salvó. Muy interesante para saber más sobre la vida de los caracoles y también para darnos cuenta de toda la vida que hay a nuestro alrededor y que conoceríamos si prestásemos atención.
51. «La cresta de Ilión», de Cristina Rivera Garza. Tenía muchas ganas de leer algún libro de la Editorial Tránsito porque me parece que tienen buena selección y estéticamente me gusta mucho, pero me parece que no di con el libro adecuado. Todo comienza una noche de lluvia, cuando una mujer llama a la puerta del protagonista y afirma conocerle desde hace tiempo. Esa misma noche, algo más tarde, llegará también a su casa su ex, enferma, y la mujer misteriosa se encargará de cuidarla, llegando a entablar una extraña amistad que desarrollará incluso un idioma propio. Me pareció un libro raro, que no acabé de entender, pero he de decir que más tarde se lo dejé a Sonia y ella sí que pudo sacarle algo más de sentido dentro de la tradición literaria mejicana…así que supongo que es cuestión de gustos.
52. «Mejor la ausencia», de Edurne Portela. He tardado demasiado en leer a Edurne Portela, pero ahora que he empezado no voy a dejar de hacerlo 🙂 El libro relata la historia de Amaia, la pequeña de una familia totalmente desestructurada que vive en el País Vasco durante los años 80-90. La tensión y la violencia que hay en las calles parece haberse metido también en las casas, donde no hay escondite posible. Me pareció un relato duro, triste, donde no hay otra posibilidad más que adaptarse si se quiere sobrevivir. Lo único que no me gustó tanto fue la última parte del libro, pero por lo demás 100% recomendable. ¡Leed a Edurne! No os arrepentiréis.
53. «Adiós fantasmas», de Nadia Terranova. Libro Bookish del mes de septiembre, también sobre tema familiar, pero en esta ocasión con la mirada adulta de la protagonista, que vuelve a casa de su madre en Sicilia muchos años después para ayudarle a recoger las que hay en la casa con idea de ponerla a la venta. Es una de esas historias donde hablan más los silencios, que nos cuentan que en esa casa siempre lo ha llenado todo la ausencia de su padre que desapareció siendo ella pequeña. Vuelta a un pasado que no parece querer cerrarse nunca, y que sujeta bien fuerte a los que han llegado al presente para que no consigan seguir adelante. Me gustó, pero sin más.
54. «Los líquidos íntimos», de Olga Novo. Segunda lectura del club Chiribitil, se trata de un poemario recopilatorio con obras de tres libros distintos de la autora. Me sorprendió lo difícil que fue encontrarlo, no estaba en bibliotecas y hubo que pedirlo a las librerías de distintas ciudades que contaban con algún ejemplar. ¡Y todo esto a pesar de que se trata de una autora bastante famosa! A pesar de que no leo mucha poesía he de decir que este poemario me gustó bastante, hay mucha imagen natural y física que es fácil comprender, y se nota que hay mucho sentimiento hondo detrás. Una buena opción para los que no leemos mucha poesía, a modo de iniciación.
55. «Distancia de rescate», de Samanta Schweblin. Tenía ganas de hincarle el diente a algún libro de esta autora, que la conocía por recomendación de la súper recomendadora Míriam, y empecé con este que tenían disponible en eBiblio. Es un libro muy cortito, de hecho me lo leí en un viaje en autobús, pero también lo terminé tan rápido porque engancha. A pesar de que la trama es sencilla (una madre y su hija van a pasar unos días a una casa de campo que les alquila una señora muy atractiva), se trasluce desde el principio cierta tensión contenida, en plan thriller, que te lleva a querer avanzar rápido para saber qué va a pasar al final. Recomendable.
56. «El embalse 13», de Jon McGregor. Lectura para el club Fe de erratas con la que hubo un problema de expectativas. Todo esperábamos que se tratase de una novela negra y no, es una novela extraña, en la que el protagonista es sobre todo el pueblo, y a lo largo del libro lo que pasan son las estaciones y los años. ¿Hay personajes? Sí, pero tampoco es importante quiénes son individualmente, sino que más bien se trata de la evolución de todo el colectivo con el paso del tiempo. Como experimento literario no está mal, pero no tengáis ninguna expectativa con respecto a la desaparición de la chica al principio del libro, ¿vale?
