Primo percorso italiano: Poggibonsi – San Gimigniano
O «De cómo un recorrido de 11 kilómetros se puede convertir en uno de 30», ¡porque así es como fue!
En esta primera ruta italiana tuve como compañero a Balthasar, un tedesco veramente matto 🙂 La cuestión es que el camino próximo a la carretera era de tan sólo 11 kilómetros, pero él se había empeñado en buscar un lago que habíamos avistado con Google Maps, y para llegar había que desviarse supuestamente solo un poco…si no nos hubiéramos perdido unas 8 veces, claro.
Por suerte, buena parte del camino transcurrió por una especie de vía del colesterol por la que pasaba gente a la que podíamos preguntar, cosa que hicimos, y más o menos nos indicaron, pero sin saber de qué lago estábamos hablando. Todo el mundo a quién preguntamos resultó ser afable y mostró un cariño especial por España (una mujer cerca de los cuarenta años me comentó que el año pasado había viajado a Llanes (Asturias), y que el año próximo iría a Cáceres ¡¡!!), lo cual me hizo sentir bastante orgullo por la tierra que me vio nacer (por una vez y sin que sirva de precedente).
Poco a poco fuimos perdiendo de vista la civilización, caminando por lomas repletas de viñas y pequeñas villas (de veraneo en su mayoría), catando las exquisitas uvas de la parra (increíble, cada una con un sabor distinto, pero todas deliciosas). En un momento dado nos acercamos a una casona a preguntar, y nos dieron indicaciones para llegar a un río cerca del cual, supuestamente, estaba el lago que buscábamos. Siguiendo a Balthasar entre los arbustos, nos topamos con una charca podre a más no poder, con verdín y mosquitos a tutiplén, así que su gozo en un pozo…
Visto que el plan inicial de comer en lago se había ido al traste, decidimos seguir con la caminata, muy cuesta arriba en esta parte, y, de repente, como si se tratara de una ilusión, ¡apareció un inmenso y hermoso lago! Paramos, por tanto, al baño de rigor (totalmente necesario teniendo en cuenta el solazo del día) y a comer nuestro almuerzo, acompañados por tres italianos que pasaban el día tranquilamente tomando el sol (la bella vita).
Proseguimos tras la comida el camino, subiendo y bajando pequeñas lomas, avistando siempre al fondo las tropecientas torres de San Gimigninano. Para cuando llegamos (ya las 17:30) yo creía que me moría de sed, porque se nos había acabado el agua hacía rato. Así que lo primero que hicimos fue comprar dos botellas de agua, y después mirar el horario de los autobuses, puesto que tras la paliza que nos habíamos pegado no había quien volviera andando.
Para terminar la jornada hicimos turismo por il piccolo paese de torres habitadas por cientos de aves, muy recomendable 🙂
Nascita
Cómo decía en un post anterior, en algunas puertas me he topado con una decoración particular: un lazo con un mensaje que anuncia el nacimiento de un bebé.
Según he leído, se trata de una tradición italiana (aunque no solo) que podría haber tenido origen supersticioso, mediante la que se comunica a los demás la llegada al mundo de un nuevo miembro en la familia. En principio se pone un lazo, rosa o azul según sea el sexo del bebé, con el mensaje escrito por los padres, pero también se puede colgar un peluche, un amuleto, una cigüeña, etc. Es especialmente común en pueblos o ciudades pequeñas, para dar a conocer a todos los amigos y vecinos el evento.
La plaza elíptica
Primeras conclusiones
Termina la tercera semana de curso y, a una por finalizar el mes, me veo con fuerza como para sacar algunas conclusiones al respecto de mis vivencias en este tiempo (no digo yo que no me equivoque en algunas de mis apreciaciones):
– Es más difícil de lo que puede parecer convivir a diario con gente a la que sacas 7-9 años, sobre todo en la veintena. Si nunca he sido la reina de la fiesta en mis años mozos, ahora que ya tengo unos pocos años más menos aún…y no solo eso; no se está en la misma etapa de la vida, no se quieren las mismas cosas, y no se da la misma importancia al hecho de poder disfrutar de esta oportunidad. La clave: paciencia (mucha), y no perder en ningún momento de vista el motivo por el que uno hace esto.
– Confirmado: hay mucho cerdo suelto. Cosas como menaje de cocina en el fregadero durante una semana (hasta que no quedaban más ollas que poder usar), la cuchilla quitapelos en medio de la ducha a diario o el descubrimiento de cientos de cosas «perdidas» debajo de cama ajena lo demuestran.
– Confirmado también lo poco respetuosas que son algunas personas. No se puede llegar un jueves a las 3:30 de la mañana, hablando a voces y con la música a tope, a preparar la cena a tres tíos que acabas de conocer. Y romper un plato de paso, por si quedaba alguien dormido. Y que la fiesta dure hasta las 5 de la mañana. (Solo espero que se cargue en su karma el odio eterno que ardió en mi interior durante esa hora y media)
– Es difícil hablar un idioma que estás aprendiendo cuando te relacionas con gente que está en diferentes niveles de aprendizaje, y cuando, de verdad que sí, el idioma que manda es el inglés. Debido a esto me he dado cuenta de que, muchas veces, voy pensando en inglés. Y por eso, cuando me bloqueo en una tienda, digo «sorry» en vez de «scusi», o «Good morning» al llegar a clase en vez de «Buongiorno», cuando está claro que los italianos me entenderían mejor si hablase en castellano.
– Los italianos no se parecen tanto a los españoles como pensaba. Sí que compartimos el amor por la comida y la bebida (lo que se conoce como «la buena vida»), pero no somos tan desastres en lo que se refiere a la puntualidad (personas o transportes) o la conducción (aunque parezca increíble). Tampoco tenemos tanto latin lover suelto, pero sí que son muy de hacer fiestas. Lo que me ha gustado comprobar es que mucha de su smorfia o gesticulación también se usa en España 🙂
– Como nos ha dicho un profesor, «cuando se viaja no sólo se conoce gente, también lugares, y esos lugares también nos dan la bienvenida y nos despiden». La Toscana en este sentido es un lugar excelente, que enamora nada más verlo. Ciudades como Siena, Florencia o Lucca, pueblos como Pienza o Montepulcciano, son realmente especiales. La bienvenida, por tanto, ha sido buena. Para la despedida aún me quedan 10 días…