Fachadas chilenas
Una muestra de la rica variedad de fachadas que alegraron mi vista en distintos puntos de la geografía chilena…(reitero de nuevo, como hice en mi primer post sobre Chile, el valor del color en el país)
Si bien nunca es igual estar físicamente en un lugar que ver una foto del mismo, con el Perito Moreno esta disociación es aún mayor. Haber podido ver in situ un glaciar es, muy posiblemente, una de las experiencias más increíbles que he vivido. No hay palabras ni imágenes que puedan describir la magnitud de este paisaje, la impresión que produce verse frente a algo tan brutalmente grande, la sensación de frío a pesar del sol, sus desprendimientos y los sonidos que producen…
Sin duda, un lugar que conocer de primera mano.
Allá en la Patagonia chilena, en ese espacio del mundo donde no hay pueblos dispersos sino solo tres pueblos entre estepas inmensas. A unas horas en que el día está por comenzar, en uno de esos días fríos de invierno de cielo despejado, allá en la Patagonia chilena, tan solo unos pocos senderistas recorríamos en autobús la distancia entre Puerto Natales y el Parque Nacional Torres del Paine.
Y, en medio de ninguna parte, paramos cerca de este café. Un café que habrá visto nevadas que lo habrán dejado aislado, por el que habrán pasado tantos y tantos viajeros en su camino al Paine. Aquel día de finales de invierno, yo pisé ese café. Y me sorprendió encontrar un grupete de senderistas hablando en español sobre el sometimiento de los pueblos. Y la conversación, entre una australiana, un italiano y una chilena (que trabajaba en el café), la guiaba un catalán.
Yo no soy nadie, y por ello sé que mis opiniones no valen nada. Y menos cuando uno está al otro extremo del mundo, viendo algo que, posiblemente, no volverá a ver jamás. ¿Por qué no basta con sabernos afortunados por poder estar allí? ¿Por qué no es suficiente con lo increíble que es el mundo? ¿Por qué somos siempre tan egocéntricos?
El pasado reciente de la dictadura de Pinochet sigue bien presente en Chile. Londres 38 es un ejemplo de ello. Allí se torturó a miles de chilenos durante los casi 20 años que duró la dictadura, y, tras haber pasado por muchas manos, hoy se ha reconvertido el lugar en un espacio para la memoria. Una casa vacía de objetos físicos, pero invadida por el recuerdo emocional. Un lugar de reflexión, de homenaje al no olvido; un espacio necesario.