57. «Sobre los huesos de los muertos», de Olga Tokarezuk. Tenía muchas ganas de leer este libro porque la película Spoor (basada en él) me encantó, y lo cierto es que no me defraudó. Se trata de una novela policíaca con trasfondo ecologista ambientada en un pueblo polaco, en el que de repente empiezan a asesinar a cazadores o ricos crápulas pero las únicas pistas en los lugares donde aparecen muertos son huellas de animales. La protagonista, una ingeniera jubilada, sigue siendo muy potente y el mayor acierto de la historia. La única pega es que me hubiera gustado leerlo con la mente virgen porque me imaginaba todo el rato las mismas imágenes y personajes que había visto en la película. Uno de los mejores libros del año.
58. «Casas vacías», de Brenda Navarro. Otro préstamo de eBiblio que leí por recomendación de Clau. Es un libro cortito, que habla sobre la maternidad desde dos puntos de vista: el de la madre que pierde a su hijo y el de la mujer que consigue por fin ser madre (del niño secuestrado). En ninguno de los casos se muestra la imagen idílica de la maternidad que nos suele llegar, sino que se habla más de la dependencia, el alivio, la angustia…No me apasionó, pero es una lectura amena.
59. «La pared», de Marlen Haushofer. A este libro llegué por casualidad porque no había leído nada al respecto ni conocía a la autora. Se trata de una distopía protagonizada por una mujer que, de repente, se encuentra aislada en una casa de campo por una pared transparente que no es posible traspasar. Al otro lado de la misma ve cómo la gente ha muerto, mientras que en su fortaleza de cristal todo parece seguir su curso normal, de modo que tendrá que aprender a sobrevivir con los medios que la naturaleza le ofrece. Me gustó mucho, aunque al final se hace un poco repetitivo.
60. «Almendra», de Won-Pyung Sohn. Regalo de Gabriela por mi cumple, me llamó mucha la atención por la temática y la estética del libro. El protagonista es un niño cuyas amígdalas tienen un tamaño más pequeño que el de una almendra, por lo que es incapaz de sentir nada. Enseñado a fingir emociones por su padre y su abuela con el fin de que pueda adaptarse a la vida social, el libro narra cómo se enfrenta al mundo una persona así y cómo interpretan otros su actitud. ¡Muy interesante!
61. «El infinito en un junco», de Irene Vallejo. Hablar de este ensayo ahora parece hasta innecesario, pero cuando mi madre me lo regaló en el mes de julio por mi cumple yo ni sabía de su existencia. Y así me embarqué en él, sin ningún tipo de expectativa, y quizás por eso pude viajar por la historia del libro sin defensas, dejándome llevar por las historias de Irene Vallejo, tan bien documentadas pero sobre todo tan estupendamente narradas. Eso sí, es un libro para leer de a poquitos, que los viajes en el tiempo, cuanto más lejos, marean y, además, se disfrutan menos si te sumerges en ellos de una tacada. Otro de los mejores libros del año, sin duda 🙂
62. «La Habana en un espejo», de Alma Guillermoprieto. Me leí este libro con Sonia para probar el club de lectura de la Casa de México, que de entrada nos pareció una curiosa elección por su parte porque, aunque la autora es mejicana, está ambientado en Cuba. Luego supimos que formaba parte de un ciclo de crónicas periodísticas escritas por mujeres mejicanas y ahí sí que entraba, sin duda. El libro relata las vivencias de la autora a sus veinte años, cuando fue contratada para trabajar enseñando ballet en la Escuela Nacional de Danza en La Habana. Su punto de vista, algo infantil e idealista, hace de contrapunto al momento en el que se encontraba el país entonces, en medio del bloqueo de EE.UU. a Cuba. Su forma de contar tiene sus puntos a favor (es directo, emocional, se deja sorprender) y sus puntos en contra (poco profundo, desinformado, demasiado centrado en sí misma), y por otra parte tiene muchos altibajos, pero a Sonia y a mí nos gustó más tras el análisis que se hizo en la sesión del club. Tiene donde rascar, y es otra perspectiva sobre Cuba.
63. «El jardín de Babilonia», de Bernard Charbonneau. Me leí este ensayo para el club de lectura de Chiribitil, pero no se pudo hacer el debate en su día y al final no se llegó a comentar. Una lástima porque hay mucho tema para debatir que además se ha puesto más en boga por el covid-19 y el confinamiento. El autor hace un análisis de la evolución que ha sufrido la sociedad francesa (extrapolable a otras sociedades desarrolladas) en el último siglo, y cómo se ha pasado de convivir armónicamente con la naturaleza a explotarla al máximo y utilizarla como lugar de ocio y/o motivo de protección. El cambio del modo de pensar, necesidades y costumbres que consideramos nos hacen más evolucionados que el resto de especies nos han llevado a alejarnos aún más de lo natural, lo cual es todo un campo sobre el que reflexionar. ¿Hacia dónde nos dirigimos como sociedades? ¿Hay vuelta atrás?
64. «Por mi, por ti, por todos», de Mónica Crespo. Como la editorial Libros del K.O. me gusta mucho, me animé con este pequeño ensayo sobre fútbol de su colección Hooligans, con idea de recordar los viejos tiempos en que practicaba este deporte y era forofa del Madrid. Y sí, aunque la autora era seguidora del Atleti, vi muchas emociones comunes y pude recordar otros tiempos en los que disfrutaba viendo un partido, sin pensar en todo lo que conlleva el fútbol como espectáculo. Una pena el ya no ser capaz de hacer esa separación, aunque de vez en cuando me sigue gustando jugar o ir a ver un partido de fútbol, pero a pequeña escala, de esos en los que no hay dinero de por medio y se puede sentir realmente la pasión de la gente. Gracias por devolverme esos recuerdos, Mónica 🙂
65. «Los chicos de la Nickel», de Colson Whitehead. Otro de los libros Bookish, aunque este me lo dejó mi suegro porque yo tuve que cancelar mi suscripción por exceso de libros pendientes (sigh). Premiado con el Pulitzer, el libro narra la historia de Elwood Curtis, un chaval afroamericano de futuro prometedor que ve sus sueños truncados por estar en el momento y lugar equivocados. Debido a esto acabará en un reformatorio, la Nickel, donde vivirá torturas y vejaciones junto al resto de chavales que han acabado allí por muy distintos motivos. Lo tremendo del libro es que está basado en hechos reales, y hace unos pocos años, tiempo después de que dejase de funcionar el centro, se encontraron los cadáveres de 80 jóvenes que murieron allí. Un libro interesante, aunque quizás por la expectativa me gustó menos de lo que esperaba.
66. «Los amigos», de Kazumi Yumoto. El perfil en Instagram de Fundación Japón recomendaba este libro por el Día del respeto a los ancianos y me pareció que tenía buena pinta. Trata de tres amigos que, movidos por la curiosidad hacia la muerte, empiezan a espiar a un anciano que supuestamente va a morir pronto. El señor, por supuesto, acabará dándose cuenta de que le vigilan a diario, así que aprovechará la oportunidad para encasquetarles tareas de casa, como limpiar el jardín o tender la colada, y, como era de esperar, se hacen amigos. Me pareció una historia muy divertida y tierna, y además me sirvió para conocer a una nueva autora japonesa 🙂
67. «Nuestra parte de noche», de Mariana Enríquez. Uno de los libros de los que más se ha hablado este año, con muy buenas críticas (también de voces de las que me fío más, como Míriam) y al que me costaba hincarle el diente por su extensión, pero finalmente me llegó el turno de la reserva que había hecho en eBiblio y me decidí a ponerme a ello. Y he de decir que me sorprendió mucho, no sé si es un libro que habría escogido por su temática (terror, oscurantismo) aunque sí que me atrae, pero lo mejor de todo es cómo está escrito. Dividido en cuatro partes principales (con algunos altibajos, pero sin perder en ningún momento la intriga), con distintas personas de la misma familia como narradoras de los hechos en cada una, la historia gira en torno a una secta de ricachones que quieren contactar con la oscuridad y para ello necesitan a un médium, una persona que sirva de puente entre ambos mundos. Y no cuento mucho más, pero hay mucho momento escabroso y terrorífico, otros que recuerdan a Stephen King, también partes que hablan sobre la familia y las relaciones…¡Pero que muy recomendable!
68. «La vegetariana», de Han Kang. Le tenía muchas ganas a este libro desde que salió, pero hasta que no me lo dejó Sonia no me puse con él, y lo cierto es que lo devoré en cuestión de dos o tres días. La protagonista, que lleva una vida de lo más anodina, tiene un sueño una noche que le lleva a tirar toda la carne que hay en su casa, para susto y disgusto de su marido. Desde ese día deja de comer carne, y además se produce un cambio en ella, pasa a un estado como de ensimismamiento que saca de quicio a su marido y su familia. Lo que más me gustó es que en ningún momento nos narran la historia desde el punto de vista de ella, sino que lo hacen desde el de su marido y el cuñado, como si realmente ella no existiera, como si hubiera estado en estado vegetal desde el comienzo, lo cual es claramente intencional y hace referencia al papel que asumen muchas mujeres al casarse. Aunque extraño, lo recomiendo.
69. «Heida: una pastora en el fin del mundo», de Steinunn Sigurdardóttir. Regalo de Clau por mi cumpleaños, se trata de un ensayo sobre una famosa pastora islandesa (que también fue modelo y policía, y es también política y guía, ¡OMG!). Escrito a modo de diario de pensamiento, con ideas extraídas de diversas entrevistas realizadas por la autora a Steinunn, conocemos más sobre este personaje de personalidad y energía tan arrolladora, cómo es su trabajo y qué tipo de vida lleva en Islandia. Me gustó leer sobre ello porque es una persona real, de edad parecida a la mía y cuyo pensamiento puede ser parecido en parte, pero que lleva una vida totalmente distinta a la mía. Lo único que no me convenció del todo es cómo está escrito, porque es algo reiterativo y cansa un poco que sea un estilo tan directo.
70. «It», de Stephen King. Leído por recomendación de Hugo, su lectura me ha llevado meses, y no solo por su extensión (¿1200 páginas? ¿En serio hacía falta?), sino también porque lo empecé en el libro electrónico (precisamente por lo gordo que era) y ya tengo comprobado que me cuesta muchísimo más engancharme y que me apetezca leer en este formato, así que al final lo acabé cogiendo en la biblioteca. Además fui víctima de una persecución lectora, Jesús no paraba de decirme que qué tal llevaba el libro cuando no estaba ni leyéndolo, y tuve que darme prisa para terminarlo antes de que se acabara el año y resarcirme, jeje. El que sea un libro tan extenso hace que el autor pueda explayarse en cada personaje y lugar, de modo que te parece realmente que les conoces y puedes ver dónde viven (aunque esto también estaba algo contaminado porque el año pasado vi las pelis). Y, aunque las películas me gustaron (más la versión antigua), es cierto que lo que transmite el libro es muy distinto. It no es un payaso, esa es solo una representación del mal que habita en el ser humano y del miedo que podemos sentir cada uno de nosotros, y en ese sentido el libro es todo un acierto. Solo le pongo una pega: la dichosa escena que no acabo de entender y que, para mi gusto, sobra y hace que la historia haga aguas (y un poco también el autor).
71. «La casa del álamo», de Kazumi Yumoto. Como me había gustado mucho el de Los amigos, decidí leer otro libro de la misma autora. En esta ocasión la historia la protagoniza una chica que vuelve a la casa del álamo (llamada así por el árbol que tiene enfrente) donde vivió durante tres años con su madre cuando era pequeña debido a la muerte de la casera, con la que había entablado una relación de amistad bastante peculiar. Me recordó al otro libro, por eso de las relaciones entre personas en etapas muy distintas de la vida, y también me pareció una historia tierna y acogedora, de esas que claramente podrías ver en una peli japonesa.
72. «Almáciga», de María Sánchez. El nuevo libro de María Sánchez es un «vivero de palabras de nuestro medio rural», como bien se indica en la portada. Pero no se trata de un diccionario o un glosario al uso (término-definición), sino que, en modo poético, se van deshilvanando los términos que componen el mismo, como si de un ovillo se tratase, y según avanzamos en el texto (que trasluce el amor que siente la autora por el medio rural) vamos conociendo cómo se llama en cada lugar de la geografía española a cada cosa, lo cual me recordó mucho al señor Cayo de Delibes, que sabía nombrar todas las cosas necesarias con esos términos que ya no se enseñan porque parece que en las ciudades no se les diera importancia. Un libro necesario, que además cuenta con unas ilustraciones preciosas y que pretende ser un proyecto que no pare de crecer.
73. «Pedro Páramo», de Juan Rulfo. Uno de esos clásicos que tenía pendientes, de los típicos que aparecen siempre en las listas de mejores novelas en español o hispanoamericanas y que no he leído hasta que salió en una conversación y Sonia me lo dejó. La historia es simple en apariencia, un hombre acude a un pueblo donde no hay prácticamente nada ni nadie a reclamar a su padre Pedro Páramo lo que no les dio a él y a su madre. Esta historia se entremezcla con las vivencias de su padre, contadas en distintos tiempos y entremezcladas con los encuentros del protagonista en Comala con personas que parecen estar muertas. Fue una lectura entretenida, pero no le saqué el jugo realmente, creo que es una novela para analizar como hacíamos en el instituto (a mi que me la expliquen, vamos 🙄 ).
74. «Cuentos de lluvia de primavera», de Ueda Akinari. Compilación de relatos de otro autor japonés al que aún no había leído (pero que Míriam me había recomendado, aunque me habló de otro libro suyo, el de «Cuentos de lluvia y de luna»). Son relatos de muy distinto tipo: históricos, satíricos, idealistas, espirituales, sobre picaresca…, y se nota que están escritos hace más de 200 años, pero aún así no se hacen pesados. Eso sí, para mi gusto son algo desiguales en cuanto a interés, algunos me parecieron mucho más completos y emocionantes que otros.
75. «Isolina. La mujer descuartizada», de Dacia Maraini. Crónica de un asesinato acaecido en Verona en 1900, año en el que una mujer apareció descuartizada en el río llevando un feto en su vientre. La autora, años más tarde, relata el suceso a través de los documentos que ha encontrado al respecto (artículos de periódico, entrevistas), dividiendo la historia en exposición de los hechos, búsqueda de información sobre Isolina en la actualidad, proceso del juicio y sentencia. El sospechoso principal era un militar y por ello se trató de desviar la atención hacia otras cuestiones, como el tipo de mujer que era Isolina. Lo más intrigante es que una amiga de ella, que estuvo presente en la supuesta noche de su asesinato, murió envenenada antes del juicio. Un relato intrigante el de Dacia.
Además, durante este último semestre, también he leído mucho manga y novelas gráficas interesantes, como son «El viaje» de Agustina Guerrero (Japón visto a través de otros ojos y momentos vitales, pero siempre Japón), «Don’t like this» de Kaori Tsurutani (la historia de una chica tímida que descubre que le gusta pescar, jeje), «La curiosa librería» de Shinsuke Yoshitake (PRECIOSO), «Los gatos del Louvre» de Taiyo Matsumoto (una obra de arte, brutal visualmente y con gatos como protagonistas, ¿qué más se puede pedir) :-P), «Un noruego en el Camino de Santiago» de Jason (con anécdotas muy reconocibles por todos aquellos que hemos hecho el Camino), «Un mundo maravilloso» y «El fin del mundo y antes del amanecer» de Inio Asano (ambos de historias cortas sobre la sencillez y complejidad de la vida, no son de lo mejor de él a mi modo de ver pero no están mal), «Cassandra Drake» de Posy Simmonds (una señora antipática y una historia de misterio, ¡mola!), «Esto no está bien» de Irene Márquez (súper políticamente incorrecto y bastante grotesco, pero algunas viñetas son muy buenas), «Siempre tendremos 20 años» de Jaime Martin (biografía del autor, nacido en los 70 en Barcelona, muy recomendable), «Garoden» de Jiro Taniguchi y Baku Yumemakura (si es de Taniguchi siempre es bien), «No te vayas sin mí» de Rosemary Valero-O’Connell (tres historias cortas de corte ciencia ficción y con un dibujo chulísimo), «Batman: Caballero blanco» de Sean Murphy y Matt Hollingsworth (una trama interesantísima de la que podrían sacar partido muchos políticos…) y «Regreso al Edén» de Paco Roca (al que le pasa como a Taniguchi, que parece que han sido bendecidos con el don de crear historias que visual y argumentalmente te llegan muy dentro). Me gustaron algo menos «Shhh» de Magnhild Winsnes (esperaba más…pero puede ser interesante para adolescentes), «Credo: Rose Wilder Lane, la feminista libertaria» de Peter Bagge (otro volumen del autor sobre historias de mujeres importantes en la historia feminista, pero con menos sustancia que los anteriores) y «La librera calavera Honda-san» de Honda (me estresó un poco el nivel de trabajo que tienen las librerías de manga en Japón O_O).
Además terminé de leer «Ulna en su torreta» (5 vol.) de Izu Toru (una historia interesante y el dibujo una pasada), «Paper girls» (30 vol.) de V. Vaughan (una mezcla del juego de Paper boy con Stranger things, muy guay) y «Our little sister» (9 vol.) de Akimi Yoshida (leída en italiano porque aquí aún no se ha editado, en este manga se basó la peli de Koreeda que lleva el mismo nombre y que me encantó).
Además he seguido con mis suscripciones habituales a las revistas Ballena Blanca (revista de periodismo ambiental) y Salvaje (la revista que quiere sacarte al campo), que mantienen el nivelazo en reportajes y artículos, y, para probar, me he suscrito a Eikyo, revista de influencias japonesas.
¡Hasta próximas lecturas! 🙂
Pingback: Mis lecturas del año 2020 (1/2)
Me encanta el mapa que trazas entre lecturas, personas, reflexiones y el humor que, de repente, salpica por aquí y por allá. Es un gusto leer lo que lees.¡Feliz 2021 de lecturas!
¡Muchas gracias niña! Me gusta hacer este resumen porque me sirve como ejercicio reflexivo para ver con qué me he quedado de las lecturas, y también a modo de diario lector, quién me recomienda y qué. Me alegra mucho que también guste a nivel lector de lecturas, jeje. ¡Gracias por leerme y ser fuente de mis mejores lecturas! 😀
En la relectura, me apunto varios libros 🙂
¡Yuhu!